José Martínez, quien está finalizando sus estudios de doctorado, comenzó a tocar primero el bombardino en la banda de su pueblo. Quería tocar el trombón y el fliscorno, pero no tenían esos instrumentos en aquella agrupación. Así que el director le dio un bombardino nuevo, y le dijo que tenía labios para ello.
Esto lo hizo durante dos años antes de cambiarse a la tuba por sugerencia del nuevo director que no quería quedarse sin tubistas. Fuera de ello sólo ha estudiado un poco el piano, y aunque no lo toca, le apasiona el contrabajo, por el parecido a lo que hace con la tuba.
José dice que es difícil dedicarse a este instrumento, porque pese a que se cuente con una buena formación y se comparta con grandes músicos, hay pocos lugares para todos, por lo que hay que tener mucha disciplina y pasión. En las orquestas sólo hay lugar para un tubista contra otros instrumentistas de metales de los que se suelen necesitar más partes.
Normalmente la gente sólo espera de la tuba el rol de un patrón rítmico, o de base sonora con otros instrumentos, pero con el tiempo más compositores le han estado dando papeles relevantes en composiciones orquestales y de banda, recuerda José, así que también disfruta del papel de solista cuando sucede en la orquesta, y dice que por ello trata de participar más en ese aspecto en competencias con otros músicos solistas, como parte del crecimiento profesional.
Además de seguir los patrones musicales de las partituras, sabe bien que hay que dar el toque personal, que es lo que enriquece la música, “porque si no, todos los instrumentistas sonarían igual”, y eso los diferencia. Hay que “dar la especia para que esté más rica la comida”.
Y hay que preguntar qué se necesita técnicamente para ser un tubista. “Lo más importante es el aire. De los instrumentos de aliento es el que más requiere de su utilización. Así que lo que define a los grandes tubistas es la eficiencia en ello. Porque no es necesario ser muy grande para tocar una tuba, se puede ser pequeño pero eficiente, haciendo un uso acorde del aire. A todos nos cuesta tocar muy agudo o muy grave, pero ello ya depende de la constitución física de cada persona”, dice José. Y para la técnica del aire en la tuba, el enfoque no es tanto el soporte del diafragma como sí la expansión de los pulmones atrás y adelante, y el control del aire contenido.
En cuanto al timbre de la tuba, lo característico son “sus cualidades sonoras de fundamento que hace que los otros instrumentos se puedan sentar en ese sonido, como en una pirámide. Todos los instrumentos de metal tienen cualidades distintas, pero se diferencian por los armónicos que logran producir, cuanto más bajo hay más armónicos, y hay más riqueza de armónicos en la tuba”.
Hay que decir que son muy pocos los tubistas que consiguen hacer una vida de solistas. Y José dice que ha tenido la oportunidad de serlo, pero que nunca estuvo en su mente tener una carrera así: “Se necesita hacer recitales por todo el mundo desde muy joven. La mayoría de tubistas viven arraigados a sus puestos de trabajo en alguna sinfónica o filarmónica. Hoy sólo hay un noruego, Øystein Baadsvik, que ha hecho su vida como solista sin depender de ninguna plaza orquestal o académica, porque su sueño era dedicar todo su tiempo a la tuba. Con él tuve la oportunidad de hacer un curso cerca de Valencia, España, y conocer su dedicación”.
Es obvio que la tuba no es tan popular entre la gente como lo es el piano o los violines, y José dice que es en parte porque “es de los instrumentos que llegó más tarde a la instrumentación orquestal, y es de los que menos se conocen. Siempre viajo con la mía, y las personas nunca saben lo que es. Hay algunos países que tienen una concepción de la música más desarrollada porque está instaurada en las escuelas desde muy temprano, pero hay muchos otros en los que no pasa así y tienen un desconocimiento importante de ello”.