Sobre el vaso del tiempo

Nueve ensayos sobre poesía componen el corpus del nuevo libro del poeta David Huerta, que presentó en el Centro Documental Carmen Balcells

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La tradición en la literatura occidental incluye también las rupturas para hacer una nueva creación y no comprende lo medio disecado o que se está desmoronando; la tradición no es un montón de antiguallas en las que están los pterodáctilos, fósiles primitivos y las obras completas de algún autor del pasado, afirmó el poeta David Huerta, durante la charla sobre El vaso del tiempo, dirigida por el poeta Luis Vicente de Aguinaga en la Biblioteca Pública de Jalisco Juan José Arreola.

El vaso del tiempo es un libro de nueve ensayos sobre poesía publicado por la editorial Vaso Roto Cardinales. Éstos fueron impresos en publicaciones periódicas en los últimos diez años. El tema central es la poesía. Algunos fueron publicados en la columna “Aguas aéreas” en la Revista de la Universidad de México. La idea de publicar el libro fue de la poeta y editora Jeannete Lozano, quien le habló por teléfono a David Huerta para expresarle que su ensayo “Sexteto” le había gustado mucho y que tenía la idea de publicar algunos ensayos de él.

Huerta explicó en la charla que lo anticuado y la tradición tienen una relación en cierto tipo de mentes, que el poeta expresó no poder calificar porque no son calificables. En contraparte, lo nuevo para ellos es lo que ha roto con aquel montón de cachivaches.

Señaló que lo tradicional es lo que se conserva íntegramente y, sin embargo, lo que rompe la tradición también lo es, y resaltó que hay una tradición de rupturas en la literatura occidental.

Virgilio rompió con Homero, a pesar del amor y admiración que sentía por el poeta griego, para hacer algo propio, para ser él mismo y escribir La Eneida, la épica de la República Romana, con elementos que puedan diferenciarse. O José Gorostiza con López Velarde. Esa es la tradición.

“La tradición está viva, es una fuerza, un organismo vivo, está integrada en el ambiente de ideas, de palabras, de textos y poemas que nos rodean y que nos forman. De alguna manera estamos hechos de esas ideas”, dijo Huerta.

Destacó que los vanguardistas de los años veinte no destruyeron la tradición, como algunos creen. Hay obras en las que pueden encontrarse glosas y reestructuras de Homero, de Virgilio, de autores renacentistas y de los trovadores provenzales. Había autores conscientes de la presencia viva del pasado y de la resurrección de ese pasado al que querían renovar.

En el proceso de creación, el poeta es un lector interesado y ocupado en revisar cómo están escribiendo sus contemporáneos y cómo lo hicieron los autores clásicos. Es decir está en contacto con la tradición reciente y antigua, sin dejar de ser hedonista, es decir leer también porque sí, por gusto.

Resaltó la influencia de unos autores en otros, y cómo un escritor puede impactar en la escritura de maneras muy distintas. Es el caso de José Luis Borges y Pablo Neruda, que están influidos ambos por Walt Whitman (1819-1892), aunque parezcan a simple vista muy distantes el uno del otro. Pablo Neruda es un poeta instintivo. En cambio Borges es un autor erudito, frío y cerebral. “Cada quien admiró a Whitman a su manera. Cada uno lo leyó, tomaron lo que les convenía, lo conservaron, lo transfiguraron, reelaboraron y resignificaron”.

Destacó que el tiempo está habitado por figuras venerables, no es el que pasa en los relojes o en los órganos o en la piel que se estropea.

David Huerta es un escritor nacido en Ciudad de México en 1949. Colabora con el Fondo de Cultura Económica en la traducción y edición de obras, además de haber dirigido su revista.

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