Las historias de una académica universitaria, un fraile franciscano, una monja del siglo XIX y la de un libro prohibido se entrelazan en La noche del fin del mundo, publicado bajo el sello de la Editorial Universidad de Guadalajara, una novela que denuncia la discriminación que sufren las mujeres en algunos sectores de la Iglesia Católica, las contradicciones de la institución y expone algunas de las represiones que ha habido en su seno contra los que han pugnado por el cambio.
Celina Vázquez Parada, investigadora del Departamento de Estudios Literarios, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), hecha mano en la novela de la crónica, el contraste entre épocas y la introducción de figuras religiosas no cristianas, como la musulmana, para evidenciar algunos de los prejuicios al interior de la Iglesia Católica, tanto los que alimentan algunos miembros de las altas jerarquías como católicos de a pie.
La novela tiene un inicio apocalíptico: incendios, cadáveres en bolsas negras y mantas amenazantes en los puentes de la autopista, huracanes, inundaciones… todos indicios del fin del mundo y la próxima venida de Cristo, tema que trata el libro de Josafat, presente en la novela. De ahí que la autora la clasifique como milenarista además de espiritual, además de tratar sobre el amor en una época de oscuridad.
En la obra son abordados temas como la religión, las semejanzas del pensamiento de Santa Teresa con las propuestas del budismo, se menciona a Leonardo Boff, franciscano y teólogo de la liberación que fue perseguido por sus ideas plasmadas en su libro Iglesia, carisma y poder, y a Eugen Drewermann, teólogo cercano al pensamiento oriental y a los místicos.
La obra provoca, cautiva y encanta con el desarrollo de ideas, incita a la reflexión, educa, deleita y entretiene.
En la novela, se entrelaza una relación epistolar entre una monja y su confesor, ¿existen esas cartas en la realidad?
Estas cartas sí existen. El confesor era del Convento de Guadalupe, Zacatecas, y la monja era religiosa capuchina en Lagos de Moreno, en los Altos de Jalisco. La primera epístola es de 1821 y la última es del 20 de febrero de 1833.
La discriminación de la mujer está muy presente en el libro. ¿Cuáles son las semejanzas y diferencias de su situación entre la época actual y el México del primer tercio del siglo XIX?
Las cartas de la monja son muy descriptivas sobre cómo la mujer está sometida, no puede hacer nada si la Iglesia no la autoriza, no puede pensar de manera independiente si no consulta antes al sacerdote. La mujer en esa época no era libre, y toda esta situación que esta monja narra se compara con la vida religiosa del siglo XXI en el que las mujeres estudian y ya no quieren ser sirvientas de los conventos, ni relacionan el tener vocación religiosa con dedicar su vida a lavar la ropa de sacerdotes. Las mujeres están madurando, y muchas que entran a las congregaciones religiosas se cuestionan. Ellas quieren servir a los pobres y enfermos, y no están de acuerdo que en los hospitales en que ellas trabajan no los reciben si no hipotecan sus casas o dejan en garantía sus propiedades, o atienden sólo a los ricos, y hay quienes se han salido de las congregaciones por estos motivos. Estos cuestionamientos eran antes casi imposibles. Estamos ante un cambio de la mentalidad de la mujer.
Una constante es el libro de Josafat, ¿qué puede decir al respecto?
La monja expresa en las cartas su gusto por este libro, después le comunica al sacerdote su interés de que sea publicado. Al final de las cartas, expresa que el libro es calificado de hereje, y le dice al padre que lo van a quemar y prohibir. Me llamaron la atención las referencias a Josafat, y preguntando a los estudiosos del siglo XIX y a religiosos cuál podría ser ese libro, nadie lo conocía. No lo encontraba, y después me enteré que en la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, en Fondos Especiales, se encuentra una versión, y eso para mí fue muy buena noticia.
¿Qué era lo peligroso de ese libro, según la Iglesia Católica?
Un asunto que trata el libro, y fue por el que quizá se prohibió, de que el Anticristo se está generando dentro de la Iglesia Católica y se va a posicionar en la Iglesia como si fuese Dios. El Anticristo, en esta novela en particular, no se trata de una persona, sino de una institución: la Iglesia Católica, que tiene muchos problemas internos y que ha tratado de resolverlos no siempre de manera muy atinada, y los problemas no los invento yo. La situación del fin del mundo narrada en la obra está tomada, en mucho, de lo que mis propios alumnos comentaron sobre los momentos actuales. Por ejemplo, los casos de pederastia y el discurso violento de muchos jerarcas de la Iglesia frente a la situación de las mujeres, y hay un sentimiento general de impotencia, desazón y coraje, en un contexto donde no sólo la Iglesia Católica, sino otras instituciones religiosas están sufriendo crisis de este tipo. Vivimos en una época en que las instituciones están dejando de tener sentido, también los partidos políticos y el Estado mismo.