Durante un congreso de comunicación, lo alcanzó la desilusión del amor universitario. En busca de consuelo, en alguna fiesta de colegas y comunicólogos, detrás de una densa cortina de humo y pisos pegajosos, desconcertado, a lo lejos alcanzó a entrever una silueta que lo atraía junto con la melodía que tomaba sentido: “Redemption Song”, de Bob Marley. Acompañada de acordes ejecutados con una guitarra, dos cosas eran seguras: el reconocimiento y atracción de un sonido peculiar: el reggae; y “quedar prendido” por esa silueta: “una diosa dominicana”, su próxima esposa.
“¡¿Uta!? ¿Qué mal pedo?”.
La queja me regresó a la mesa mientras Andrés Haro, fundador de la agrupación El Personal, músico y administrador (caía en cuenta) entre risas, que varias traiciones a lo largo de su vida le habían traído cierto grado de fortuna, hasta de fábula: ese fue el caso del reggae.
Andrés comenzó a activarse en la escena musical de Guadalajara ejecutando rock progresivo en los grupos Plasmodia y Opusnite con la perspectiva técnica, disciplinada y texturizada que caracteriza a ese estilo musical.
Estas experiencias le permitieron asimilar y disfrutar rápidamente del reggae.
“Sí, era muy distinto a tocar progresivo: en el progresivo era tres compases distintos por canción, 25 armonías, la madre que los parió, 80 obligados. Y con Bob Marley eran 2 tonos y vámonos recio. Aparte, que te fumabas tus purotes maravillosos de mota».
«Entonces entre mi mujer y la mota, el reggae”.
En ese momento, entre los grupos cercanos de amigos y colegas, ese estilo musical ganaba terreno e incidía en las listas de consumo cultural y creativo del momento. Así, el reggae dio pie a un uso y expresión artística que impulsó un estilo de vida que coincidía entre ellos.
“Bueno, nos gustaba a todos el reggae… Creo que era el pretexto para fumar mota, básicamente.”
En la historia de El Personal existen presentaciones específicas y momentos significativos que formaron el ensamble musical y una agrupación de alta gama.
Algunos de los momentos hitos de El Personal fueron su primera presentación, que fue en el bar El Nueve (1987), el lanzamiento de su primer LP (producto de culto), No me hallo (1989); algunas de las 60 a 70 presentaciones en el Peña Cuicacalli aquí en Guadalajara (1988) y hasta en el Roxy Music (1994).
Pero también la presentación del segundo disco, Melodías Inmortales, en el Centro Nacional de Artes de la Ciudad de México (1995), el Festival Mundial de la Juventud en Cuba (1997), la Fiesta de la Música de Paris (2004) y hasta el Vive Latino (2012) .
“Cuando salían las reseñas de todas esas presentaciones en el periódico y se las enseñaba a mi papá, le decía: ‘mira papá lo que escribieron de nosotros’ y él me respondía ‘¡Ese es tu amigo!’ e híjole y sí, es cierto, sí eran nuestros amigos”, refiere a carcajadas Andrés.
Ante toda esa vorágine de fama ¿qué pasaba antes y después de pisar los peldaños de la escena musical local y nacional?
¿Qué había en la cotidianidad de una agrupación como El Personal?, ¿Cómo se apropiaban de la ciudad en el día a día?
Andrés recuerda que al inicio de este proyecto musical dedicaba la mitad de su tiempo a las abejas, a la apicultura, y la otra mitad a El Personal.
«Cuando decidimos hacer el grupo, fue una cuestión más bien de pasatiempo”.
Un éxito inesperado
La nula pretensión de obtener reconocimiento por parte Julio y Andrés y su motivación por encontrar una expresión propia a través de la música, las melodías y letras, favorecieron al trabajo de ese dueto creativo que comenzaba a “hacer algo por las tardes”.
Mientras componían algunas canciones, Julio y Andrés tenían otros proyectos, como la revista Galimatías, y aprovechando el ocio pulsaban instrumentos, tocaban con amigos y escribían letras fluidas.
“El Personal fluyó de manera muy padre y empezó a funcionar».
Pronto grabaron sus primeros demos directamente en casete, mediante una porta estudio de cuatro canales. Ese casete llegó a manos de Rogelio Flores Manrique, Rogelio Villarreal y «El Mongo», productores que regenteaban shows en el bar El Nueve de la Zona Rosa de la Ciudad de México, en 1987.
Ellos escucharon algo fresco y decidieron invitarlos a la “fauna variada” de los jueves.
«Entonces armamos la banda para eso, porque éramos Julio y yo solos, nadie más”.
La siguiente encomienda fue generar la producción general de ese demo, para poner en escena los primeros esbozos de lo que sería el primer LP de El Personal, No me hallo, de 1989.
“Empezamos a tocar muchísimo, en todos lados, aquí en Guadalajara. En ningún momento se respiraba el desarrollo de un plan estratégico de posicionamiento como una agrupación ‘iconoclasta’ que rompe paradigmas o qué se yo».
Pero sí lograron, aunque no lo vieran así, fue un tránsito por el camino de la originalidad y el disfrute de la vida alrededor del movimiento artístico, cultural y social, que se daba en la ciudad.
“No era un movimiento en sí, ni teníamos la conciencia de uno, sino que nada más hacíamos nuestro desmadre”, recuerda Andrés con gusto y risas que lo remontan a ese momento.
El Personal se apropió de espacios para ensayar y practicar su estilo de vida durante el cierre de la década de los 80 en Guadalajara.
“Tomamos por asalto un cuarto de mi casa, cuando sólo éramos Julio y yo”, comenta Andrés.
Después se apropiaron de otro en casa de Julio y Óscar, situación que facilitaba organizar los ensayos. Pero algunas veces ensayaban en la galería Magrid, que estaba en Justo Sierra y, antes en Lerdo de Tejada.
Volverse parte de la ciudad que habitaban era algo que El Personal tenía claro porque la naturalidad, el reconocimiento y apoyo al grupo musical comenzaba a volverse evidente en su cotidianidad.
“Afuera de la casa de Julio y Óscar había un puesto de tacos. El taquero, cuando íbamos a ensayar, se ponía feliz porque vendía el doble, y cuando no ensayábamos nos decía ‘¿por qué no van a ensayar?, ¡Necesito barito, ensayen por favor!’”.
Su fuente de creatividad era apropiarse de la Guadalajara de los 80 y90: iban a funciones de media noche en el Cine del Bosque, maratones de películas de Woody Allen, encuentros con “el maestro» José Ignacio Solórzano «JIS», quien los surtía de material audiovisual.
“Un menjurje muy extraño pero que funcionaba perfecto”.
“¿Ya oyeron esto y aquello?”, les decía JIS.
Andrés lo dice claro: cada uno tenía sus influencias, que iban desde la música popular mexicana, Tin-Tan, Chelo Silva, Agustín Lara, géneros como el rock, jazz, funk; incluso hasta las Flans. Y, por supuesto, el reggae.
Después de sonar y probar canciones de lo que sería su disco No me hallo, Vicky Macedo, quien era amiga de Julio y lidereza de Discos Caracol, se acercó a Julio para ofrecerle una edición de mil copias en versión vinil de dicha obra.
“Julio vio las estrellas, vio que éramos un grupo que prometía, que nos seguían, que podíamos incluso cobrar por concierto; mientras que yo recibía una oferta de Pentagrama”.
Este material fue el único que produjo Discos Caracol. Después, la disquera desapareció.
Su primer brinco del charco, en España
“Al mismo tiempo, el productor ejecutivo de Discos Caracol era un tal señor Peñaloza y Vicky no le pagó la producción. Entonces, un buen día llegó con nosotros, con la banda y nos dijo: ‘Oigan Vicky me pagó la producción con los masters del disco, ¿les interesa adquirirlos? Porque yo lo que quiero es mi dinero‘”.
Andrés Haro preguntó a sus compañeros si veían algún inconveniente en adquirirlos, todos estuvieron de acuerdo, “¡y pues yo soy el dueño del No me hallo, ¿verdad?!”.
Años después, Enrique Helguera contactó a Andrés con la editora y disquera española El Pulque.
“Me dijo: ‘oye escuche No me hallo y me fascinó, me gustaría sacar una edición en España y que vengan a tocar'».
Así sucedió, El Personal se presentó en España.
Un Andrés Haro gustoso, orgulloso y en momentos reflexivo, fue cayendo en cuenta de haber alcanzado objetivos como músico y productor.
“La primer formación de El Personal, que duró dos años, fue efímera, pero una formación que definitivamente logró transitar por el camino de la originalidad”.
Si bien el éxito es evidente, estar presente en momentos de vanguardia, entre círculos de consumo cultural, y transitar al profesionalismo para presentar productos de calidad es relativo.
El Personal es un concepto musical que sigue trascendiendo con frescura. Logró describir a Guadalajara para conocerla a través del tiempo, pero también perdió compañeros que dieron todo, dejando en la incertidumbre al proyecto.
Así que todo depende del lado del que quiera observarse a El Personal.
«Ahora yo les agradezco mucho y, a la distancia, sí se ve a El Personal como un proyecto que fue sumamente interesante, que fue un parteaguas y que pudo aportar un granito de arena. Pero en ese momento era un desastre, un verdadero desastre”, concluye Andrés Haro sonriendo y terminando en una carcajada.
El Personal profesionalizó la producción de shows en Guadalajara
Sentado a un lado de Andrés, está Lalo Plaza, quien ha sido el ingeniero de audio y production manager de agrupaciones como The Warning, Elis Paprika, entre otros, y cuyo génesis de su carrera fue ser técnico de batería y escenario para El Personal.
Entró a los 17 años después de la invitación del baterista Daniel Kitrocer, quien era colaborador con El Personal, Gerardo Enciso y El Cala.
Hace años que Lalo y Andrés no coincidían, pero la charla entre ambos era inagotable. Ellos rebotaban recuerdos de convivencia y actuaciones en vivo en los escenarios de la Guadalajara de hace tres décadas, la verdadera escuela de Lalo.
“Cuando encuentro a El Personal es un combo bien formado y, de alguna manera, los conocí porque Daniel era amigo de todos ellos. Los proyectos con los que he estado siempre me han enseñado mucho para evolucionar”.
Al llegar a la agrupación Lalo Plaza se encuentra con algo que no conocía: el reggae, pero también maneras de hacer espectáculos de forma profesional, que incluso se esparcieron por Guadalajara.
Y esto sucedió porque Paco Navarrete, Magoo y Lalo Sandoval, productores de escenario e ingenieros de audio, fueron maestros que Lalo, quienes les dieron a conocer los fundamentos técnicos y experiencias palpables.
“Porque en su momento ellos eran los que estaban en el top. Por ejemplo: Paco trabajaba a la par con Maná, y entonces cuando no viajaba con Mana, estaba con nosotros. Y todo lo que Maná experimentaba de su crecimiento y pues me explicaban el por qué y cómo se hacían las cuestiones técnicas”.
Toda la fusión y convivencia constantemente buscaban mejorar la producción técnica en el escenario.
“El personal siempre se rodeaba de gente que viajaba mucho, que veía cosas y que las venía a aplicar. Entonces estaba bien interesante que te enseñaran a tener un nivel diferente”.
“Lo único que creo que le falló a El Personal fue la promoción y comercialización, pues no buscaban el cómo. Lo que se daba se daba y existía gente de relaciones públicas bien interesantes, pero no se movían con ningún fin. Todo era realmente orgánico y todo lo que se sabía alrededor de El personal era boca en boca”, comenta Lalo Plaza.
Hoy, esta banda representa una textura tapatía, pese a que ninguno de sus integrantes era tapatío (de todas alineaciones que tuvo). Sin embargo, ellos sí vivieron Guadalajara, para no sólo apropiársela, sino para ser una referencia de originalidad, irreverencia y tradición artística de esta ciudad.
“Tuvimos mucha suerte, ciertamente. Y no podría estar más agradecido con toda la gente que se involucró con este proyecto, que fácil han sido unas 30 o 40 personas y no podría estar más agradecido”.
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