El surgimiento en México del movimiento #MeToo responde a la necesidad de las víctimas de romper el silencio y hablar de la violencia física y sexual de la que han sido objeto ante una sociedad en la que perduran prácticas misóginas y un sistema de justicia inoperante que no les garantiza seguridad y acompañamiento en el proceso de denuncia, coincidieron especialistas en temas de género.
“Es una manera de quienes han sido víctimas de responder a una necesidad de denunciar y romper el silencio, porque la estructuras institucionales a nivel federal estatal y municipal, y de las mismas empresas, no han sabido dar respuesta a una problemática que se ha venido denunciando no desde hace unos años, sino desde hace décadas, en que se ha hecho patente el acoso y hostigamiento en esta cultura y en un Estado patriarcal que ha favorecido a un solo género”, afirmó la investigadora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Raquel Partida Rocha.
“Se había tardado en llegar, desde el surgimiento del #MeToo en Estados Unidos hace dos años, porque los procesos de denuncia tienen otros caminos en América Latina y el Caribe y particularmente en México, acá el tema es que se vive tanta impunidad y hay tantas violencias que viven quienes se atreven a denunciar, que son procesos que son tardados y tienen otras dinámicas”, dijo la académica del Centro Universitario de la Ciénega, Guadalupe Ramos.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Pública (ENVIPE) 2018, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), las mujeres son más vulneradas por los delitos sexuales, con una tasa de incidencia de dos mil 733 casos por cada cien mil mujeres, que supera con creces a los mil 764 delitos de esta naturaleza estimados en 2016.
En los datos de 2017 esta misma encuesta reveló que en el total de casos de acoso sexual 98.8 fueron realizados por hombres hacia mujeres y 1.2 fue de mujeres hacia hombres. Cerca de 65 por ciento de los casos de hostigamiento o acoso ocurre en la calle y sólo 1.6 de las mujeres denuncia el hostigamiento, contra 11.9 de los hombres que acudieron a alguna instancia de justicia.
De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares de 2016, se estima que de los 46.5 millones de mujeres mayores de 15 años, 66.1 por ciento ha padecido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o discriminación en los espacios escolares, laborales, comunitarios, familiares o en su relación de pareja.
El Instituto Jalisciense de las Mujeres reveló en el Estudio de Opinión sobre Violencia Comunitaria, que 66 por ciento de las mujeres considera que el acoso es algo común o muy común, que va desde silbidos en la vía pública hasta miradas lascivas, alusiones a su cuerpo o al acto sexual, repegones, tocamiento de sus partes íntimas, persecución o violación.
En opinión de Partida Rocha, también presidenta de la Asociación de Mujeres Académicas, esta realidad ha existido durante décadas como una conducta normalizada hacia las mujeres que ahora se destapa gracias al apoyo de las tecnologías y las redes sociales,donde “se ha logrado desnudar o dar cuenta del tema a nivel nacional y local y dentro de las propias instituciones”.
Pese a que prevalece la cultura de callar estos temas, que ha sido inculcada a muchos hombres y mujeres desde que son niños, este movimiento tomó fuerza en México en gran parte a raíz de la formación de grupos de mujeres que decidieron que tendrían que exponer los casos de acoso y abuso y parar estas prácticas en todos los ámbitos en los que se desenvuelven.
“El #MeToo tiene que ver con un tema de sororidad o solidaridad entre mujeres, no es alguien que irrumpe en el espacio público para denunciar las violencias que vivió sino que lo hace en solidaridad con alguien que dice ‘Si tú ya lo viviste, yo también, y lo viví de esta manera’, como una forma de visibilizar la violencia. La fuerza viene de las mismas mujeres, es de unas a otras que se van fortaleciendo con las mismas denuncias y eso es muy interesante”, aseguró Ramos, también miembro del Comité de América Latina y El Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer.
“Es importante que se haya dado esa valentía de algunas mujeres que han vivido bajo el patriarcado y esta cultura misógina y machista que se tiene a través del anonimato, y pudieran rehacer la solidaridad con las otras y que surgiera el ‘yo te creo’. Es importantísimo que se pueda dar el primer paso y romper las barreras del silencio”, dijo el Defensor de los Derechos Universitarios, Dante Haro Reyes.
Denunciar o no
Durante dos semanas las denuncias que cientos de mujeres han realizado en redes sociales bajo los hashtag #MeToo y #YoLesCreoAEllas llegó como una oleada que mostró los diferentes tipos de violencias y acoso que enfrenta —en su mayoría— la población femenina. A estas historias, algunas publicadas de manera anónima, le siguieron respuestas a favor y en contra.
La mayoría de las denunciantes fueron cuestionadas en su veracidad y sus razones para exponer públicamente a su agresor, reacciones que son síntoma de la misoginia que prevalece en el país, afirmaron las especialistas.
“Hay tipos de violencias que se viven después de que denuncian, basta revisar todos los comentarios después de que una mujer denuncia su caso —anónimo o no—, son en su gran mayoría comentarios sumamente machistas y misóginos que reproducen otra vez la violencia, les cuestionan por qué lo hacen hasta ahora, les piden pruebas y las mismas autoridades les piden que utilicen los canales institucionales y los tribunales para denunciar”, expresó Ramos.
Dichos señalamientos son prueba del desconocimiento que existe del sistema de justicia “que está quebrantado, colapsado y que tiene la impunidad en el 98 por ciento de los casos que se denuncian y no brinda absolutamente ninguna seguridad a quienes pretendieran denunciar”, agregó.
Dichos señalamientos son una forma de deslegitimar la propia denuncia y no creerles a las víctimas, cuando el principio básico de los derechos humanos es que hay que creerles: “Es al Estado al que le corresponde en todo caso investigar, acreditar y llevar a cabo los cauces pertinentes en la denuncia que se haga, anónima o no”, señaló la activista por la equidad de género.
“Sí hay diferentes vías, pero no han sido eficientes ante el problema, las vías institucionales a través del Centro de Justicia para las Mujeres y otras defensorías institucionales no han podido dar una respuesta inmediata al tema y además las obligan a hacer una serie de tramitología, es un desgaste emocional, las re-victimizan, las empiezan a juzgar, a cuestionar y, en vez de ayudar, entender y acompañar a las victimas las obligan a no continuar por los términos burocráticos”, recalcó Partida Rocha.
Las especialistas se mostraron a favor de que este movimiento continúe como una forma de empujar iniciativas que obliguen a las instituciones y a las empresas de cualquier tipo a ser espacios seguros y libres de violencia para hombres y mujeres.
“Sería muy lamentable que esto se parara, al contrario que esto deba continuar. No estoy de acuerdo en el escándalo, sino en buscar el cambio y las transformaciones en las estructuras para mujeres, no sólo en la superficie, sino encontrar como proponer e incidir desde lo legal”, consideró Partida Rocha, defensora de los derechos de las mujeres universitarias.
Recordó que desde la Red Iberoamericana sobre Género, Trabajo y Vida Cotidiana buscan impulsar la discusión en torno a este tema e invitar a los gobiernos federales y estatales a involucrarse en ella desde una visión “no cortoplacista ni mediática”, sino que busca resolver el problema de la violencia hacia las mujeres desde las políticas públicas que imponen y con un sentido de comunidad.
“Este movimiento va mucho más allá, tiene que fortalecerse en varias vías, no limitarse a la que eligieron, si por ahora se sienten seguras en este mecanismo del #MeToo para hacer su denuncia hay que respetarlo, y aquí entra la obligación del Estado de generar los espacios de denuncia segura y eso tiene que promover una cultura en las instituciones del respeto a los derechos humanos, pero también una cultura de cero tolerancia a la violencia en las instituciones”, aseguró Ramos.
La activista forma parte de un grupo que busca reformar las legislaciones de los países de Latinoamérica para que no prescriban los delitos de violencia sexual, porque muchas de las víctimas son de violencia en la infancia y cuando son adultas ya no pueden denunciar a su agresor. “Estas reformas permitirán que tengan la posibilidad en cualquier momento de su vida de denunciar esas violencias que han vivido”, dijo.
ACCIONES UNIVERSITARIAS
De acuerdo con el informe del Proyecto Institucional de Igualdad de Género 2018-2019, en la Universidad de Guadalajara se han realizado diferentes actividades para fortalecer la igualdad de género, entre ellas.
Cursos de capacitación en igualdad de género dirigido a los directivos de centros universitarios y del Sistema de Universidad Virtual. Durante 2018 se capacitaron 662 universitarios.
Conferencias de sensibilización en igualdad de género, con la finalidad de concientizar a los estudiantes, personal académico y administrativo. Con esta acción se sensibilizaron mil 296 personas de la comunidad universitaria.
Adquisición de acervo bibliográfico especializado en temáticas de igualdad de género. Fueron adquiridos mil 755 libros, distribuidos en la Red Universitaria.
Material de difusión de igualdad de género para reforzar cada una de las actividades realizadas. Por lo que fueron adquiridas libretas con fechas conmemorativas relacionadas a la igualdad de género, así como distribuir dípticos con información relevante.