El viaje de María Izquierdo
Tal vez sea una de las obras más interesantes de la pintura mexicana la de María Izquierdo, quien nació en San Juan de los Lagos, en mil novecientos dos, y fue una de las primeras mujeres destacadas en el arte del siglo veinte, no sin dificultades ya que su obra desde el comienzo mantuvo una postura poco usual: ser feminista y contraria a muchos artistas de su tiempo —no solamente estéticamente, sino ideológicamente— y con ambiciones vanguardistas y universales, algo que no era bien visto por sus contemporáneos, quienes le pusieron trabas para el desempeño de su trabajo.
Rivera y Siqueiros, consta en documentos, la calificaron de “falta de experiencia” cuando le solicitaron que pintara unos murales en el Palacio de Gobierno de la Ciudad de México. “Es un delito ser mujer y tener talento”, expresó María Izquierdo en 1953 en un manuscrito inédito hasta hace poco.
Pese a todo, la obra de la pintora jalisciense se convirtió en una esencial para entender a las artistas de su tiempo, a su época y a ella misma. Izquierdo abrió caminos a la vida social de nuestro país y es un ejemplo de cómo si se persevera se logra llegar a alturas insospechadas, pues ella fue una de las primeras mujeres en exponer en Nueva York (Art Center), en los años treinta.
El viaje a la ciudad estadounidense, junto con su pareja sentimental Rufino Tamayo, le abrió a María Izquierdo una perspectiva muy importante, pues en la Gran Manzana pudo asistir a los museos y ver obra de artistas europeos muy importantes como Chirico, que es una influencia radical en su obra. Después de ese viaje, el lenguaje de Izquierdo dio un salto sustancial: fue de lo estrictamente mexicano hacia lo universal, logrando con ello profundizar no solamente en ella, su espíritu y su voz: sino que logra que su pintura desde ese momento y para siempre sea inconfundible, indeleble y una maravilla.
El crítico de arte Germaine Gómez Haro recuerda que “María y Rufino se interesan por las calidades matéricas y la exploración del color en composiciones sencillas apegadas a temas relacionados con la cotidianidad y la cultura popular. Sus naturalezas muertas, paisajes y retratos revelan lo más profundo del alma mexicana, en un léxico totalmente contrario al de la Escuela Mexicana. Desarrollan también una veta metafísica que los emparenta con las atmósferas crípticas de Giorgio de Chirico, en las que los personajes aparecen en escenas insólitas o paisajes de ruinas abandonadas y estatuas mutiladas que trasminan aires arcanos. Sus desnudos femeninos son cuerpos sólidos y poderosos que, por una parte, remiten a las esculturas de barro prehispánicas y, por la otra, a las monumentales siluetas de Picasso en su etapa neoclásica. En sus escenas fantásticas aparecen simpáticos guiños al mundo urbano moderno, como son los aviones, el telégrafo, la electricidad y el paisaje industrial, temas afines al movimiento estridentista que desarrolló una estética a contracorriente del nacionalismo de los años veinte”.
La razón de Rafael Coronel
Cada vez que uno mira la obra del pintor zacatecano Rafael Coronel (1931) parece que asiste a una reunión de magos medievales y le da a uno por confundir la realidad o, tal vez, es que los hechizos de esos magos surten efecto y en verdad logran que quien mira sufra alucinaciones como alucinantes son las pinturas de Coronel.
Este próximo 24 de mayo se abre la “Alegoría de la razón”, en el MUSA, que forma parte de la obra expresionista de Rafael Coronel, uno de los artistas mexicanos más reconocidos en el ámbito internacional por sus creaciones en pintura y escultura.