El sistema decimal trajo consigo estructuras mentales que nos hacen sentir como natural y fácil el acomodo del tiempo en bloques redondos, en periodos ordenados por años completos, lustros, décadas y siglos. Este sentimiento causa todo tipo de pasiones y tradiciones en fechas axiales: paranoias apocalípticas en los años 1000 y 2000 después de Cristo, hordas de melancólicos decadentistas al fin del siglo XIX, un memorable personaje de Giuseppe Tornatore con el nombre de 1900, magníficos pretextos para celebrar a poetas muertos —1985 fue el año de la “hugolatría” en Francia— y hasta fiestas de oro y plata 25 y 50 años después de una boda.
Así, el año próximo será por partida doble motivo de exaltación histórica para nuestro México, que por casualidad o causalidad vio iniciar en su seno dos grandes guerras con exactamente 100 años de diferencia: el levantamiento insurgente, que terminó por independizar a la Nueva Galicia del imperio de España, y la Revolución contra el régimen porfirista.
Para el historiador Enrique Florescano es momento de pagar una deuda de memoria y de trazar nuestras perspectivas hacia el futuro: “Lo que hoy somos es fruto del proyecto colectivo de Estado que se forjó en la Independencia; y la Revolución fue un movimiento incluyente que abarcó a todos los grupos sociales: las mujeres, los artistas, los intelectuales, los políticos, los campesinos… si no pensamos esta fecha simbólica como un recordatorio colectivo, estaremos perdiendo un gran momento”, dijo este integrante del Consejo consultivo de ciencias de la presidencia, este 3 de marzo pasado en el Museo Regional de Guadalajara.
A un año de la gran efeméride, los preparativos no hacen mucho ruido. Aún no se coloca la primera piedra del Arco del bicentenario que se anuncia para la avenida Reforma en la Ciudad de México —gran vitrina de nuestros héroes—, antes bien los resultados del concurso convocado por el Gobierno federal, CONACULTA y el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México se darán a conocer apenas este 9 de abril, para empezar la construcción en junio, con la mejor intención de concluirlo en septiembre de 2010.
Por su parte, el Banco de México ya comenzó a poner en circulación una serie de 37 monedas conmemorativas, tanto de la Independencia como de la Revolución, con el número cinco reducido en el anverso para dar cabida al busto de alguno de sus próceres, como Ignacio López Rayón, Francisco Primo de Verdad y Ramos, ílvaro Obregón, Francisco Villa, Ricardo Flores Magón, Heriberto Jara y José Vasconcelos, entre otros.
Los festejos de nuestra época parecen estarse quedando a la zaga si los comparamos con la pompa y esplendor derrochados por Porfirio Díaz al celebrar la centuria de la Independencia, cuya fastuosidad todavía nos alcanza en la figura de la diosa griega de la victoria, la Niké alada, sosteniendo una guirnalda de olivo en las alturas del corazón de la capital.
Mejor conocido como íngel de la Independencia, este monumento tardó ocho años en construirse y a sus pies descansan los restos de Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Jiménez, Mariano Matamoros, Vicente Guerrero, Francisco Javier Mina, Andrés Quintana Roo, Leona Vicario, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria, más una urna vacía en honor de José María Morelos, ya que el paradero de sus restos es desconocido.
“Ese afán de conmemoración refleja la intención de arraigar la confianza en sí mismo, la ideología oficial de entonces era una pirámide que concluía en la cúspide con Díaz, así que todo aquello era en realidad una fiesta a sí mismo”, explicó Salvador Rueda Smithers, director del Museo nacional de historia del castillo de Chapultepec, en la misma mesa redonda que Florescano, convocada por el INAH por sus 70 años de existencia institucional. “Esta vez se han dejado los festejos a los grupos y clases para que los realicen según sus intereses; pero fue un error dejar la carga a los historiadores para saber cómo será el siguiente siglo”.
José María Muriá, miembro del Colegio de Jalisco y quien moderaba el panel, coincidió con Rueda Smither al decir que es un hecho conocido que la fiesta del Grito se hace en la noche del 15 de septiembre porque el dictador aprovechaba para celebrar su cumpleaños y su santo; pero también cuestionó: “No sé si esta dispersión, este abrir el abanico para que todos participen no se debe a la imposibilidad del gobierno mismo para hacerlo. En Jalisco, por ejemplo, no hemos visto nada, pero ya verán que el INAH Jalisco será el primero en sacar la casta”.
Para Florescano, los 30 días de celebraciones que impulsó Díaz fueron sí, una propaganda política, pero el gobierno actual ni siquiera ha logrado eso: “Díaz invitó al mundo a venir a este país nuevo, pensó hacia adelante. Ahora, al ver que en un año llevamos cuatro coordinadores del comité del bicentenario es claro que el gobierno no tiene interés en este acontecimiento, que no es del Estado sino colectivo, que implica a todos los mexicanos y debe servir para unirlos. Es deber del gobierno atraer a todas las fuerzas para participar en conjunto”.
Mientras tanto, faltan 555 días para el bicentenario de la Independencia y 620 para el centenario de la Revolución: la hora crítica se acerca y todavía no se ve claro.