Zacoalco amanece con cielo azul, alto, sereno. Acá abajo igual de plácido. Las mujeres, pocas, caminan al mercado, de compras, otras a su trabajo. “¿Y si no voy, qué como?”. Contesta a la pregunta la morena que corta el pelo.
En el camino encuentro a más mujeres. Le pregunto a un agricultor sobre este tema. “Tú sabrás —le dije a mi esposa—. Yo trabajo en el tractor. Con ese dinero comen el niño, tú, yo, y le pago a los albañiles”. Ambos son jóvenes, apenas si llegan a los veinte años. Él y su esposa construyen su casa, ya tiene, en obra negra, un cuarto, sala comedor y el baño.
Las primarias, secundarias, la Delegación Regional de la Secretaría de Educación (DRSE), y Preparatoria, las maestras, alumnas y personal de intendencia, tienen el apoyo para no presentarse a sus escuelas. Las aulas están semivacías. El Colegio Cuauhtémoc, de religiosas guadalupanas, trabaja con normalidad. Un letrero pegado en la puerta sostiene: “Aviso. El día lunes 9 de marzo SÍ habra clases primaria y preescolar”. Ojalá y sean clases de ortografía. Las bibliotecas cerradas. “¿Cómo, cerradas? Y ahora que quería leer.”
Camino por las calles del pueblo. Busco una Laurencia, como la de Fuenteovejuna, para que encabece un movimiento pacífico: la unión de las mujeres ante el agravio.
La presidencia municipal dejó el tema en opcional para las que quisieran sumarse al paro de labores. La mayoría se presentó, algunas vistiendo camiseta morada. Es lunes, generalmente es día de mucha actividad. Nada, casi nadie. En el DIF, todo el personal femenino completo.
Encuentro a una maestra en el mercado. “Las mujeres siempre trabajamos —dice en voz alta—. Si es en nuestra casa, hacemos todo lo doméstico. Y si es afuera, ahí y en casa”.
En Aurrerá, la tienda les dio su apoyo a las trabajadoras. Se presentaron cinco de quince mujeres. La tienda luce desolada. Una empleada dice: “Por la mañana tuvimos mucha venta. Más que de costumbre”.
Tacos Doña Mary, los famosos tacos enchilados de Zacoalco, trabaja a todo vapor. Sostiene la dueña: “Para hoy me encargaron más tacos que de costumbre. Alguien les tiene que dar de comer”. Las trabajadoras tortean y tortean, en silencio.
En las Farmacias Guadalajara sólo trabajan los hombres. En otras tiendas, todo con normalidad.
La notaria de la parroquia trabaja con afán. Custodiada por una pintura de Cristo flagelado, atiende a otras mujeres que solicitan misas y velas. ¿Trabajando? Le pregunto. “Y como nunca”, contesta alegre. Me asomo al templo. Vacío. A lo lejos miro a una Dolorosa. Como que se ve más afligida que de costumbre.
Llega un ingeniero de su viaje a Guadalajara. Llega sorprendido. “Hice una hora de camino. La carretera está vacía”. Generalmente se hacen dos horas. Una hasta las tiendas Outlet y de ahí otra hasta Lázaro Cárdenas.
Las calles lucen semivacías. Son las doce del mediodía, el sol cae a plomo, como si fuera verano y todavía es invierno. Voy sudando la gota gorda. Una señora me dice: “Ya está haciendo calor”. Sí, le contesto. Agrego: “En Zacoalco sólo hay dos estaciones: el verano y la del tren”. Reímos. Ella se aleja como si hoy, 9 de marzo, fuera un día ordinario.