Nació, Salvador Novo, en la Ciudad de México el 30 de julio de 1904. Pasó su infancia en Torreón y volvió a la capital del país en su adolescencia. Fundó, junto con el poeta Xavier Villaurrutia, la Revista Ulises. Fue colaborador y miembro de Contemporáneos (1928-1931), revista que agrupó a los principales poetas jóvenes de su época: Cuesta, Pellicer, Villaurrutia, Owen, Torres Bodet, Gorostiza, etc. Unos críticos incluyen en esta influyente generación de cultura a los jaliscienses Eduardo Luquín, nacido en Sayula, y a Elías Nandino de Cocula.
Novo escribió teatro —La culta dama, El joven, La guerra de las gordas—, e inauguró en Coyoacán su propio centro teatral: La Capilla. Su estilo irreverente invadió su poesía, la prosa y su periodismo.
Novo hizo de su vida privada, su vida pública. Esto lo hizo vivir en constante noticia que a las tantas, se hacían cansadas. Sobre lo anterior se dijo: “De vez en vez alguien le atribuía buenas costumbres”. Su anecdotario aún en estos tiempos es para comentarlo en voz baja para no lastimar las buenas costumbres. El siguiente cuarteto está tomado de su libro Sátira: “Porque yo fui escritor, y éste es el caso/ que era tan flaco como perra galga;/ crecióme la papada como nalga,/ vasto de carne y de talento escaso.”
Como persona, Novo era un dandy solamente en el vestir; por lo demás, temible. Fue un señor que nunca conoció el closet (si lo hubo, fue traslúcido) y la moderación. Es de recordar el injusto poema dedicado a la revista tapatía Bandera de Provincias, dirigida por el joven Agustín Yáñez. El soneto inicia con el cuarteto: «Plegad vuestra Bandera provinciana,/ imprimidla en papel de clase fina,/ que pueda aprovecharse en la letrina/ en premio a vuestra musa soberana”. Años después, 1973, Yáñez recordó este soneto. La conversación fue con José Luis Carabes y sostuvo, entre otros temas: “…al demostrar que Bandera de Provincias reveló no sólo a Guadalajara y a Jalisco sino a México a autores como Claudel, como Kafka, como Joyce, en su novela más atrevida, significa que no éramos reflejos de reflejos”.
Sus libros de poesía fueron breves, no así su intensidad. “La obra de Salvador Novo —sostiene Octavio Paz—, es breve y la porción que me interesa fue escrita en diez años. XX poemas se publicó en 1925 y Frida Kahlo en 1935”.
Su poética fue reunida, en su mayoría, en Salvador Novo: Poesía (FCE, 1961) y reeditada años después. Carlos Monsiváis escribió: “En los siete u ocho poemas perfectos de Nuevo Amor, seguramente lo más intenso de la producción de Novo, el personaje arduamente construido se desvanece. Ni vanidad, ni frivolidad, ni ironía. Novo se enfrenta a su condición amorosa e intenta apresarla, más allá del recuerdo y la vivencia, como algo definitivo, que está ocurriendo porque no dejará de ocurrir.”
En 1964, Emmanuel Carballo le publicó Toda la Prosa. En el prólogo, Novo los presenta: “…estos mis hijos pródigos se congregan para tender la mano, por mí conmovidamente presentados, a la que el lector les conceda”.
Sus conocimientos y publicaciones sobre la capital del país le valieron para que se le nombrara como Cronista de la Ciudad de México. En sus últimos años, Novo le regaló unos versos de su autoría a Lola Beltrán que fueron musicalizados tiempo después. El resultado es la canción Cuenta perdida: «Nos volvimos a encontrar/ después de tanto/ que al mirarte/ me dio un vuelco el corazón…»
Entró en agonía a finales del año de 1973. La prensa estaba atenta sobre la salud del cronista. El poeta Elías Nandino fue su amigo en ciertos periodos. Al conocer de su enfermedad, fue a visitarlo. Al salir del hospital le preguntó la prensa: “¿Cómo está el maestro Novo?” Nandino contestó: “Anonadado.”
Jacobo Zabludovsky lo visitó también. “Estaba Salvador Novo en un hospital del Centro Médico. Y no nos dejaban pasar. Entonces usé mis influencias (…) Pasé y ese fue un gravísimo error del que me arrepiento. Encontramos a Novo en un cuarto muy caluroso, cubierto sólo con una sábana, prácticamente desnudo. Cuando nos vio tuvo un gesto de vergüenza. Y nosotros de tristeza porque lo vimos sin peluca, sin dientes, casi sin vestir. Cuando me di cuenta ya era tarde. Le dije:
—Maestro, nomás quisimos venir a saludarlo. Ya nos vamos.
—Sí, adiós Jacobo, adiós.
Y esa fue la última vez que nos vimos. Unos días después, murió.
Salvador Novo falleció en la Ciudad de México el 13 de enero de 1974. Entre los premios que recibió destaca el Nacional de Letras en 1967.
De Nuevo Amor
Al poema confío la pena de perderte.
He de lavar mis ojos de los azules tuyos,
faros que prolongaron mi naufragio.
He de coger mi vida deshecha entre tus manos,
leve jirón de niebla
que el viento entre sus alas efímeras dispersa.
Vuelva la noche a mí, muda y eterna,
del diálogo privada de soñarte,
indiferente a un día
que ha de hallarnos ajenos y distantes.