Los conquistadores españoles y sus aliados vieron por última vez la ciudad Tenochtitlán sobre la cual se construyó la Ciudad de México: hasta finales del siglo XVIII, durante las mejoras a la ciudad, surgieron la Coatlicue y la Piedra del Sol, vestigios de la antigua civilización, la revancha de Moctezuma.
Así lo explicó el Director del Proyecto Templo Mayor, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Leonardo López Luján, en la conferencia magistral “La revancha de Moctezuma: arqueología en el corazón de la Ciudad de México”, en el marco de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar.
La revancha, más que una venganza, fue la recuperación de la antigua civilización sepultada hasta la época ilustrada del siglo XVIII, durante la reforma urbana de la Ciudad de México que, como efecto colateral, reveló dos monolitos: la Coatlicue y la Piedra del Sol que representan la guerra, la muerte y la astronomía mexicas.
“Los recuperaron en la época de la Ilustración cuando todos los vestigios de aquella gran civilización ya no eran considerados piedras del demonio y ya no eran destruidos”, dijo.
A partir de esos hallazgos, según López Luján, inició el rescate y los descubrimientos arqueológicos, pese a las guerras del siglo XIX y a los saqueos de piezas que permanecen en el extranjero, que suscitaron exploraciones arqueológicas formales como la de Manuel Gamio, que determinó la ubicación exacta del Templo Mayor.
De acuerdo con el arqueólogo, la mayor riqueza petrolífera del mundo en México se tradujo en el deseo de recuperar el pasado como símbolo de orgullo e identidad nacional, un gran proyecto arqueológico propiciado por el Presidente José López Portillo, el empresario Manuel Espinoza Yglesias y el historiador Gastón García Cantú, Director General del INAH en 1978.
“Entonces escogen al joven arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, a quien invitan al lugar del hallazgo y quien encabeza un nuevo proyecto que al hoy día acaba de cumplir ni más ni menos que 45 años, el Proyecto del Museo del Templo Mayor”, explicó.
Las excavaciones en el Templo Mayor continúan. Los recientes trabajos apuntan a la localización de las cenizas de tres soberanos mexicas: Axayácatl, Tizoc y Ahuizotl en el edificio circular de Cuauhxicalco. Sin localizar las cenizas, hallaron la lápida de Tlaltecuhtli, la Señora de la Tierra, informó.
“La emoción fue tal cuando encontramos eso, las lápidas que cubrían una cavidad que, cuando la destapamos, no había ninguna tumba real, sino la ofrenda más rica jamás descubierta en la historia de la arqueología mexica: más de 12 mil objetos en su interior, una cosa brutal, maravillosa; fue realmente apasionante”, relató López Luján.
En el sitio localizaron minerales, piedras preciosas, oro, microrrestos botánicos, osamentas humanas y de animales, artefactos de cerámica y obsidiana, entre otros tesoros.
López Luján agradeció al recientemente fallecido Coordinador de la cátedra, Raúl Padilla, por la invitación al foro y de quien afirmó, dejó una profunda huella en Jalisco.
“A quien debo mi presencia en este paraninfo que, al igual que los personajes de Julio Cortázar, emprendió súbitamente y en el momento menos esperado, una de esas insondables travesías, dejó entre nosotros una profunda huella de su estancia pasajera en esta tierra jalisciense”, dedicó el arqueólogo.
La presentación de López Lujan estuvo a cargo de la investigadora del Departamento de Estudios Mesoamericanos y Mexicanos del CUCSH, Susana Ramírez Urrea.