«Oficio de tinieblas», una poderosa novela

En este libro Rosario Castellanos logra retratar un hecho histórico, el levantamiento de los indígenas chamulas en San Cristóbal en el siglo XIX, con una gran fuerza y sentido estético, sin caer en lo ideológico, alejada de la propaganda política y religiosa

Jorge Martín Bocanegra

La noche de los indios. Un olor de resina quemada,
un murmullo de hojas quebradiza, un aullido remoto.

Oficio de tinieblas 

En una entrevista que Margarita García Flores (Cartas marcadas, UNAM 1979) le hizo a Rosario Castellanos, leemos lo que ésta dijo respecto de su novela Oficio de tinieblas (1962 / 1986): “El oficio de tinieblas se reza, por la liturgia católica, en el viernes santo. Escogí este nombre porque el momento culminante de la novela es aquel en que un indígena es crucificado, en un viernes santo también, para convertirse en el Cristo de su pueblo. Y porque además la palabra tinieblas corresponde muy bien al momento por el que atraviesan tanto los indios como los ‘blancos’ que los explotan, en Chiapas”.

También en otra entrevista, pero ésta realizada por Emmanuel Carballo (Diecinueve protagonistas de la literatura mexicana del siglo XX, Empresas Editoriales, 1965), Rosario Castellanos aclara que su novela Oficio de tinieblas está basada en un hecho histórico: “el levantamiento de los indios chamulas, en San Cristóbal, el año de 1867. Este hecho culminó con la crucifixión de uno de estos indios, al que los amotinados proclamaron como el Cristo indígena”.

El alma de la novela referida está en ese impresionante ritual -la crucifixión- al que se ve sometido Domingo Díaz Puijla, hijo de Catalina Díaz Puijla y de Pedro González Winiktón. Asimismo, el cuerpo de la novela está ofrecido en el marco de una historia de poderes instituidos a partir de la Colonia (Iglesia, terratenientes y gobierno) y asegurados -tal continuidad de poderes- en el México independiente, donde los indios, particularmente los chamulas, son (o ¿eran?), ante la mirada de los ladinos -los “blancos”- seres despreciables, seres que sólo merecían el fustazo y la burla, seres de los que había que desconfiar siempre, en fin, seres despojados de todo valor y cualidad humana.

Desde luego, bajo una condición histórica tal, donde las víctimas resultan claramente definidas, se corre el riesgo de acabar pintando un mural con las formas y las tonalidades de una política ideológica y propagandística. Sin embargo, Oficio de tinieblas está muy lejos de ser un mural con tales características. Rosario Castellanos sabía que, al trabajar con un tema de tal envergadura, podía caer en las trampas de la conmiseración o en las garras del odio. Es por esto, cómo ella misma aclara en la entrevista que le hizo Margarita García Flores, que “El arte tiene, ante todo, el deber de ser arte. Como fenómeno social que es, puede teñirse de propaganda política, religiosa, etc. Pero esta propaganda no será de ninguna manera eficaz si no se subordina a las exigencias estéticas.”

Hay una teoría que señala que quien narra no es quien escribe, y quien escribe, tampoco es quien escribe. Esta teoría, en cierto modo, apunta a la idea crítica de si existe verdaderamente alguien llamado “el autor” o “la autora”, esto es, si es posible asegurar que el autor o la autora son los creadores de una obra original, de una obra cuyo origen no tiene precedente alguno, que todo en dicha obra es producto de un origen divino.

Continuar explorando y exponiendo en el rumbo de la obra original y de la existencia de un autor o autora como demiurgo, esto es, como el ser en el que yace un principio activo del mundo, llevaría a hurgar -insatisfactoriamente, sin duda- en los corredores laberínticos de la historia de la palabra, ya como signo de oralidad o ya como signo de escrituralidad.

Se ha dicho de tantas maneras -para decir siempre algo semejante- que la imaginación es hija de la memoria; y la memoria, como sabemos, posee sus muy particulares mecanismos de activación cuando se quiere comunicar un hecho, y más si este hecho importa ser comunicado con intenciones estéticas.

El propósito de apuntar hacia dicha teoría, sin embargo, fue para advertir la distancia que hay entre la persona llamada Rosario Castellanos (en su memoria) y la voz narrativa -entre otras voces- que se expresa en Oficio de tinieblas (en la imaginación creativa). Citamos:

No son inocentes, ingeniero. Lo que se estaba fraguando en la cueva ha sucedido ya antes. Lea usted nuestra historia: sublevaciones en 1712, en 1862, en 1917. ¿Por qué no ahora? […]

Si consideramos las palabras que Rosario Castellanos le entregó a Emmanuel Carballo en la entrevista que citamos arriba, nos llama la atención lo que ella dijo respecto del hecho sobre el que se basó para escribir la novela: “el levantamiento de los indios chamulas, en San Cristóbal, el año de 1867”. Vemos cómo tal referencia histórica del levantamiento chamula acaba resultando extraña ante el fragmento que acabamos de citar. Con otras palabras, pensamos que entre memoria e imaginación existen distancias inevitables.

Así también, pero en otro sentido, está en juego la idea estética que Rosario Castellanos le expresó a Margarita García, en torno a que “El arte tiene, ante todo, el deber de ser arte”. El juego radica en observar hasta qué punto la novela de Rosario Castellanos logra -ante esta idea deontológica del artista y lo que hace con su obra- hacernos experimentar intensamente mediante todos los episodios en que se expresa Oficio de tinieblas.

Argumentar lo suficiente para despejar las dudas que pueden ocurrir si consideramos la totalidad del juego en la idea que acabamos de subrayar, nos llevaría a escribir en extenso todo un ensayo en varios capítulos. Lo que sí podemos advertir, de manera sumaria, es que Oficio de tinieblas está mucho más allá de ser una obra ideológica.

Como fenómeno social que fue el levantamiento de los indios chamulas, y ante el constante despojo y la habitual explotación que sobre de ellos se venía haciendo desde muchos años atrás, Oficio de tinieblas está, efectivamente, más del lado de las exigencias estéticas que del lado de la propaganda política y religiosa. Con esto queremos significar que lo ideológico no está ausente, pero tampoco es un obstáculo que nos impida experimentar las fuerzas energéticas que impulsan los diferentes hechos que consuman el valor literario de la poderosa novela de Rosario Castellanos.

Género: Ficción

Año de publicación original: 1962

Editorial: Fondo de Cultura Económica

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