Guillermo Jiménez, uno de los grandes de Zapotlán

Al acercarse los aniversarios, tanto de nacimiento como de fallecimiento del escritor y diplomático, preparan en Ciudad Guzmán una breve edición de sus textos reunidos

Juan José Arreola fue el principal divulgador de la obra de Guillermo Jiménez. Exponía, además, la trayectoria de este autor y diplomático nacido en Zapotlán. Detallaba, festivo, la anécdota de cuando Venustiano Carranza pasó por esa ciudad (palabras más palabras menos):

“En la recepción, Guillermo lo miró detenidamente y exclamó:

—Sea usted bienvenido, caballero azul de la esperanza.

—Muchacho, ¿qué puedo hacer por ti?

—Quiero ir a París.

Y se fue. Becado por Don Venustiano”.

Los historiadores sostienen que ese encuentro no fue posible. Pero la anécdota contagiaba al grado de buscar, en vano, los libros escritos por Jiménez.   

Arreola contaba otra historia: “Para apoyar los gastos de la Feria Josefina, Guillermo Jiménez regaló una parte de las ganancias de su libro Zapotlán. En una de sus páginas se cuenta la historia de un sacerdote que tuvo amores con una muchacha. Eso no le gustó al señor cura. Y lo prohibió. Cuando las personas iban a confesarse les preguntaba:

—¿Tienes el libro Zapotlán?

—Sí.

—Tráelo a la sacristía. Si no, no hay absolución.

Dicen que un domingo, al salir de misa de doce, el cura los bañó con petróleo y les prendió fuego”.

Arreola se arropaba con esta inquisitorial acción y más de una vez contó que su libro La feria estuvo a punto de correr la misma suerte. Sostiene en ¿Te acuerdas de Rulfo, Juan José Arreola?: “¡Cómo! ¿En Zapotlán poner a una escuela Juan José Arreola? ¡Pero si quemamos La feria a las puertas de la parroquia!”. Volvemos a los historiadores: no hay registro de las dos citadas quemas.

Un registro, es de suponer fidedigno, lo escribió san Rodrigo Aguilar Alemán, oriundo de Sayula en su libro Mi viaje a Jerusalén. Era el martes 11 de noviembre de 1924. Él deambulaba por las calles del Puerto de Veracruz; ignorando que el reloj ahí va una hora atrasado. Le dice Guillermo Jiménez: “…si vas a embarcarte, llegas tarde, corre y vámonos volando, porque falta un instante para la partida”.  

Poco a poco aparecen, por aquí y allá, noticias breves de Guillermo Jiménez. Por ejemplo, Julio Jiménez Rueda citó sólo su nombre en su Historia de la Literatura Mexicana (1928) junto a Antonio Castro Leal y Agustín Yáñez.

Inquietudes Imprevistas son textos reunidos por la casualidad. Al archivarlos se hizo honor a las recomendaciones de Arreola y por supuesto a la escritura de Guillermo Jiménez. A falta de Obras Completas, la recopilación de artículos es bienvenida. Agradezco a Adrián Gil Pérez, cronista de Tamazula, el haberme facilitado los textos que se publicaron en Vigía, el legendario periódico zapotlense dirigido por Esteban Cibrián. A Fernando G. Castolo, cronista de Zapotlán el Grande, el que me haya permitido el texto “El enfermo”; además de ser el principal promotor de esta edición. Y por supuesto, a la Hemeroteca del periódico El Informador.

En estos escritos se manifiesta lo que Fernández Ledesma calificó al leer el libro de Jiménez Constanza: “…dueño de una aristocrática emoción”. Y afrancesada se le suma si se lee el texto “Mlle. Mistinguett y su amuleto” que se refiere a la vedette y actriz Jeane Bourgeois que hizo famosa la canción Mon Homme (1920). Después de ella, la grabaron, entre otras, Edith Piaf (1940) y Sara Montiel (1958) que la cantó en la película La violetera. En otros textos incluidos en esta plaqueta, Jiménez describe costumbres frívolas de una parte de la sociedad, como en “Balloon-Squash, baile de moda”.

Alfonso Reyes y Guillermo Jiménez cultivaron amistad. Se advierte en el texto “En elogio de la vanidad y del orgullo”. Quizá porque ambos trabajaban en Relaciones Exteriores. Otra: la señora madre de don Alfonso, doña María Maximiana Aurelia Ochoa Zapién era originaria de Zapotlán el Grande; nació en esa ciudad el 19 de agosto de 1854. [Dato al margen. En el acta de nacimiento de Alfonso Reyes (29 de mayo de 1889), su padre, el Gral. Reyes, afirma que su esposa tiene 32 años de edad “…originaria de Ciudad Guzmán…”. En el acta de matrimonio de don Alfonso con Manuela Mota (17 de julio de 1913), se asienta que “…la señora Aurelia Ochoa de Guadalajara de 51 años…” En la primera acta, su esposo le resta dos años de edad; en la segunda, ella, coqueta, se quita un poco más.]

En el artículo “El teatro de André Gide en español”, Jiménez sostiene que Reyes le pidió a él y a otro escritor de París “…algunas notas bibliográficas sobre André Gide en España y América,” Don Alfonso las publicó posteriormente en su Monterrey, 26 fichas bibliográficas con fecha marzo de 1933. El otro escritor fue Joaquín García-Monge.           

Es conocido que Guillermo Jiménez les enviaba libros a sus amigos de Zapotlán, entre ellos a don Alfredo Velasco Cisneros. Era: “…un Buda bondadoso y jocundo…,” como lo calificó Preciado Zacarías, y se los permitía a varios zapotlenses, entre ellos a Arreola, para su lectura.

Al acercarse los aniversarios, tanto de nacimiento como de fallecimiento de Guillermo Jiménez (Ciudad Guzmán, 9 de marzo de 1891—Ciudad de México, 13 de marzo de 1967), Fernando G. Castolo, decidió hacer una breve edición con los textos reunidos. Pidió el permiso a Constanza, nieta de Guillermo para volverlos a publicar; ella, desde la Ciudad de México, le expresó: “Vuelven a la luz”.

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