Algunos artistas viven de la música; otros, viven para ella. A estos últimos perteneció el pianista Ryuichi Sakamato, quien se entregó a las partituras hasta el último día. Ganador de un Oscar y un Globo de Oro por mejor banda sonora y uno de los precursores de la música electrónica, Sakamoto dedicó más de 50 años de su vida a encontrar un concepto personal de la música. Su majestuosidad llegó a tal grado que, incluso, parecía ver el sonido y reinterpretarlo. Tuvo un proyecto el cual consistía en captar las vibraciones que producían los árboles con el movimiento del viento y traducirlas sonoramente mediante las frecuencias que generaban.

Desafortunadamente, el gran pianista perdió la lucha contra el cáncer el año pasado, una enfermedad que cambiaría el rumbo de su carrera pero que no lograría doblegarlo; en sus composiciones hallaría la resiliencia necesaria para continuar.

Ryuichi sabía que el final se acercaba, pero no se iría sin dejar una última entrega como testamento a la música por todo lo que significó. Él solía decir: “Lo difícil no es hacer música para las demás personas, lo difícil es hacer música para mí y que esté satisfecho con el resultado”. Y antes de partir decidió tocar una última vez. Esto quedó grabado en Opus, álbum póstumo que se estrena este viernes 9 de agosto y que es la muestra final del genio compositor que siempre fue.

Homónima de su álbum póstumo, se estrenó la película que mostraría la sesión de grabación del disco. En ella se observa a un Ryuichi agotado, con lágrimas mientras interpreta, pero al mismo tiempo dando la mejor presentación de su carrera. Quizá abrazaba a la muerte en ese instante y la recordó como a una vieja amiga. La nota más difícil llegó, la que anunciaba el inminente final. Lo que no sabía es que, en ese momento, con tan solo un piano y sentado en un banco, Ryuichi pasaría a la inmortalidad.