Un accidente a las afueras de su trabajo le quitó la vida horas después a Máximo Rivera Ríos. Era el 2 de junio de 1981. En su acta de defunción se asienta la causa: “Politraumatismo provocando hemorragia interna por estallamiento de vísceras”. Cuarenta y tres años fue el lapso de su vida.

Rivera Ríos nació en San Francisco del Rincón, Guanajuato, el 24 de febrero de 1944. Estudió la Primaria en su ciudad natal (1950-1956); la Escuela Secundaria en la Universidad de Guanajuato (1956-1959); el Bachillerato (1962-1964) y la Escuela Normal (1959-1962) en Lagos de Moreno; Ingeniería Mecánica Eléctrica en el ahora CUCEI de la Universidad de Guadalajara (1964-1969), y Relaciones Industriales en el Instituto Tecnológico Regional de Ciudad Guzmán, Jalisco (1970-1972).

Fue maestro de primaria y de secundaria. También de preparatoria y en el Tecnológico, estas dos últimas en Ciudad Guzmán. Laboró en Cementos Tolteca, división Zapotiltic (1969-1980). En este último año, Máximo Rivera escribió su Curriculum Vitae de donde se obtienen los anteriores datos.

Como joven maestro, Máximo Rivera Ríos, en el año de 1966, utilizaba su tiempo libre para organizar a la Colonia Laguense radicada en Guadalajara. Tenía la intención de dotar a su Primaria Federal Mariano Azuela de la Unidad Clemente Orozco con un busto en bronce del escritor alteño. En el año de 1979, fue padrino de la Generación de Egresados Técnicos del Tecnológico de Ciudad Guzmán. Por ese tiempo combina sus actividades laborales con las culturales: leyó sus cuentos en Sayula, Jalisco y en el Exconvento del Carmen. Fue vicepresidente del Taller de Bellas Artes de Zapotlán en el año de 1978. Organizó conciertos musicales en Zapotiltic desde su cargo como Secretario de Relaciones Públicas de la Cementera (1977).

Se tienen registros de algunas publicaciones de Rivera Ríos en los siguientes sitios: Revistas de la UdeG: Universidad, donde publicó los cuentos “Petra Calán” y “El Chadadán”; en Esfera el cuento “Edipo”; ambas revistas dirigidas por el poeta Ernesto Flores. Otros sitios: en el Suplemento Cultural de El Informador (30 de agosto de 1981) se divulgó el texto: En memoria de Máximo Rivera, autoría de Ernesto Flores. Consta de un breve comentario a la obra del escritor y los cuentos: “Petra Calán”, “El Chadadán” y “La ira”. En la Revista Campo Abierto (1981) dirigida por el poeta Elías Nandino, se publicó el cuento: “El tiempo lo miden los trenes que van y vienen”, más un breve currículo que cierra con el aviso: “Falleció el pasado mes de junio”. La revista El Cuento (1988) publicó el cuento “El Chadadán”. Fue miembro del grupo zapotlense Arquitabre y del Seminario de Cultura Mexicana corresponsalía Ciudad Guzmán.

Como cuentista, sus maestros Elías Nandino y Ernesto Flores lo recordaban con afecto. Ambos tenían un legajo, en fotocopias y engargolado, con los cuentos de Rivera Ríos. Esta recopilación fue pensada por el autor para un concurso. Posteriormente fue la base para la publicación del libro Una cita en la escalera editado por la Universidad de Guadalajara/Xalli, en 1992. En la publicidad para su lectura en Sayula, se anexó una brevísima entrevista con Rivera Ríos (Galerías. El Informador. 17 de noviembre de 1973). Ahí sostuvo: “En cuanto a mis escritos, me he dejado llevar por una pura intuición basada en lo que mis oídos niños escucharon en el rancho, en los dichos y supersticiones y en los modismos que esta región usa como lenguaje cotidiano”.

En la Antología del cuento jalisciense (1991), Ernesto Flores incluyó el cuento “El Chadadán”. La última actividad que se tiene registrada donde se difundió la obra de Rivera Ríos, fue la publicación del cuento “Carta a Vicente” en Cartulario (2018). Este texto fue incluido a petición de Vicente Preciado Zacarías, por lo siguiente: “Esta carta, —le comentó al compilador y cronista de Zapotlán el Grande, Fernando G. Castolo—, está dirigida a mi persona”. De mi parte, le agradezco al cronista el que me haya permitido el acta de defunción de Rivera.

Quedan muchos datos por investigar sobre la vida y obra de Máximo Rivera Ríos. Entre ellos, en la cuarta de forros del libro Citas en la escalera, el editor informa: “…murió en 1981 (…) en un accidente que nunca se aclaró de manera suficiente”.

El Chadadán

Máximo Rivera Ríos

Cuento las vigas: una, dos, tres, cuatro, llego hasta quince, me confundo. La perspectiva las une y vuelvo a contar como si subiera una escalera; luego veo la grieta que baja por los adobes encalados; el ropero lleno de ropas viejas en una fila apretujada de cuerpos descabezados; encima el pianito, las flores de papel, los calendarios, las fotos, la muñeca sin ojos, el reloj mudo.

Echado en el camastro, el abuelo respira con la boca abierta, el sombrero cubriendo los ojos.

Desamparado en la inmensidad del gran cuarto, a merced del silencio de la tarde, los quejidos de madera vieja, el rechinar de la cama, temeroso de bajarme me siento como náufrago sobre una frágil tabla.

El Chadadán, el loco que persigue y que se roba los niños, se esconde bajo las camas, ahí paciente espera, los coge por los pies y los arrastra hasta la oscuridad húmeda y polvosa.

¿A cuántos habrá sorprendido?

¿Cómo podrá vivir, bajo el rechinar, sobre el ladrillo húmedo y frío?

¿Por qué la criada nunca lo ha barrido?

El miedo me atormenta. Tengo veintiocho años, he regresado para acabar con ese temor infantil, con ese juego de niños. No despertaré al abuelo, bajaré sin su amparo, levantaré las barbas de la colcha.

Se levanta la colcha. Entre la basura y pelusilla está el cuerpo momificado de El Chadadán, muerto de aburrimiento.

Marzo 17 de 1973.

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