Ángeles Cruz es una de las realizadoras más prolíficas y comprometidas dentro de la cinematografía mexicana, además, cuenta con una voz contundente dentro y fuera de las pantallas, lo que la convierte en una verdadera artista en todo el sentido de la palabra. En Nudo mixteco, ya nos había entregado una obra que, con la simpleza aparente de la vida cotidiana, abordaba situaciones complejas como el abandono, la perdida, la soledad y la muerte, esta última siendo abordada con mucha delicadeza, pero desde una arista que los espectadores comunes no estamos acostumbrados a ver.

En Valentina o la serenidad, Cruz retoma el tema de la muerte desde un ángulo parecido, pero desde una perspectiva sumamente distinta, el de una niña que pierde a su padre, esto situado en una comunidad apartada de las grandes ciudades.

Como es usual en el cine de Cruz, y como parte de su compromiso con su comunidad, las historias se abordan desde las poblaciones más aisladas del centro del país, nutriendo el relato de costumbres y de formas de ver la vida distintas. La película es una joya que no por enfocarse en el fondo descuida la forma, es bella en todo sentido.