La presentación de un catálogo impreso cerró la exitosa exhibición de In situ, de Lorenza Aranguren, en el Museo de las Artes (MUSA) de la UdeG; que al mismo tiempo abrió un nuevo horizonte creativo para la artista, quien salió de su zona de confort técnico, exploró lo figurativo, superó problemas de salud y se aventuró en el uso del azul ultramar.
Un parteaguas de vida y artístico que en In situ no refleja conflictos externos, sino sus soledades, angustias y esperanzas.
La exhibición abstracta de la autora estuvo del 12 de julio al 20 de octubre de este año, con una asistencia de 33 mil personas, quienes apreciaron la exposición en las salas 8, 9 y 10 de la planta alta del museo con obra de cerámica, gráfica, pintura y tapiz.
“Tuve un apretón de tuerca bastante fuerte, y se encaminaba hacia un proyecto sobre textiles y grabados, y del que estábamos todos muy emocionados, resulta que me enfermo. Después de meses volví a mi taller. Me confirmaron la fecha de la exposición. Y ahí pienso que ya era otra, porque había salido alguien y entraba otra con algunas pérdidas. Me hice el ánimo de mi nueva condición y esta serie de obras me ayudó a salir adelante”, compartió Aranguren.
Tras 14 años de agotar la técnica de la encáustica regresó a los grabados, a la fotografía y al óleo.
“En In situ soy yo y mis circunstancias, como la frase de Ortega y Gasset. Cosa rara en mi obra, ahora el concepto fui yo misma. Nunca lo hubiera pensado así porque mi inquietud siempre ha girado alrededor de la cuestión y el comportamiento humano y el tiempo. Pero en esta ocasión no, y no entiendo por qué, pero así fueron dándose las cosas”, dijo la artista plástica.
Explicó algunos rasgos de su obra, de la que destacó la figura del caminante que recorre todo In situ, que reinterpreta en su obra desde hace seis años. Ahora, en la reciente exposición recorre la saturación de las ciudades y las multitudes, espacios que ve como indiferencia y soledad.
“En este momento, yo la vuelvo a interpretar, la reinterpreto y, definitivamente, este caminante ahora soy yo. Así me vi, realmente soy yo. Y, a veces, ese caminante recorre tramos de una tremenda oscuridad”, describió Aranguren.
Las escaleras la obsesionaron durante el proceso creativo. Y, por otra parte, la representación de cables eléctricos se convirtió en un símbolo de energía y fuerza. Y en los árboles sin hojas, en el invierno, el futuro retoño y una actitud positiva por la mejora física, dijo.
María Fernanda Matos, quien ha dirigido museos de Guadalajara, Puebla y la Ciudad de México, destacó el rigor técnico de Aranguren que, en algunos cuadros, describe el ambiente urbano con melancolía, silencio, soledad y reflexión como el reflejo de sus experiencias y parte de la realidad que representa en “esta suerte de archivos que resguardan la memoria de un momento vivido”.
“Esto no es casual, sino que, más bien es el resultado de las imposiciones que obligaron al artista a una circunstancia que deja plasmada sobre el lienzo. Estos contrastes, en este diálogo entre figura y abstracción destaca la unidad en el diseño del espacio y la discreción en el uso del color”, explicó Matos.
Ricardo Duarte, coordinador de Artes Plásticas, Visuales y Digitales de la UdeG, celebró la expresión abstracta de Aranguren, una de las artistas vigentes de la escena local, donde predomina lo figurativo, y ella no quita el dedo del renglón con una propuesta de abstracción a partir de imágenes concretas y de su reconfiguración.
“Esa capacidad que tiene de construir y deconstruir la propia imagen bajo esta visión de la abstracción es algo que admiro y celebro mucho en la capacidad discursiva y creativa de Lorenza. Muchas de estas imágenes se fueron transformando y convirtiendo en un universo infinito de posibilidades”, declaró Duarte.
Lorenza Aranguren agradeció a la Directora del MUSA, Maribel Arteaga Garibay; al Coordinador de Exposiciones, Moisés Schiaffino y a la Coordinadora de Comunicación y Difusión del museo, Sandra Reyes, por la colaboración durante la exposición y el diseño del catálogo de In situ.