Nina Simone solía decir que la música era una fuente para convertir la rabia y frustración en algo hermoso. Su presentación en Montreux (1976) marcaría un hito para la música del mundo entero. Era una época en la que Luther King era considerado un estandarte para Simone, quien, desafiante y firme, gritaba al micrófono que era libre, que siempre lo fue.

36 años después, la influencia de la sacerdotisa del soul llegaría a varias generaciones de cantantes, en especial a la de una joven que llevaba el jazz, r&b y soul en la sangre y que haría de su disco Sing to the Moon uno de los mejores debuts.

“¡Ella no para, ella no para!”, se convierte en un mantra que Laura Mvula repite al menos 12 veces con un tono afligido, en un fondo de notas motivantes en el instrumento de cuerda que la abrazan e impulsan a seguir.

La voz de Mvula es delicada al oído y sus manos, suaves a las teclas del piano. Sobresale cuando toca con orquesta, pero es suficientemente autónoma artísticamente para hacer las cosas sola a la perfección. “She” cuenta con innumerables versiones, pero interpretada en piano de cola es una pieza magistral. Navega en la melancolía de letras que hablan de “ella”, una persona que lucha y, ante la adversidad, se pone de pie y continúa.