Conciencia en pro de todos

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    Es triste ver los ríos convertidos en cloacas, los bosques talados, montañas erosionadas, cañadas y barrancas habilitadas como basureros, arroyos secos, lagos muertos o en vías de extinción, etcétera.
    Esta antiestética postal ha sido vista, por generaciones y generaciones, como un mal necesario, la encarnación menos amable del “progreso”, el precio que inevitablemente debe ser pagado para que una comunidad o una nación prospere, se desarrolle, modernice.
    En un medio como el nuestro, las preocupaciones ecológicas son algo que no acaba de llegar. Dígalo si no el hecho de que, en pleno siglo XXI, la segunda ciudad del país no trate sus aguas negras y las descargue sobre el río Santiago. Dígalo la forma como fue estrangulada el Agua azul, cómo el bosque los Colomos fue reducido a parque y la Primavera va para allá. O dígalo el descuido crónico de la laguna de Cajititlán (en la que descargan, sin tratamiento, las aguas negras de Tlajomulco y poblaciones cercanas) y del mismísimo lago de Chapala, embalses a los que la naturaleza o la virgen de Zapopan (que no es lo mismo, pero es igual) han salvado de nuestra gravísima incuria.
    Hasta ahora, entre nosotros, el término “desarrollo sustentable”, que en otros ámbitos representa la hazaña civilizatoria de dar cauce a los adelantos industriales sin afectar el medio, ha sido punto menos que simple y vulgar palabrería.

    Fernando ílvarez González,
    estudiante del CUCS.

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