No tiene ciencia

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    Suena el despertador. Un día más de labores en esta nerviosa ciudad, donde la gente anda a tropel y el sistema de vida nos arrastra de manera inevitable.
    Levantarse y al mismo tiempo realizar ejercicio. Bañarse y al mismo tiempo afeitarse. Vestirse mientras comemos algo. Trabajar mientras estamos trabaja y trabaja. Al mediodía, en vez de comer, aprovechar para pagar algún impuesto.
    Esto y lo otro es visto como algo natural: no perder tiempo. Pero, ¿en realidad nuestras actividades tienen la calidad que merece cada momento?
    Einstein quedaría sorprendido de lo que sucede en Jalisco al mismo tiempo: crisis en Puente Grande, secretarios de gobierno que rehúsan devolver su bono, nodos por donde quiera, sin que cese el caos vial, fraudes y desempleo, ejecutados, suicidios, víctimas del transporte público.
    Estos son algunos demonios que palpitan en los corazones de cada tapatío. La corrupción que viaja a la velocidad de la luz. Tan rápido que todo el mundo sabe de esta, pero nadie la ve.
    Lo cierto es que si Newton viviera, no le hubiera caído una manzana (porque ya las habrían robado), sino estiércol de políticos que cada fin de sexenio preparan todas sus artimañas en busca de su único fin: poder. Claro, sin importar las consecuencias de su acto.
    Si para toda acción existe una reacción, ¿por qué no comenzamos por mejorar nuestra vida física y espiritual, para después cambiar el entorno?
    No esperemos a que la antigua ciudad de las rosas quede convertida en el segundo piso del DF, a que en un futuro debamos decir: “Robo y luego existo”.
    Hacerlo no tiene ciencia, solo honestidad.

    Rocco Palomera.

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