“Viene, viene, viene”, indica el apartalugares a una inexperta señora que tarda un poco más de tiempo en estacionar su vehículo a las afueras del mercado Corona. Atrás de ella, una cola de coches la presiona a bocinazos para que se apresure.
Al confirmar que dejó bien acomodado su automóvil, de inmediato es abordada por el apartalugares de la zona, al tiempo que le ayuda a abrir la puerta.
—¿Una lavadita a su coche, seño? —pregunta Rogelio Martínez, el apartalugares de la calle Hidalgo.
—¿Cuánto me cobras?
—20 pesos, pero se lo dejo como nuevo.
La señora acepta el trato. “No tardo. Ahí te lo encargo”, dice antes de retirarse.
Botes de plástico
En las inmediaciones del club Guadalajara, en la calle Colomos, alrededor de las siete horas, los botes de plástico empiezan a aparecer en lugares estratégicos.
Al menos cinco apartalugares controlan toda la zona, la que pronto estará saturada, tanto por los que asisten temprano al club Guadalajara, como por los estudiantes y maestros del American School.
Pedro, un hombre robusto y mal encarado, controla los espacios de la calle Managua, que corre de Filadelfia a Colomos, paralela a López Mateos. Aparta todos los días, con algunos botes y sillas de plástico, cerca de cinco espacios para sus clientes. Ya lo conocen. Son lugares “exclusivos” para quienes laboran cerca de ahí.
—¿Nadie puede estacionarse ahí, jefe? —le preguntamos.
—Lo que pasa es que ya están apartados, pero si alguien quiere estacionarse, tengo un lugarcito.
Los mejores sitios, los que están bajo las sombras de un frondoso ficus, son para quienes tienen arreglos con él. Los otros, para el que “llegue primero”.
Iniciativa de ley
Esta escena se repite todos los días y a todas horas, sobre todo en los sitios más concurridos de la zona metropolitana de Guadalajara.
El regidor panista de Guadalajara, licenciado Paulo Colunga Perry, presentó una iniciativa al ayuntamiento para “reformar el Reglamento de policía y buen gobierno y regular o sancionar a quienes pretendan hacer de las vías públicas un espacio privado”.
La ley vigente señala que nadie debe obstruir la vía pública. “Impedir el libre tránsito de las personas o vehículos y obstaculizar con botes o enseres domésticos las calles o las avenidas, quedó prohibido en Guadalajara desde finales del año pasado”.
La idea es que los apartalugares no se apropien de las calles, porque “el servicio que prestan es para recibir una propina voluntaria y de ninguna manera obligatoria por parte de los ciudadanos”.
“Queremos regular el uso de las calles y hacerles entender que son públicas y no de su propiedad, que pueden hacerse acreedores a una sanción y hasta ser detenidos por la policía, para que los remita a los juzgados”.
Agrega que buscan corregir un problema que a las personas les molesta mucho: que las obliguen a pagar una cuota por estacionarse en las calles, pero también abrir espacios para quienes han encontrado en esta actividad una opción económica ante el desempleo.
íšltima opción
Colunga Perry señala que cuando presentaron esta iniciativa al ayuntamiento, descubrieron a personas sin trabajo o de la tercera edad que encontraron en las calles de la ciudad una última opción para allegarse recursos.
“Así que pensamos regular esta actividad y transformarla, para en vez de ser una molestia, constituya un servicio público ordenado. Pensamos que si los apartalugares obtienen un permiso semestral o anual y pagan una cantidad simbólica para que el ayuntamiento les otorgue un gafete y un uniforme, la ciudadanía podría identificarlos y nosotros controlarlos.
“La gente podría tener la certeza de ubicar, en la zona o calle en la que dejó su coche, a quien la ofendió porque no le dio una propina, ya que este servicio no sería obligatorio, sino voluntario”.
Aclara que no se trata de dar permisos para “rentar” las calles. Tampoco pretenden instaurarlos en toda la ciudad, sino solo en algunas zonas, como en los alrededores del estadio Jalisco, la plaza de Toros, Fiestas de octubre, algunos tianguis, zonas cercanas a edificios públicos o unidades administrativas y hasta bares y discotecas.
—¿No podrían sentirse “dueños” de las calles?
—Eso es lo que queremos evitar, precisamente. Por eso estarían registrados, para ubicarlos con facilidad y quitarles el permiso en caso de que hubiera quejas. La policía podría encargarse de verificar que estos “uniformados” cumplan con los requisitos que les pediremos.
Dueños de la calle
Cuestionado respecto a que en ciertas zonas, como el estadio Jalisco o las Fiestas de octubre son los dueños de las casas quienes obstruyen las banquetas y se consideran “dueños” de la calle, Colunga Perry señala que este problema “tendría otro tratamiento”.
“Estamos analizando tal situación, para que la persona que quiera brindar ahí un servicio, pague una cuota al ayuntamiento por el derecho de ofrecerlo como estacionamiento al público”.
—¿Cómo?
—Con un permiso. El que quiera dedicarse a eso afuera de su casa, que lo haga como un negocio.
—¿No sería grave otorgarles el permiso de utilizar las banquetas, si de por sí algunos ya se consideran dueños de las mismas?
—Sería un tratamiento distinto al que tienen los apartalugares. El caso está en estudio. Aclaro que la “renta” por el espacio que ocuparía el automovilista debe ser voluntaria y nunca obligatoria.
“Es ilegal que los dueños de las casas pongan botes para apartar la banqueta. La policía tendría que intervenir para evitar conflictos o pleitos entre vecinos. Eso es lo que tratamos de buscar, para que esas personas no sientan que las banquetas les pertenecen y puedan ser objeto de multas si contravienen dicha norma”.
—Las personas podrían interponer sus quejas.
—Claro, pueden hacerlo.
—¿Hay muchas quejas por ese motivo?
—No, porque no tenemos un lugar en dónde la gente pueda hacerlo. Pero sabemos que hay malestar por eso.
“Cuando se ventiló el tema de los apartalugares, hubo muchas llamadas, casi todas para manifestarse en contra de quienes acaparan los espacios en las calles”.