Hombre planetario

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(fragmentos)

II

Camino, mas o no avanzo.
Mis pasos me conducen a la nada
por una calle, tumba de hojas secas
o sucesión de puertas condenadas.
¿Soy esa sombra sola
que aparece de pronto sobre el vidrio
de los escaparates?
¿O aquel hombre que pasa
y que entra siempre por la misma puerta?
Me reconozco en todos, pero nunca
me encuentro en donde estoy. No voy conmigo
sino muy pocas veces, a escondidas.
Me busco casi siempre sin hallarme,
y mis monedas cuento a medianoche.
¿Malbaraté el caudal de mi existencia?
¿Dilapidé mi oro? Nada importa:
se pasa sin pagar al fin del viaje
la invisible frontera.

V

Eternidad, te busco en cada cosa:
en la piedra quemada por los siglos,
en el árbol que muere y que renace,
en el río que corre
sin volver atrás nunca.
Eternidad, te busco en el espacio,
en el cielo nocturno donde boga
el luminoso enjambre,
en el alba que vuelve
todos los días a la misma hora.
Eternidad, te busco en el minuto
disfrazado de pájaro,
pero que es gota de agua permanente
que cae y se renueva
sin agotarse nunca.
Eternidad, tus signos me rodean,
mas yo soy transitorio:
un simple pasajero del planeta.

VII

Amor es más que la sabiduría:
es la resurrección, vida segunda.
El ser que ama revive
o vive doblemente.
El amor es resumen de la tierra,
es luz, música, sueño
y fruta material
que gustamos con todos los sentidos.
¡Oh mujer que penetras en mis venas
como el cielo en los ríos!
Tu cuerpo es un país de leche y miel
que recorro sediento.
Me abrevo en tu semblante de agua fresca,
de arroyo primigenio
en mi jornada ardiente hacia el origen
del manantial perdido.
Minero del amor, cavo sin tregua
hasta hallar el filón del infinito.

XVI

Soy hombre, mineral y planta a un tiempo,
relieve del planeta, pez del aire,
un ser terrestre en suma.
írbol del Amazonas mis arterias,
mi frente de París, ojos del trópico,
mi lengua americana y española,
hombros de Nueva York y de Moscú,
pero fija, invisible,
mi raíz en el suelo equinoccial,
nutriéndose del agua de los ríos
y de la sangre verde que circula
por el frágil, alado cuerpecillo
del loro, profesor de ortología,
del saltamontes y del colibrí,
mis ínfimos aliados naturales.

XIX

Vendrá un día más puro que los otros:
estallará la paz sobre la tierra
como un sol de cristal. Un fulgor nuevo
envolverá las cosas.
Los hombres cantarán en los caminos,
libres ya de la muerte solapada.

El trigo crecerá sobre los restos
de las armas destruidas
y nadie verterá
la sangre de su hermano.
El mundo será entonces de las fuentes
y las espigas, que impondrán su imperio
de abundancia y frescura sin fronteras.

Los ancianos tan sólo, en el domingo
de su vida apacible,
esperarán la muerte,
la muerte natural, fin de jornada,
paisaje más hermoso que el poniente.

Jorge Carrera Andrade

Selección: Filemón Hernández

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