En lo profundo del Pacífico

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Nadie ama lo que no conoce, y esta frase puede ser aplicada a la perfección cuando se habla de bucear en las profundidades del océano Pacífico.
La preparación para esta experiencia toma algunos días e inicia en la alberca Olímpica de la Universidad de Guadalajara, que desde hace unos meses cuenta con una Escuela de Buceo, donde se ofrecen cursos para obtener la certificación como buzo profesional, entre otros cursos.
Es ahí donde se realizan las clases teórico prácticas, para después dar paso a la práctica y exámenes finales en la entrañas del océano.
Rosario y Javier están listos para la prueba; para ella, esta será la primera experiencia, para él, es el reiniciar en una actividad que había abandonado hace cerca de ocho años. Ambos tienen ya una vida hecha, ahora quieren disfrutar.
El muelle de la playa de Chacala, población con poco menos de 300 habitantes, ubicada unos 100 kilómetros antes de Puerto Vallarta, aguarda por los futuros buzos, ahí están esperando Federico, guía de la expedición y su inseparable compañero “Barbas”, un pequeño perro, dispuesto a sumergirse en el mar con tal de seguir a su dueño.
El equipo está listo y el trayecto a la zona de inmersión inicia. Todos se preparan, existe cierta dosis de nerviosismo. Israel Bernal, director de la escuela e instructor con más de 20 años de experiencia comenta que el principal temor entre los primerizos es el ser atacados por alguna especie marina, cosa totalmente falsa, siempre y cuando se tomen las precauciones adecuadas.
El momento ha llegado, es tiempo de ingresar al agua y conocer un mundo desconocido para muchos y fascinante para otros.
Minutos después y ya en las profundidades del mar, ha desaparecido el miedo inicial; se siente la emoción, un concepto de vida diferente, ahora todo es cuestión de observar y disfrutar el espectáculo que ofrece aquí la madre naturaleza. Simplemente es el paraíso, la flora y fauna marina hacen de esta experiencia un hecho inolvidable, aquí el tiempo transcurre mucho más rápido que en la superficie, quizá por la sensación de paz y armonía que transmite está aventura, lo que provoca el deseo de volver interminable el recorrido.
Luego de la barrera de la primera vez, la segunda inmersión es mucho más fácil e incluso se disfruta más, ahora todos quieren ingresar primero, ya no se cometen los mismos errores y la aventura se vuelve más placentera.
Ahora Rosario y Javier se dan tiempo de buscar en las profundidades algo que de testimonio de su hazaña y recolectan algunas conchas y caracoles, mientras Israel disfruta tomando fotos a los diversos cardúmenes que nos acompañan en el recorrido, donde además se pueden observar caracoles, estrellas de mar, langostas y mantarrayas, entre otras especies.
Las inmersiones se repiten al día siguiente y un solo sentimiento invade a los participantes: la sensación de arrepentimiento por no haber conocido antes las bondades y satisfacciones que ofrece la práctica que el buceo, una disciplina poco promovida entre la población y que se puede realizar desde los ocho años de edad en adelante.
“En la escuela de buceo les prestamos el equipo para que realicen su prácticas con seguridad, el curso básico tiene una duración de un mes y eso les da derecho a contar con un certificado que los acredite como buzos profesionales”, explicó Israel Bernal.
Al inicio de la aventura, Israel hizo una advertencia a los principiantes: les aseguró que crearía una adicción en ellos y no se equivocó. En conclusión, una cosa es segura, después de la primera experiencia, ya nada será igual.

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