Todo se lo debo a mi Elfo

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Parecen emanados de la bruma, de mundos paralelos, fantásticos y misteriosos. Su rostro puede ser color luna, azul o verdoso… y aunque su gesto a veces raya en lo grotesco, no es impedimento para que su popularidad crezca entre niños, jóvenes y adultos de todos los estratos sociales. Algunos les atribuyen propiedades mágicas, y hasta los creen capaces de adquirir vida para ayudar a sus dueños a cumplir sus deseos.
“Lo único que Chispita no quiere hacer es mi tarea –dice Quique Rodríguez, de 10 años de edad–. Todo lo demás que le pido, sí me lo da. La otra vez necesitaba dinero y apareció un billete de 200 pesos sobre mi cama. Mi elfo me lo trajo. A veces se enoja conmigo si no le doy de comer algo que le guste. Mira –se alza el pantalón y muestra la pantorrilla–, me rasguñó porque no le compré chocolates. Mis papás no me dicen nada. Mi papá es abogado y tiene uno para llenar el despacho de clientes. Mi mamá es doctora y compró otro. Miden un metro. Son del tamaño de mi hermano”.
Las personas encuentran certidumbre al depositar sus creencias en objetos mágicos y al promover determinados personajes. En un futuro no sería raro que haya un sincretismo religioso al respecto, fusión de cristianismo y la creencia de los elfos. “Tal vez surja dentro de la cultura popular un santo con orejas puntiagudas, chaparrito y parecido a los elfos”, afirmó Luis Rodolfo Morán Quiroz, profesor investigador del Departamento de Estudios de la Cultura Regional, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).
Los elfos están de moda en Guadalajara. Tienen en común con las imágenes milagrosas de vírgenes, santos o cristos y las figuras de la Santa Muerte, lo mágico y sobrenatural que les atribuyen sus adeptos.
La sociedad tapatía –dijo el investigador–, en su mayoría católica, está acostumbrada a lo que roza más allá de lo normal. Si muchos creen en los ángeles, en imágenes que sanan personas y en cristos milagrosos, otros están abiertos a los elfos, aunque a la iglesia católica no le guste la idea.
La iglesia católica promueve la lógica de que hay poderes más allá de lo natural y lo humano, pero cuando alguien afirma tener dichos atributos, lo califica de entrar en los ámbitos del demonio. Según la creencia, hay elfos buenos y malos, pero la citada institución los condena a todos. Prefiere ver en blanco y negro, en lugar de meterse en complicaciones, aseguró el académico.
Los elfos fueron popularizados a partir de las descripciones que de ellos hace el escritor británico Jonh Ronald Reuel Tolkien, en su obra El Señor de los anillos. Este autor recopiló muchas narraciones antiguas. Dentro de la mitología nórdica los elfos eran seres fantásticos que poblaban la Tierra. Se dividían en elfos de luz y de oscuridad.
Una de las explicaciones de la popularidad de los elfos tiene que ver con la necesidad de vivir un juego con tintes de historia y fantasía, y con el deseo de rescatar tradiciones antiquísimas, resolver problemas, curarse el desencanto hacia lo institucional.

Iniciación élfica
Los elfos pueden ser adquiridos en tiendas esotéricas ubicadas en distintos puntos de la ciudad, en tianguis, mercados y tiendas de regalos. El Tianguis Cultural, y plaza Patria y plaza Guadalajara, son tres de los lugares a donde acuden los seguidores de los elfos. Su precio varía de los 180 a los cinco mil pesos. Los que miden 20 centímetros cuestan 500 pesos los originales o 180 los piratas.
Lo importante para los creyentes no es el costo, si son originales españoles o una imitación hecha en el Distrito Federal, sino tener la posibilidad de seguir los ritos de activación para que el muñeco adquiera vida propia.
“El rito tiene que hacerse en el equinoccio de primavera o durante la luna llena. Hay que cuidar que ésta no tenga tonos rojizos, porque eso quiere decir que hay fuerzas maléficas en el ambiente, las que pueden apoderarse del elfo. Sus seguidores deben prender velas blancas, emplear cuarzos e incienso, y decirle al muñeco para qué lo quiere y qué nombre le va a dar, mientras le frota su cabeza. Entonces ya está activado”, cuenta Sergio, un chavo de 18 años, quien a pesar de “atender” a Narda, una elfa que destinó para atraer las buenas vibras, se declara católico “de misa los domingos”.
“No tiene nada de particular. Son seres de luz. Es como creer en los ángeles. No considero que ambas creencias se contradigan, muy a pesar de lo que diga el párroco”.
Una vez activado el elfo, hay que cuidarlo como si fuera un niño y “darle mucho amor. Le doy de comer de todo, menos carne. En la noche le gusta cenar semillas. Le molesta estar encerrado. Hay que sacarlo a pasear, porque si no, se enoja. Mi elfa se llama Sharde”, relató Jésica Gómez Flores, estudiante de la Secundaria 91, quien cotidianamente la saca a pasear, acompañada de su prima, porque los elfos de ambas son pareja.
“Kuk y Sharde se gustaron. Los juntamos una noche y así permanecieron hasta el día siguiente. Si hubieran amanecido separados, significaría que no se quieren. Cuando no se ven por mucho tiempo, lloran. Uno los puede escuchar cuando lo hacen, porque en su cara reflejan tristeza”.
“Yo peino a mi elfita. Se llama Isis. Le hago su ropa, le doy de comer semillas y jugo de uva, la limpio, la peino. Diario trae ropa diferente: nunca está vestida igual. Tiene ocho o nueve cambios hechos por mí. Si no la paseo, la muy vaga sale en la noche. Me doy cuenta, porque no la veo por ningún lado y al día siguiente amanece sobre la camita que le hice. A veces se enfada porque no la traigo abrazada o no juego con ella. Entonces me esconde la cartera o las llaves”, cuenta Magaly Márquez, estudiante de la Preparatoria 12, de la UdeG.

La importancia del rito
Los ritos de paso marcan una transición, un cambio. Tienen que ver con una serie de procedimientos para que algo ocurra o funcione. Son también una muestra de respeto hacia los poderes sobrenaturales. Con la activación de un elfo, las personas se consideran especiales, ya que poseen algo sobresaliente, explicó el investigador Luis Rodolfo Morán Quiroz.
Llama la atención el éxito que han tenido los elfos en Guadalajara, sobre todo al considerar que los habitantes de esta ciudad están inmersos en los marcos institucionales de la jerarquía católica. La pregunta es, ¿por qué hay católicos tapatíos que optan por no obedecer a las autoridades eclesiásticas y creen en los elfos, en lugar de seguir al pie de la letra los lineamientos marcados por la iglesia?
“Esto puede explicarse porque dentro de la iglesia católica no están bien definidos los límites entre el milagro, lo extraordinario y aquello que no lo es. Entonces la gente prefiere dudar de la institución”, explicó el investigador. Por ejemplo, considerar que una curación o una imagen que sangra, son hechos milagrosos. El clero puede opinar lo contrario, pero no importa: la discrepancia está presente.
“Hay quienes consideran a los elfos como otra posibilidad. La lógica de la gente es: si puedo rezarle a una imagen que está en un templo, por qué no pedirle también a un elfo un favor. Muchos sienten que acudiendo a ambas figuras tienen varios recursos para resolver sus problemas. Es como tener varios abogados para ver cuál funciona más, y si no, ¿la diversión quién se las quita?”

“El mío se va de parranda”

No importa si son niños, adolescentes o adultos, profesionales o estudiantes, todos los dueños de elfos coinciden en que estos se mueven, lloran, comen, e incluso, existen los que fuman y beben

Más de una persona sostiene que se su elfo se mueve. Hay quienes incluso afirman que sus elfos aumentan de tamaño y les crece el pelo: “Iris estaba más chiquita cuando la compré. Ha aumentado tres centímetros y también le crece el pelo”, aseveró íngel Fierro Herrera, de 16 años.
“A mi elfo le gusta beber tequila y fumar. Algunas noches sale de mi cuarto y va a la cocina, donde está guardada la botella. Al día siguiente huele a cigarro y alcohol. Luego mis jefes me echan la culpa. Creen que quiero ponerme pedo”, indicó Ricardo Gamboa.
“La creencia de que los elfos cobran vida, tiene una explicación. Todo es cuestión de energía. La misma gente le carga la suya al elfo. No es algo sobrenatural”, afirmó Liliana Nolasco Flores, comerciante en el Tianguis Cultural.
Para Francisco José Gutiérrez Rodríguez, director del Centro de Evaluación e Investigaciones Psicológicas, del Centro Universitario de Ciencias de la Salud, la autosugestión y fascinación por lo mágico son las claves para explicar las creencias de jóvenes y adultos en torno a los elfos.
“Películas como el Señor de los anillos, que giran en torno a la magia, generan ciertos estados de ilusión en el sujeto. Lo grave es que el joven puede creer que el elfo le ayudará a resolver problemas laborales, a contestar el examen o a conseguir novia, por lo que no desarrollará ciertas habilidades de estudio o sociales que le permitan el cortejo y la seducción. Esto es muy nocivo, porque implica confiarle su proyecto de vida a un personaje inanimado. El muchacho se refugia en su capacidad imaginativa y no en su contacto con la realidad”.
Productos de la imaginación (para algunos) o de la realidad (para otros), los elfos son un jugoso negocio para quienes los venden. La moda despertó su ambición y cada vez más comerciantes los introducen entre sus mercancías.

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