De la viñeta al celuloide

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Desde sus inicios, el cine ha encontrado en la literatura una muleta firme. El celuloide hizo posible al espectador ávido de inmediatez el poder aventurarse en la trama de cientos de novelas extensas, sin necesidad de que éste tuviera que quemarse el cerebro con complejas estructuras retóricas, decenas de capítulos y millones y millones de letras. Además, el cine de adaptación facilitó el trabajo de los guionistas y dibujantes, quienes al no tener que crear conceptos originales, aceleraban el proceso de preproducción, trasladando a la pantalla lo que el escritor ya los había hecho imaginar.
Recientemente el cine de adaptación ha hecho mancuerna con un género mucho más nuevo y mucho menos conocido, beneficiándose nuevamente de la pulpa y las tintas, en lugar de abrirse camino en la cartelera comercial con películas basadas en conceptos originales. La novela gráfica, que se distingue de la tira cómica y de la historieta por su unidad semántico-narrativa, su extensión y su contenido temático maduro, y a veces hasta exclusivamente adulto, es la nueva amante preferida del cine. Basta darse una vuelta por cualquier cartelera comercial para comprobarlo.
La tendencia de transitar entre la viñeta madura y la pantalla comercial no es nueva, en especial para ciertos círculos de “iniciados” (por no llamarlos freaks o fanáticos). El ánime, mejor conocido como animación japonesa, es el excelente resultado de la amantía entre la televisión y el manga (nombre que recibe la historieta en oriente). Casi todas las series impresas de renombre en Japón se convierten en películas más o menos fieles a su homóloga original.
Hollywood, no obstante, ha escogido una ruta distinta para las novelas gráficas occidentales. Ha preferido beneficiarse del mundo que le proveen para llenar la pantalla grande sin dar mucho honor ni gloria a algunos de sus creadores. Los filmes preferidos de los estudios californianos que están basados en novelas gráficas son relativamente fáciles de reconocer, por su abuso de la figura del superhéroe mártir o el vigilante humanizado, con el objetivo de rebasar las cifras récord de taquilla. Y cuando no cuentan con buenos guionistas y directores, son de naturaleza engañosa que difícilmente pueden considerarse adaptaciones, ya no digamos retratos fieles de las historias que en un principio los inspiraron. Así, las mejores producciones de adaptación gráfica pasan volando por debajo del radar de la farándula y se convierten en películas de culto, o terminan en la sección de cine de arte de videoclubes clandestinos.

El cine de los pobres
La relación entre la novela gráfica y el cine no ha sido completamente unilateral, para encontrar correspondencias adecuadas es necesario retroceder hasta los orígenes de ambas artes. La historieta fue denominada en un principio como “el cine de los pobres”, porque quienes inicialmente la frecuentaban eran individuos con bolsillos demasiado limitados para pagar las entradas de cine, de modo que preferían comprar un álbum de tiras cómicas con varios tebeos que pudieran leer una y otra vez en lugar de gastar todo su dinero de golpe.
También es cierto que la novela gráfica —heredera híbrida del arte pictórico religioso de la Edad Media, el grabado cómico de los periódicos del siglo XIX, la fotografía y el drama literario—, adaptó en un principio muchos conceptos del guión y el lenguaje cinematográfico para consolidarse, pero hoy en día es un género autónomo que debe reivindicarse como tal y exigir su lugar más allá del nombre honorario de “noveno arte” que se le ha conferido en Europa central. Su realidad actual es, pues, diferente a la de sus principios en los años de posguerra, cuando las editoriales que sobrevivieron a la depresión monetaria y la censura comenzaron a compilar tiras continuadas y monotemáticas en volúmenes extensos.
Al contrario de lo que podría parecerle al espectador promedio, la adaptación de las historias de novela gráfica al cine no siempre es favorable para su autor, o para los personajes creados por éste, los cuales por lo general terminan convertiéndose en una caricatura excéntrica y deforme de lo que fueron en papel: entes complejos con trasfondos psicológicos mucho más profundos que el trauma de no ser notado por la chica pelirroja en la secundaria.
Así, al comenzar el frenesí de adaptaciones a finales de 2001, excelentes películas como Mundo de fantasmas o Desde el infierno, basadas en los trabajos de Daniel Clowes y Alan Moore, quedaron opacadas por seudoadaptaciones comerciales como El hombre araña, que vio la luz en los primeros meses de 2002. La tendencia a preferir al superhéroe adolescente del cómic en lugar del antihéroe de las novelas gráficas serias se volvió el común denominador. Los productores al ver crecer los signos de dólar, optaron por continuar la travesía fílmica de la novela gráfica por su lado más comercial. La cartelera se llenó de títulos con efectos innovadores y repartos llamativos que sacrificaban la trama de la historia original para lograr un poco de sentido en menos de dos horas.
A esta primera versión de El hombre araña le siguieron otros fiascos memorables, como La liga extraordinaria, Hulk, en la versión dirigida por Ang Lee, y la ligeramente menos lamentable El hombre araña 2. Mientras tanto, el resto de las adaptaciones valiosas de novela gráfica se pudrían en forma de guiones sin terminar o de proyectos dejados a medias por falta de recursos.
Entre 2004 y 2005 se produjeron algunos aciertos que resultarían excelentes para el financiamiento del cine y considerablemente buenos para el éxito de la novela gráfica. Entre ellos contamos a Hellboy, de Guillermo del Toro en colaboración con el creador original de la serie, Mike Mignola; V de venganza, basada en la novela gráfica de Alan Moore del mismo título; la impecable Batman inicia, en la cual Christopher Nolan retoma varios trabajos de Frank Miller, como Batman: año uno y El caballero oscuro, y finalmente La ciudad del pecado, trabajo compartido entre Robert Rodriguez y nuevamente el mismo Miller.
A la fecha, el cine adaptado desde la viñeta se acerca a una encrucijada, como consecuencia de las quejas que algunos creadores de novela gráfica han hecho públicas al respecto. En repetidas ocasiones Alan Moore retiró su nombre de los créditos de películas adaptadas a partir de su trabajo por no encontrarlas fieles a sus deseos, como sucediera con la ya mencionada V de venganza, que fue desconocida por su creador a pesar de haberse mantenido relativamente fiel a la filosofía anarquista de la historia bajo la batuta de los hermanos Wachowski. En 2007 el virus de la inconformidad alcanzó incluso a figuras como la del actor Edward Norton, quien literalmente pagó para poder hacer una nueva versión de Hulk que, en sus propias palabras, “no apestara”.
Los resultados de taquilla obtenidos de las carteleras de 2008 y 2009 serán, pues, decisivos para determinar el camino de las adaptaciones de este nuevo género al cine. Los estrenos de Batman: el caballero de la noche, Iron-Man, Hulk el increíble y Hellboy: el ejército dorado ya han hecho mella en el curso de la cinematografía y en la forma en que los espectadores veían a ciertos personajes que se creían inalterables, como “el Guasón”, pero nuevamente han dejado a otras excelentes adaptaciones de novela gráfica en el olvido. Dicho sea el caso de Persépolis, cinta basada en el trabajo autobiográfico de Marjane Satrapi, que narra sus vicisitudes en Medio Oriente y en Europa durante la caída del Sha de Irán.
Es un hecho que el cine siempre ha preferido lo comercial o la muerte, y la novela gráfica, por el momento, sirve bien a sus propósitos por prestarle sus arquetipos llamativos y sus historias no menos atractivas para las masas. Otra cosa es que el cine pague a los mejores creadores de este nuevo género con la misma moneda. Se avecina una nueva era en la que los guionistas de las novelas tomarán control de sus adaptaciones cinematográficas.
El año 2009 promete cintas dignas de verse, que formarán parte del éxito o la desgracia de la nueva mancuerna de artes visuales. Pronto veremos en cartelera The spirit, de Will Eisner, que será dirigida por Frank Miller, así como una nueva versión de El castigador, mucho más atractiva que sus dos antecesoras.
Pero ninguna adaptación mantiene tan profundamente el interés de sus fanáticos como la de Watchmen, que fue, en su formato original, considerada como la mejor novela gráfica de todos los tiempos (también de Moore). La cinta, tras haber pasado por las manos de varios directores aclamados —entre ellos Terry Gilliam y Darren Aronofsky— fue otorgada al joven Zack Zinder, aclamado y criticado por 300, que cuenta ya con el apoyo de Alan Moore, por lo que podría convertirse en la película que asegure o destruya por completo la relación entre la pantalla y la viñeta.

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