No hay cultura sin censura

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Nadie perdona la ignorancia de nombres brillantes como Cervantes o Da Vinci, pero nadie se inmuta de no saber qué hizo Lavoisier o Schrí¶dinger. La ciencia es cultura, aunque los códigos de conversación no la consideren entre los elementos esenciales de la “cultura general”. Además, la ciencia no se queda en el laboratorio, es algo que hacemos todos los días, producir conocimiento.
Divulgar la ciencia, hacer ciencia, pensar la ciencia, objetivos del I Coloquio Internacional de Cultura Científica, organizado por la Unidad de difusión y vinculación de la UdeG y el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología del Estado de Jalisco. Las sesiones se sintetizaron en los dos últimos días de la FIL, y fue totalmente gratuito.
Contó con la participación de importantes divulgadores como Jorge Wagensberg, director del írea de Ciencia y Medio Ambiente de la fundación La Caixa, Julia Tagí¼eña, física de la Universidad Autónoma de México (UNAM); Juan Nepote, colaborador de La Jornada y coordinador de divulgación científica en el museo Trompo Mágico de Guadalajara; Juan Cerezo, editor de la colección científica Metatemas de la editorial Tusquets; Carla Almeida, periodista brasileña especializada en ciencia y Estrella Burgos, editora de la revista ¿Cómo ves? de divulgación científica de la UNAM.
Y una sorpresa de último momento: la presencia de Lynn Margulis, bióloga estadounidense, autora de la teoría endosimbiótica que explica la aparición de orgánulos como la mitocondria y el cloroplasto en el paso evolutivo de las células procariotas (bacterias simples y sin núcleo) a las eucariotas (células complejas y compuestas).
Durante el homenaje a Jorge Wagensberg por su 60 aniversario, la viuda de Carl Sagan dijo que no hay cultura sin ciencia, y que hacer ciencia es cometer errores. No se puede hacer la una si se tiene miedo a lo otro.

Analfabetismo científico
Marcelino Cereijido, argentino de ojos azules y pelo blanco, especializado en fisiología celular y radicado en México desde hace 32 años. Profesor Emérito del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV), dijo que hace dos sexenios que la presidencia no ha pedido asesoría del consejo consultivo científico, del que forma parte.
En sus palabras, un síntoma del analfabeto científico es que no sabe que la necesita. “Los científicos no necesitamos que nos apoyen, hay que invertir porque es indispensable”.
Aunque la ciencia es una forma de interpretar la realidad muy nueva en la historia de la vida en la Tierra, es la mejor estrategia para sobrevivir que tiene el ser humano, pues le permite fragmentar y analizar su entorno no sólo para comprenderlo, sino también para modificarlo.
Tomando por ejemplo un mosquito, explicó que la supervivencia de todo organismo depende de interpretar correctamente la realidad. Es decir que si el mosquito no pudiera diferenciar entre una chica en bikini y la Venus de Milo, sería demasiado estúpido para ser mosquito.

Gozar la ciencia
En la mesa del salón magno de un lujoso hotel, tras un copioso refrigerio de fruta fresca, yoghurt, panecillos y café para los asistentes, la conversación giró en torno a la prensa y el museo como medios de divulgación del quehacer científico.
En el caso de la divulgación sobre papel, un estudio presentado por Carla Almeida mostró que en América Latina las noticias de ciencia generan poca controversia, la mitad de ellas explican el contexto histórico, se enfocan más en los beneficios y utilidades que en los riesgos, daños y repercusiones éticas. Al parecer, lo que hace falta es una actitud más crítica y participar, discutir.
Estrella Burgos habló también del papel de la palabra en la labor de esparcir el gusto por la ciencia, el papel de la seducción. Se trata de poner en correspondencia dos órdenes de pensamiento, el periodismo y la literatura pueden fundirse para recrear al lector, hacer del conocimiento científico una experiencia significativa.
Jorge Wagensberg, con la experiencia de haber creado y dirigido uno de los mejores museos de ciencia del mundo, la Cosmocaixa en Barcelona, habló del museo como espacio neutral de convergencia, un lugar que juega el papel de la cafetería en la universidad o la plaza pública de un pueblo. Una herramienta de cambio social a través de la conversación.
Tiene la sonrisa y el vientre de buda. Una ola gris se expande hacia la nuca desde su frente llena de ideas y anécdotas que no para de contar mientras inserta un concepto aquí, una teoría allá.
Por ejemplo, tenía una vaca. Giorgina era una vaca más inteligente que las demás vacas y por eso compró su peso en valor de carnicero antes de que la llevaran a matar ya que se dieron cuenta de no tenía ubres. Le puso un lazo rosa y se iban de paseo por el campo donde tiene una casa… y un pavo real celoso, delata Margulis, que despreciaba a las hembras para perseguirlo por el jardín.
También, por ejemplo, lo que es el progreso evolutivo: el grado de independencia que gana un individuo con respecto a su entorno. Vencer la incertidumbre. Disminuir las probabilidades de extinguirse. ¿Y qué es la probabilidad? El grado de verosimilitud de un suceso antes de que ocurra. En sus palabras la ciencia parece tan fácil… y la verdad, es fácil.

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