La mitología histriónica

1351

Luis de Tavira, actual director de la Compañía Nacional de Teatro (CNT), explicaba hace algunos meses que uno de los principales errores del teatro que se hace en México es su lenguaje escénico desarticulado. Subrayaba este asunto como uno de los retos principales a lograr en la recién constituida CNT a su cargo. Consciente de que el teatro ha permanecido ajeno al público nacional, Tavira manifestaba que quienes se dedican al teatro se equivocan al hacer ofertas suicidas, es decir, presentar obras en un lenguaje dirigido a nadie, o en el mejor de los casos, a quienes también hacen teatro, negando la posibilidad de generar públicos.
Con muchos más problemas que la falta de público, Tavira ha conseguido reformular positivamente la figura de la CNT al resolver, entre otros asuntos, el problema de la inestabilidad del elenco. Actualmente hay una estructura que favorece los procesos creativos a través de la permanencia de los actores, en una figura laboral que no los exenta de evaluación. Lo que sigue ahora es ir formando un repertorio. Los criterios que plantea Tavira parten de la intención de cubrir tres rubros principales: el patrimonio universal del teatro, la dramaturgia nacional, y por último, la contemporaneidad, a la que se refiere como “emergencia de las teatralidades”, con la intención de acercar al espectador mexicano a las búsquedas de este momento.
Tras dos primeros estrenos, es tiempo de observar algunos aspectos. Con gran interés asistí a los dos títulos de la CNT, Pascua de August Strindberg, dirigida por Héctor Mendoza, y Ni el sol ni la muerte pueden mirarse de frente, del dramaturgo canadiense de origen libanés Wajdi Mouawad, bajo la dirección de los hermanos suizo-colombianos Heidi y Rolf Abderhalden. Pascua responde a la primera categoría del repertorio, es decir, a la recuperación del patrimonio universal de la literatura dramática. Strindberg es un autor que, más allá de su importancia en las historias del género, permite extender la visión y sensibilidad del espectador nacional a partir de un estilo cercano a ojos poco acostumbrados al teatro: el naturalismo. La calidad del montaje es alta. Los recursos plásticos y visuales poseen el carácter del lugar y la época recreada en la trama: una ciudad sueca en el siglo XIX. La dirección de Héctor Mendoza es cuidadosa, opta por respetar el estilo de la dramaturgia. El ritmo abona a la apreciación de una historia en la que se abre la intimidad de una familia clásica del momento. La defensa del nombre, la exposición al ridículo, la confrontación con la sociedad y los lazos filiales se discuten de forma costumbrista. Mendoza, a quien Tavira llama “refundador del teatro mexicano postrevolucionario”, consigue una dirección sobria, notable por su precisión.
Ni el sol ni la muerte pueden mirarse de frente es la pieza elegida para aproximar al público mexicano a las búsquedas actuales en la dramaturgia. Contrario a Pascua, que la elección de este título no fue un acierto, precisamente porque mantiene esa desarticulación de lenguaje que el mismo Tavira pretende combatir.
La Guerra Civil de Beirut en la década de los 70, es el marco, el lugar: el vestíbulo de un hotel bombardeado. Ahí se encuentra una de las genealogías más representativas de la mitología griega. Cadmo, Layo y Edipo aparecen para contar sus tragedias en medio de la guerra, el mejor espacio para la confrontación de lo humano en su decadencia. Nadie cuestiona la vigencia de temas como la violencia, el exilio, la lealtad a la patria y el poder como la ambición mayor del hombre, sin embargo, dudo que sea posible crear un diálogo abierto con el público a través de un lenguaje enredado. Copado de alusiones a pasajes mitológicos, el discurso se va oscureciendo conforme trae a escena a cada vez más dioses y héroes, haciendo todo lo posible por dejar al margen al espectador. ¿En qué consiste la búsqueda? Si el interés es el mundo de los grandes griegos, volvamos entonces al ciclo tebano y sus poemas dramáticos tal y como fueron concebidos por Sófocles. ¿No es tiempo ya de dejar de “recuperar” la mitología griega y crear la propia? La fundación de Tebas es el motivo para hacer caminar en círculos a un desfile de personajes míticos que se atropellan en sus indescifrables monólogos.
Además del cuestionable resultado de la puesta, queda en tela de juicio el cumplimiento básico de una Compañía Nacional: llegar a todos. Con el compromiso de sacar del DF los montajes de la CNT, bajo qué condiciones y presupuesto será viable viajar por el país llevando esta puesta en escena. La pieza de dramaturgia nacional recién estrenada es Edipo en Colofón de Flavio González Melo. EEsperemos que esta vez la revisitada mitología haga que el teatro consiga visibilidad en la vida social del país.

Artículo anteriorEnrique Magaña
Artículo siguienteLa punta del iceberg influenza