La risa que no ahogó el cubrebocas

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Escasa pero participativa asistencia aplaudió el estrenó de la obra Demetrius, en el Teatro Experimental. Las ambiciones enanas del mexicano promedio y la violencia de una ruptura generacional, marcada por el desencanto, perfilan la estupidez de Demetrius y su atrofiado universo. El público asistente entró al juego del lenguaje políticamente incorrecto del dramaturgo Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (LEGOM), siempre menos agresivo que las acciones de la trama.
Piedra de Sol y Un tal Poluki unieron esfuerzos e intereses para coproducir junto a Cultura UDG a través de la Coordinación de Producción y Difusión de Artes Escénicas y Literatura. El resultado es un montaje plásticamente sintético que privilegia la palabra, cuyo peso, en este caso, es más que contundente. Con actuaciones de Azucena Evans, Carlos Cacho y Víctor Castillo, quien también se hizo cargo de la dirección de escena, Demetrius nos golpea con el humor negro que posee la vida del más gris de los hombres, que, tristemente, también es el más común. Ya no hay modelos ni proporciones perfectas que buscar. La medida del hombre y su mundo no son las de Vitrubio. El súper hombre contemporáneo nació muerto, cedió su aliento al vendedor de electrodomésticos cuya huella en este mundo se acompaña de la que imprimen las rueditas de la lavadora que empuja. Así es la vida, y para Demetrius, también la felicidad. Cacho, a pesar de algunos problemas con el manejo de su voz, hace un buen trabajo con el retrato del personaje que puebla nuestras ciudades: un miope perdedor con metas que valen tres pesos. Su vida, historia y tropiezos son narrados y recreados por Evans y Castillo, quienes acompañan sus relatos con coreografías y tonos que intentan ser de cabaret.
Tras el cubrebocas, las primeras risas aparecieron tímidas, sin embargo, el descaro de la visión de LEGOM y la perspectiva de una realidad sin rasurar, consiguieron que poco después los ojos se entrecerraran con el gesto que produce la carcajada, esa que se hacía oír y que se ocultaba tras el paño azul. El público respondió positivamente al que algunos críticos llaman “teatro brutal” para referirse a la dramaturgia de Gutiérrez Ortiz, el enfant terrible de la aún llamada nueva dramaturgia mexicana. Luego de éxitos y singulares polémicas con obras como De bestias, criaturas y perras, El jugo de tres limones, Los restos de la nectarina, Diatriba rústica para faraones muertos, Sensacional de maricones y la que sigue siendo su obra más conocida, Las chicas del tres y media floppies, LEGOM vuelve con Demetrius para confrontar el pensamiento acomodaticio y acrítico de una sociedad que se conforma con baratos reintegros sintiéndose auténtica ganadora.
Para el autor de Demetrius, la ambición del hombre contemporáneo murió junto a la utopía. No es gratuito que el protagonista considere su mayor logro en la vida el haber creado la frase: “12 meses sin intereses”, misma que hoy por hoy marca ya no una generación, sino el ritmo vital de una sociedad. ¿Habrá una frase más inspiradora que esa? No para la medianía del hombre que se perdió a sí mismo en la imposibilidad de autoconstruirse. En la actualidad, una venta nocturna, ganarse un bono de puntualidad o sonreír en el periódico mural de McDonald´s, cumple cabalmente las metas de aquellos que empacan su vida en bolsas de supermercado. Con eso basta y sobra. El plástico guarda lo que somos, lo que podemos ser hoy.
La obra permanecerá en temporada los martes y miércoles de mayo y junio a las 20:30 horas en el Teatro Experimental de Jalisco.

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