Cuando fuimos dioses

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La puesta en escena Nosotros somos Dios recoge un agudo reclamo: la tortura y violación a los derechos humanos sigue vigente en el México contemporáneo. La Revolución mexicana no pudo eliminar estas lacras sociales.
Los diálogos entre el coronel Pérez Páez (Enrique Arroyo) y don Justo (caracterizado por Francisco Reyna), ministro en el gobierno de Victoriano Huerta son reveladores, parecen escritos a propósito con el fin de que los espectadores reflexionen sobre el pasado y presente del país. Los símiles entre el México gobernado por Victoriano Huerta y el México envuelto en violencia a raíz del movimiento de 1968 son evidentes. Las semejanzas van más allá. Atenco es uno de tantos ejemplos.
Es don Justo ílvarez del Prado, quien se encarga de ordenar las muertes y torturas de los inconformes con el gobierno de Victoriano Huerta. Para arrancar una confesión todo se vale: colgar a los detenidos de los pulgares, arrancarles las uñas,  desnudar a las mujeres y arrojarlas a un grupo de soldados, sacarles los ojos a las víctimas y mostrarlos a los parientes para intimidarlos, incluida la ley fuga… todo un repertorio que haría palidecer de la envidia a algunas figuras de autoridad que gustan de estos métodos. Estos son mencionados de manera constante en la primera parte de la puesta en escena que ya arrancó su segunda temporada, en el Teatro Experimental, el miércoles 7 de julio.
Las demás funciones están programadas para los días miércoles 14 y 21 de julio en el mismo recinto.

La imaginación vuela
La modesta escenografía no fue impedimento para echar a volar la imaginación, gracias al trabajo actoral. Entonces, lo que al principio parecía un espacio negro en forma de pentágono, adornado por unas elegantes cortinas color beige se convirtió para algunos en un ventanal que daba a un cuidado jardín. La sala blanca con visos dorados, en parte del mobiliario de una mansión, con techos finamente decorados, una residencia digna de un ministro consejero de Victoriano Huerta. La calidad del maquillaje ayudó a disimular la juventud de los actores o acentuarla, cuando así convenía a la caracterización, los sonidos sirvieron para crear ambientes imaginarios y reforzar la historia.
Dos personajes llaman la atención por su fuerza: don Justo, hombre entrado en años, un excelente orador, celebre en su juventud por sus artículos incendiarios en pro de la democracia y la libertad, convertido en un defensor del orden establecido y su hija, Carlota (caracterizada por Nidia Becerra) con arraigadas ideas revolucionarias. Ella, impresionada por la muerte de su amiga Diana, decide abandonar el hogar paterno para incorporarse a la lucha revolucionaria. Ambos, padre e hija son capaces de defender sus posturas aún a costa de su propia vida. Los dos son ricos en matices, característica que supieron captar los actores.
Las reacciones del público, al concluir la primera función, no se hicieron esperar. Para el actor Jesús Sánchez González “la puesta en escena tiene puntos favorables. La dirección está bien cuidada. Hay actores que rescatan mucho el montaje, como Francisco Reyna, quien personificó a don Justo. Él creo muy bien a su personaje, actuó de manera muy natural. El trabajo de Rita Gil (caracterizó a Clara) también es de destacarse. La actuación de los dos me sorprendió”.
“Esta es una obra que vale la pena ver. El trabajo de los actores es muy digno, aunque les hace falta un poco de ritmo”, opinó el vestuarista Ricardo de la Lanza
“Me pareció una puesta en escena muy bien hecha. Verla me hizo reflexionar sobre lo complejo de la historia mexicana. Hay mucho qué hacer con ésta desde el punto de vista literario”, afirmó Brian Spillane, profesor de literatura, en Shasta College, en Estados Unidos.
Nosotros somos Dios es una adaptación del texto del mismo nombre del dramaturgo mexicano Wilberto Cantón. La dirección corre a cargo de Lluvia María Prado Godínez y César Sevilla Ramírez. Se trata de una representación dirigida y producida por estudiantes de décimo semestre de la licenciatura en Artes Escénicas, desde la gestión, producción, actuación y hasta la dirección del montaje.

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