Javier Sicilia: “Si las víctimas tienen esperanza el país todavía puede tenerla”

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“Paren esta pinche guerra y denos vida”, dice Javier Sicilia con tal convicción que parece un mesías emergiendo de una tierra sangrienta.
Los días de Sicilia se han vuelto convulsos, luego del asesinato de su hijo Juan Francisco, de 24 años, el lunes 28 de marzo de 2011, y los amigos de éste: Juan Gabriel, Luis Antonio y Julio César en lo que Sicilia llama una guerra estúpida y fallida contra el narcotráfico.
Sicilia tiene 55 años pero parece mayor, como si por el dolor hubiera envejecido rápidamente. Lleva en sus espaldas una losa pesadísima e invisible que encorva su cuerpo. Transparenta el padecimiento a través de sus ojos y cuenta que después de la muerte de su hijo comenzó el Movimiento por la Paz, la Justicia y la Dignidad.
De los conceptos abstractos de la violencia, de la imbecibilidad de las armas, de las bajas colaterales, de las intangibles estadísticas reveló que en cada uno de los muertos representa una historia rota y truncada, una familia despedazada que no volverán a ser la misma y que viven sepultadas bajo la sandez de quienes controlan las podridas instituciones de gobierno.
Sicilia cuenta con su voz clara, fuerte, poética y precisa que con el movimiento de paz comenzó a nombrar a los fallecidos para así señalar la corrupción.
A la cabeza de miles de peregrinos, Javier Sicilia salió desde su hogar en Cuernavaca y comenzó un 5 de mayo una caminata hacia el centro del país. Al cabo de tres días y de 80 kilómetros una multitud lo acompañó en silencio.
Contravino los códigos no escritos de los mexicanos: fue desobediente, valiente, exigente, hizo de la palabra verbo y buscó consolar, es decir, abrazar el dolor de los otros.Â
En un país en tiempos de saña emergió con palabras y verbos ya olvidados: amor, fraternidad, paz y dignidad. Pidió lo que nadie suplica en este tiempo: “Vernos como seres humanos y no mirarnos como una construcción abstracta”.
Como Gandhi en su caminata por la India para liberar a su país, Sicilia recoge de  México las lágrimas de la gente. Escucha el padecimiento de los otros con los cinco sentidos, con todo su cuerpo, se le arruga la frente, se muerde los dedos de las manos,  juega con los ceniceros donde reposan sus cigarrillos Delicados, se frota las sienes, hace pausas para contener el tormento que se le desborda.
Con pocas señas le sale el enojo cuando dice que las víctimas están haciendo el trabajo de la Procuraduría de Justicia y se alarma sobre quienes desconocen cómo poner una denuncia ante la muerte y la violencia.
Sicilia prefiere ya no escribir poesía por el luto que lo envuelve, dice que a pesar que renunció a la lírica, y que el vate dentro de él está muerto. Parafraseó al rapsoda francés Stéphane Mallarmé: “El poeta es la voz de la tribu, la voz de la poesía que nace del poeta hace posible esta movilización y a través de ello habla toda esta nación”.
De ser un escritor, Sicilia se ha vuelto un depositario del padecimiento de los mexicanos, de las madres que no encuentran a sus hijos, de los activistas que buscan el movimiento, de los indígenas que antes dormían, de quienes preguntan por la esperanza, de los pobres, de los violentados.
Su figura encogida —y cubierta siempre por una chamarra de piel de borrego café que le regaló su hijo Juan Francisco— y sus ojos azules detrás de sus lentes concretan a un hombre de un gran imán, por ello, la gente se reúne a su alrededor  a escuchar  su voz pausada  tal como hablan algunos misioneros cuando curan las heridas del otro.
Ellos lo sienten exigir a los gobernantes, a esos “administradores de la desgracia”: que elaboren una ley de víctimas para que cada muerto tenga justicia. Una nueva ley de seguridad para evitar el fallecimiento. Una reforma política para  poderlos remover cuando no sirvan al pueblo, una nueva ley para que los funcionarios se bajen los sueldos y otorguen ese dinero a los jóvenes que no tienen empleo y que terminan como sicarios o como difuntos, todos víctimas del mal gobierno y de los tiempos violentos.

El abrazo del hombre
Desde el Castillo de Chapultepec, el presidente de México Felipe Calderón  se enteró que el poeta lo buscaba para que reconsiderará su lucha violenta, se reunieron el 23 de junio y después de dos horas de conversación el escritor le pidió a Calderón que se arrepintiera de sus malas decisiones, la prensa sólo se quedó con unos minutos de aquella charla, con la imagen (tramposa desde la semiótica) donde Sicilia y Calderón se abrazan.
La narrativa del abrazo hizo desconfiar a algunos, quienes pensaron que el poeta se había entibiado en su querella, mientras olvidaron que por meses con sus soles y sus lunas Javier Sicilia lleva una lucha incansable para que el mandatario termine con la violencia.
Aún así Sicilia con su extraordinaria sensibilidad y el luto a cuestas cree que Calderón se conmovió al nombrar a tanto difunto sin justicia. “Yo lamento que se quedaran con el momento del abrazo, peor para ellos, pero yo les he dicho que vengo de una tradición que es la de Mahatma Gandhi, y Gandhi me ha enseñado a largo del tiempo que la enemistad no es con los hombres, es con lo equívoco del hombre, y que la mejor forma de tocar la conciencia y el corazón de alguien es por el lado de esa distinción. En el Alcázar de Chapultepec se habló fuerte, nos dijimos cosas, y creo que el presidente fue muy sensible al problemas de las víctimas y cambió el discurso y cambio su óptica y su actitud frente a los inmolados y eso se logró porque se le habló el corazón que le  golpeó la conciencia. Yo siempre que tenga buen diálogo estrecharé la mano del otro, no estoy en contra del hombre, estoy en contra de sus equívocos”.
A pesar de que la lectura del abrazo fue mal interpretada por muchos, Sicilia confía que el Movimiento por la Paz, Dignidad y Justicia no decaiga, su importancia radica en mantener viva la esperanza.
“Si las víctimas tienen esperanza,  el país todavía puede tenerla, si nos aferramos a la reserva moral que son los ciudadanos, al dolor, a las víctimas, podremos dejar a un lado nuestras agendas personales e ir a transformar el país a través de procesos de diálogo y de no violencia, es la única forma que podemos mantener vivo el movimiento. Yo les hablo al corazón y cito las frases de San Bernando: lo esencial es la unidad y lo esencial son las víctimas, la ética, el amor y la caridad”.
El amoroso Sicilia sabe que no existen condiciones para una verdadera elección democrática porque hay territorios tomados por el narcotráfico y que las casillas van a ser puestas por la anuencia de los criminales, “van a ser las elecciones de la ignominia”.
Para salvar la democracia pide que dos candidatos renuncien a su aspiración y que se busque un elegido por la nación y haga junto a los ciudadanos una agenda.

La poesía en la calle
Sicilia estuvo de visita en Guadalajara para recibir la primera presea “Corazón de León”, símbolo de nobleza, fuerza y dignidad que le otorgó la Federación de Estudiantes Universitarios el 12 de julio como reconocimiento por el su búsqueda en mejorar la situación de México.
Conversó con jóvenes, activistas, mujeres que han perdido a sus hijos, con medios de comunicación, habló de la necesidad de movilizarse para exigir un país pacífico.
No descansó ni un minuto, tampoco se quejó del desgaste físico y espiritual que causa escuchar el dolor ajeno. Al lado de Isolda su compañera y en medio del tráfico vehicular  de Guadalajara que lo llevaba de reunión en reunión, comentó que le gusta escuchar a Bob Dylan y a Nora Jones aunque día a día pasa escuchando las penas de los otros. “Traigo un dolor de la chingada en el esternón, necesito un cardiólogo pero ahí está el chacra de las emociones y creo que es lo que todos traemos dentro, tenemos que llorar mucho, pero si se aguanta el dolor es por el consuelo que le da sentido, al igual que el amor”.
El arte debe volver a las calles como cuando en el zócalo de Cuernavaca los jóvenes leyeron poesía día y noche como memoriales para los caídos. “En las caravanas siempre estuvieron cargadas de poesía, debería de volver a las calles porque es la voz de la tribu, porque en la poesía se dice lo mejor del hombre, es la que renueva el lenguaje y renovar el lenguaje permite rehacer los significados que se extraviaron”.
 En estos tiempos de cólera para Sicilia ser un buen samaritano no es recluirse en las instituciones eclesiásticas porque las instituciones ya están corrompidas, ser un buen samaritano para el poeta es reconocerse en el otro, ir al reencuentro del otro.
“Nada más y para eso hay que quitarnos los velos ideológicos, los odios, los rencores y mirar de nuevo a los ojos para encontrarnos, y ver al ser humano más allá de las diferencias y es lo que hemos hecho cada uno de los ciudadanos que salió a caminar a la marcha de la paz para abrazar el dolor de los otros”.
Recordó que en la marcha por la paz mantuvo en silencio y en su corazón una frase del cristianismo,  doctrina que en su tradición dice que la vida es ir a un lado con alguien y de la mano, por ello pide que todos salgan a manifestarse por un mejor país. Todos juntos.

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