¿Y después del niño ahogado?

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Objetos que pueden parecer inofensivos, como un balde de plástico, provocaron la muerte de 26 niños menores de cuatro años en la Zona Metropolitana de Guadalajara, en el periodo 2001 a 2007, de acuerdo al Servicio Médico Forense (Semefo). La causa: asfixia por inmersión.
Un estudio realizado por el doctor Alfredo Celis de la Rosa, investigador del Departamento de Salud Pública, de la Universidad de Guadalajara, revela que en ciertos periodos las asfixias por inmersión han superado a las defunciones infantiles en eventos de tráfico, porque basta un descuido de los adultos y un balde con agua para que el menor sufra un accidente. Los aljibes, las tinas de baño y albercas son otros depósitos que forman parte en la estadística antes señalada.
“El niño que se ahoga no hace ruido. Su cabeza pesa más y es suficiente con que baje la cabeza para asomarse”, indicó el experto.
El tema de la asfixia por inmersión ha sido investigado por el especialista desde 1990, cuando ya representaba una de las causas importantes de muerte en la ZMG. Incluso en algunos grupos de edad se colocaba por arriba de los accidentes de tránsito.
“Pudiera en lo general no ser la causa número uno de muertes accidentales, pero muy pocas medidas pudieran evitar estos accidentes que debieron no haberse presentado simplemente siguiendo algunas recomendaciones preventivas y sin necesidad de hacer grandes inversiones”.
El académico del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) y coordinador del doctorado en ciencias de la salud pública, informó que al inicio de su investigación los aljibes representaban el principal depósito donde los niños se ahogaban, seguidos de pozos de agua, entre otros.
“Más del 60 por ciento ocurrían en aljibes que estaban abiertos”. Hoy la estadística habla de menos niños ahogados en aljibes (calcula que el 25 por ciento), a pesar de que no existe ningún programa preventivo en este tema.
“Uno entendería que la población está tomando conciencia de tantos reportes en la prensa. Otra explicación es que las condiciones de vida de la población han cambiado. Hay muchos pobres, pero las condiciones son diferentes”.
Con base a una revisión de las autopsias de 1983 a 1989, Celis de la Rosa encontró que la tasa de mortalidad de asfixia por inmersión en el grupo de uno a cuatro años era de 7.6 de cada 100 mil habitantes, pero actualmente este problema continúa siendo una causa importante de muerte. Datos al 2004 señalan que la tasa de mortalidad en la ZMG en el mismo grupo de edad bajó a 4.11 por cada cien mil habitantes.
Sin embargo, el problema se ha acrecentado en la zona rural, porque presentan una tasa de 7.9 por ciento. “Sigue habiendo más información en la Zona Metropolitana de Guadalajara y en la zona rural no han tenido tantas mejoras”, indicó el investigador. A escala internacional, este problema ha comenzado a tomar relevancia, principalmente en países de ingresos bajos y medios.

Riesgosos, baldes de 20 litros
Una cuarta parte de las asfixias por inmersión suceden en baldes de plástico de 20 litros, los cuales cada vez son más vendidos como contendores de pintura e incluso es posible encontrarlos nuevos. “Para familias de escasos recursos, la posibilidad de obtener un balde siempre es atractiva”.
Para el investigador, más allá de prohibir su uso, es necesario que la población tome conciencia sobre el problema y que conozcan el riesgo de utilizar este tipo de baldes para las familias con niños.
“Las recomendaciones son evitar el uso de baldes de 20 litros, porque no son necesarios ni indispensables. Hay otras alternativas: como utilizar recipientes de no más de 10 litros de agua. Después de usarlos para trapear, por ejemplo, debemos tirar el agua inmediatamente y si deseo almacenar agua en la regadera o de la lluvia, deben estar tapados y lejos del alcance de los niños. Es importante que no se despreocupen si no tienen hijos, porque muchos menores se ahogan en la casa de los abuelos o familiares”.
Otra de sus propuestas es crear una cubeta de gran capacidad y que sea resistente para cumplir su función, pero que no represente ningún riesgo. Según pruebas físicas que realizó con baldes, encontró que el peso aproximado de un niño de un año es de nueve kilos, por lo que un balde que no represente riesgo debe ser con una base más angosta que la boca, similar a un cono invertido. De esta manera, en caso de que el niño cayera en él, la cubeta se caería y el menor no correría riesgo de muerte.

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