Roxana Kreimer

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La compositora y filósofa argentina, Roxana Kreimer, después de haber sido profesora en la Universidad de Buenos Aires, abandonó la academia para aplicar la filosofía en varios campos del desarrollo de la vida humana. Es una de las precursoras en América Latina de la asesoría filosófica, como testimonia el libro Arte del buen vivir: filosofía para la vida cotidiana (2005), el primer libro escrito en español sobre este tema.
Licenciada en filosofía y doctora en ciencias sociales, cuenta con varias publicaciones académicas, libros y colaboraciones en periódicos, en que además de la divulgación científica, trata diversos temas que van de la violencia a la recuperación de espacios ciudadanos, como en el libro La tiranía del automóvil (2006). Por esto fue invitada a dar la conferencia de clausura del X congreso Carfree, Hacia ciudades libres de autos, celebrado en Guadalajara.

¿Qué entiende por tiranía del automóvil?
La omnipresencia del auto en las calles de las ciudades contemporáneas, lo que produce por año en el mundo (un millón 300 mil muertos, el doble de heridos en accidentes y cinco millones de personas discapacitadas permanentes). Hablo de tiranía porque el transporte en automotor se ha convertido en monopólico, ha usurpado las calles. Las ciudades eran tradicionalmente ámbitos de encuentro, y se han convertido en meros corredores de vehículos, en estacionamientos, en lugares peligrosos, porque los que más mueren en las ciudades son los peatones, entre ellos particularmente los ancianos y los niños.

No hay tiranías sin tiranizados: ¿cuánto influye en eso la cultura de la gente?
Por supuesto que un conductor irresponsable, que no respeta las señale, que excede los límites de velocidad o que maneja en estado de ebriedad, tiene parte de la responsabilidad. Pero aun cuando el promedio de la ciudadanía es prudente, hay miles de muertos por accidentes de tránsito. A medida que aumenta el transporte automotor aumentan los muertos necesariamente. Y si lo pensamos bien, morir por algo tan banal como transportarse, es algo inconcebible. Muere más gente por accidentes de autos que por la guerra. Sin embargo, no hay una rebelión frente a este problema, como sí existe con respecto a cuestiones vinculadas con el cigarro o con la polución. Es un tema alrededor del cual hay que crear todavía mucha conciencia, porque consideramos que es efecto del progreso, de la fatalidad, pero no entendemos que el problema es intrínseco a este medio de transporte, que en poco más de cien años de vida ha generado mucha desdicha, mucha muerte, sin que paralelamente haya surgido un verdadero movimiento de resistencia para sustituirlo con otros medios más convivenciales.

¿Es imaginable en la actualidad una ciudad sin coches?
Lo es si podemos reemplazar la estructura actual con otra nueva. Si desaparece el automóvil, o se reduce gradualmente, dejándolo para los servicios urgentes, tiene que ser sustituido por un buen transporte público. Al inicio también con un sistema de autobuses eficiente, buenos metros, es decir, con un transporte más racional y sobre todo que no mate, además de fomentar el uso de la bicicleta y la creación de caminos peatonales. También es importante redimensionar las ciudades para no tener que viajar tanto. Una cosa que pueden hacer acá en Guadalajara es un desarrollo vertical, para poder tener pequeñas unidades habitacionales que tienen de todo, para evitar que la gente tenga que desplazarse lejos.

Este uso indiscriminado del auto, ¿tiene qué ver con el individualismo de las sociedades contemporáneas?
Sí. Es una forma de individualismo, porque el automóvil encarna un ideal que se impone con las teorías económicas del capitalismo, y que está basado en el presupuesto de que cada uno busca su propio provecho y que de esto va a resultar una armonía general. En cambio, si cada uno busca su propio interés, trata de llegar a destino y no nos organizamos colectivamente, de esto resulta un caos, no una racionalidad general. La consigna es reconquistar la ciudad para los ciudadanos, porque ha sido usurpada por el automóvil y ha dejado de ser este espacio democrático y de encuentro, como era originalmente.

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