Un personaje de historias

1078

Un escritor nunca sabe dónde puede empezar una historia. Y, muchas veces, tampoco dónde va a acabar.

En el caso de Francisco Vázquez Mendoza, cuya pasión por el periodismo siempre ha lindado con la del cronista, inició en San Martín de Bolaños con la foto de un cura, vestido de traje negro con alzacuello y gorra de piloto, retratado arriba de una avioneta. Y terminó —por ahora e inesperadamente— en una sala del Museo del Periodismo y las Artes Gráficas de Guadalajara.

Padre Emeterio que vuelas por los cielos es el nombre de algo que debía de ser un texto de acompañamiento a una foto antigua, que luego se convirtió en un reportaje de doce cuartillas y, finalmente, en una exposición.

“Me atrajo mucho el personaje, sin conocerlo, viendo un par de fotos de él me interesó saber qué historia había detrás de un padre vestido con sotana y gorra de piloto”, dice el periodista, que en su carrera ha sido galardonado con el premio Fernando Benítez, el Emisario y finalista de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano. “Las vi en una casa de San Marín de Bolaños cuando iba buscando fotos antiguas, y es cuando me llama mucho la atención”.

San Martín es uno de los diez municipios de la zona Norte de Jalisco, una región tradicionalmente olvidada, de la que, habiendo nacido en Colotlán, es originario Vázquez Mendoza. Quien, por eso, después de trabajar durante años en periódicos de Guadalajara, decidió regresar a su terruño para darse a la tarea de rescatar las historias de ese lugar hacia el cual muy pocos voltean a ver. Y allí estaba el padre Emeterio.

“A pesar de que murió hace 59 años, es un personaje muy vivo. Fue sólo cuestión de empezar a preguntar cosas de él, y me di cuenta que en todas las casas había una anécdota o una historia que contar”.
Emeterio Jiménez llegó al pueblo a los 27 años, después de la Cristiada, en una zona donde ésta asumió rasgos de guerra civil. Los curas no eran bien vistos, y menos uno como él que empezó a pedir que prohibieran los bailes y que convenció a las mujeres a no asistir. Lo corrieron varias veces, pero él siempre regresó.

“Con eso juego al inicio del texto. Cuando llega a San Martín no lo querían, pero pese a eso se quedó, y luego ni la muerte lo pudo sacar de allí”, pues se estrelló en 1954 aterrizando con la avioneta que había adquirido y aprendido a manejar para llevar la religión en aquellas localidades retiradas.

En San Martín se conservan sus restos, a los que todavía un grupo de fieles rinde culto cada año. Porque Emeterio llegó a convertirse en una leyenda: “Hablan de que ha hecho milagros, sin embargo no hay proceso de canonización; a la gente no le importa, para ellos es un santo porque les ha hecho milagros y es parte de la identidad del pueblo”.

Poco a poco, investigando, raspando debajo de la primera imagen, se dio cuenta de que había un personaje detrás de las anécdotas: “El cura no usaba la avioneta sólo para dar misa en los ranchos, sino que la utilizaba como ambulancia, para sacar a los enfermos y llevar medicinas a un pueblo donde entonces no había coches, ni carreteras que lo conectaran con el exterior. Allí es donde empiezo a ver su trascendencia”.

Hay un momento detonante en su búsqueda: “En internet me encuentro la historia de Tomás Montero, fotógrafo importante de mediados del siglo XX, que lo mismo fotografiaba a Tin Tán, a Octavio Paz, como a los rarámuris, y que además tenía un lado político, fue uno de los fundadores del PAN”.

Montero, que trabajaba a veces para el gobierno, en un recorrido realizado con la Aviación para monitorear las pistas de la Sierra Madre, observó una pequeña pista clandestina, arriba de un cerro, y allí se encontró con el cura-aviador.

“El personaje le despierta tal curiosidad que se queda para entrevistarlo y cuando regresa al DF publica un fotorreportaje de doce páginas en Impacto, la principal revista de México de aquella época”.
Vázquez entonces busca a sus familiares, y encuentra que una sobrina del fotógrafo heredó 80 mil negativos del abuelo nunca conocido, quien le proporcionó fotos de Emeterio, muchas de las cuales forman parte hoy de la exposición, que estará abierta al público hasta principios de enero.

De allí vino el impulso a seguir investigando, buscando información en los archivos de la Arquidiócesis de Guadalajara. Así que la inicial cuartilla se transformó paulatinamente en el reportaje cuyos fragmentos, bajo la curaduría de Peggy Espinoza, se alternan a 14 fotografías —las de Montero y las que le proporcionó gente de San Martín— en las paredes del Museo del Periodismo.

“El reto del museo y de mi parte es que es un texto periodístico, que no se escribió para una exposición o para algo visual; desde que me encontré con el tema y empecé a reportearlo, nunca lo pensé para algo gráfico”.

La historia llamó la atención de Víctor Ortiz Partida, director del Mupag, porque ya tenía la idea de hacer exposiciones a partir de textos periodísticos, “y decidieron comenzar con el mío porque encontraron que tenía aspectos gráficos, el personaje y el contexto tenían muchos elementos que pudieran hacerlo visual”.

Artículo anteriorUdeG colecta 12 toneladas de víveres para damnificados
Artículo siguienteAcuerdos No. RG/009/2013 No. RG/010/2013