Un par de locos y una bienal

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Hay en la geografía del arte nacional un lugar muy poco visitado, hay en ese lugar dos personas que sobrevivieron al vuelo de los vientos, hay en esos vientos miles de voces que procuraron un eco colectivo y en él, está mi voz.

En noviembre de 2009 esa voz se quedó plantada en un sitio de Coyoacán, en el Distrito Federal.

Quedó en las manos de J. M. Calleja, que trozaron mi billete de cincuenta pesos en dos partes; en el corazón de Clemente Padín, que homenajeó a un autor de un tal “menú” comestible; en los pasos de Beatriz Ramírez, que caminó por la Narvarte a mi lado; en los clip-poema de Roberto Keppler, que viajaron tanto y, sobre todo, en las perspectivas de “un par de locos” que han desencadenado un amor poético, Araceli Zúñiga y César Espinosa. Era la X (última) Bienal de poesía visual y experimental de México: la mañana, el café, los amantes, los poemas, los países, el encuentro, las artimañas, los años, el servicio postal, las copias, los autores, los vivos, los nuevos, las canas, los sellos, los caídos, los efímeros, los performances, las postales, los normales, los disueltos, los jóvenes, los del recuerdo y, por qué no, los ausentes.

Actualmente, a 40 años, después de aquella revista de su primer encuentro La perra brava (1973), de aquel grupo de arte El Colectivo (1976-1981), del Poema colectivo revolución (poema en el que participaron autores de 26 países, en 1982) y de diez bienales internacionales (1985-2009), ese amor sigue en una constante búsqueda sobre la difusión y preservación de la poesía visual/experimental, no sólo mexicana, sino de gran parte del globo, siempre, como en su mayoría de veces, de manera independiente.

En todas sus ediciones esa bienal fue un ente clave en nuestro país, pese a su poca difusión a nivel nacional. La red de trabajos creativos y su permanencia se debieron a la amistad de muchos artistas locales y extranjeros cercanos a Zúñiga y Espinosa. En ella, el arte-correo como primordial arma, la experimentación poética en diversos soportes y medios, el performance en distintas variables, el acto del poema, la polisemia de la semiótica, la flexibilidad del entorno creativo, las variaciones visuales de la palabra, las predisposiciones del sonido, las configuraciones artístico-tecnológicas, los diferentes estandartes artísticos, la voz de los pueblos, el intercambio de obras, las exposiciones radicales, los artistas invitados y otros tantos, fueron lo que permutó esa bienal en una de las más intransigentes y corrosivas del país como la puerta a la exploración de este tipo de arte, la experimental. Según Zúñiga, “somos un par de locos porque no veo otra manera de definirnos… creo que somos personas que teníamos una mística acerca de la célula madre que es la palabra, un interés porque se investigara, se inquiriera, de manera profunda, sobre las multidimensiones de ésta, desde luego en el terreno de la investigación de las transdisciplinas…”, siempre de la mano de la “resistencia cultural”.


Artistas como Dick Higgins, Enzo Minarelli, E. M. de Melo e Castro, Edgardo-Antonio Vigo, Pedro Juan Gutiérrez, Guillermo Deisler, Roberto López Moreno, Fernando Aguiar, Ivette Román, Leticia Ocharán, por mencionar a algunos de la larga lista, fueron partícipes de esa labor que dio forma y seguimiento a ese encuentro internacional; prosigue Zúñiga, “tenemos un archivo único en México y tal vez en muchas partes del mundo… dormimos sobre exposiciones, literalmente lo digo, nuestra cama es un cajón enorme de madera con distintas secciones, nuestras ropas no son abundantes porque los closets son para guardar exposiciones, las escaleras también están llenas de libros”, ahí, la gran dimensión de dicha bienal. Actualmente se encuentran en la fase que conlleva la búsqueda de apoyos oficiales y culturales para que ese archivo pueda estar al servicio de los poetas mexicanos y del mundo.

Del amor de uno a otro, abunda Zúñiga, “yo no puedo disociar del conocimiento de este hombre que finalmente es mi amigo, es mi cómplice, es mi camarada… el concepto de relación amorosa se ha extendido de manera muy amplia a ser una relación de trabajo… donde cada uno hemos llevado un proyecto común, a pesar de las discrepancias, hemos convergido en esto, las bienales”; “sin la presencia y la existencia de Araceli no creo que yo hubiera podido tener las ideas, los proyectos, el apoyo, el entusiasmo, el empeño, para llevar adelante esta epopeya mexicana que han sido estas bienales… considero que fue la figura determinante para que esto se volviera una realidad”, dice Espinosa.

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