Rius maestro de la celeridad

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Tengo la impresión de que la de los setenta fue la última gran década del siglo veinte. No menor, pero sí distinta, a la de los sesenta. Ambas sin embargo se complementan: los jóvenes dieron la velocidad, el ritmo, el temple, el corazón a ideas e ideales que —lamentablemente— la siguiente generación borró: dedicó su tiempo, su vida, a contemplarse en el espejo y en las vitrinas de los grandes almacenes comerciales; dejaron los libros por los buenos perfumes y la ropa nice

La de los ochenta es la generación del consumismo brutal. En los sesenta y setenta los jóvenes tomaron las calles, se enrolaron en guerrillas, se comprometieron consigo mismos, con la sociedad y muchos dieron su vida y su sangre por una utopía: la libertad.
Fueron tiempos de guerras absurdas y de matanzas; de grandes hazañas y de fabulosas mentiras; de fantasías y de ovnis; de música e ideologías; de cocina oriental y de rico olor a ajo en las calles al paso de los restaurantes de los hippies; de drogas psicodélicas y de carteles en las recámaras y, también, de grandes pensamientos que nos comprometieron a la hermandad.

Tiempo de múltiples caminos
De algún modo el mundo para muchos se hubiera vuelto un caos sin la existencia de un singular personaje. Para quienes nos formamos en los setenta la presencia de Eduardo del Río —Rius— y sus trabajos fue fundamental y sin él sería impensable haber leído los grandes libros. Rius, con sus historietas, de algún modo, nos enseñó a reflexionar y pensar la realidad inmediata. Nos indicó qué leer y cómo. Nos dijo que la vida no era como nos la pintaban los políticos y las grandes instituciones. Nos llevó —como niños de colegio— por los senderos de las ideas.

Es con la historieta de Los Supermachos y luego con Los Agachados que muchos entramos a la edad adulta y dejamos a los superhéroes gringos para comenzar a preocuparnos por lo que ocurría en nuestro entorno social, político y económico. Luego en libros completos nos enseñó, de manera acelerada —como un maestro de la desesperación por despertarnos— las ideas de Marx, Lenin, y la historia de instituciones como la Iglesia católica.

Todo con monitos, con ejemplos; y debía tenerse cuidado para no caer —como sucedió con algunos de mi generación— en la llana repetición de un pensamiento y de una ideología: la de Rius. La mayoría de mis compañeros de vida se quedaron allí y nunca fueron hacia los libros nombrados por el escritor, dibujante e historietista nacido en Zamora, Michoacán, en 1934, quien este año cumple sus primeros ochenta años de vida y a quien se le rinde un merecido homenaje en algunos círculos intelectuales de todo el país.

Rius es el responsable de que muchos leamos libros sobre política y consideremos a las ideas como tema de conversación, pero otros se han rezagado y pretenden ver en los trabajos del maestro una forma de entretenimiento y no un rito de iniciación que nos puede llevar hacia el pensamiento y la comprensión de las ideas generadas por los grandes pensadores.
Bajó casi todos los temas a nivel de charla y tal vez por eso creímos comprender de todo, sin embargo pocos profundizamos y nos quedamos allí, en la cháchara de café, sin llevar a la vida diaria lo aprendido.

Es un almanaque la obra de Rius, muy ligada a su tiempo y a la historia de los sesenta en adelante. Fue él quien nos dio el pase hacia el conocimiento y el interés por nuestra América latina, sobre las principales formas de la reflexión e ideas fundamentales que todos deberíamos saber. Nos introdujo en la historia, la filosofía y la religión. Logró que nuestro criterio se formara y abrió caminos hacia nosotros mismos, es decir, nos exigió una vida reflexiva y crítica.
Pocos autores se han tomado esa molestia: enseñar al pueblo, algo que se agradece pues no hay camino o sendero sencillo; pero caminando con él muchos, pero muchos, nos encaminamos hacia el mundo que es, como suele decirse, amplio y ancho.

Sus libros Cuba para principiantes, La joven Alemania, Marx para principiantes, Cristo de carne y hueso, ABChe, La revolución femenina, La Biblia, esa linda tontería, Su Majestad el PRI, Compa Nicaragua, Palestina, del judío errante al judío errado son libros indispensables para comenzar a conocer(nos).

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