¿Qué elementos distinguen al FICG in LA?
Es un festival que emana de una universidad, la segunda más importante de México. Este hecho para mí le da una raigambre filosófica y una profundidad que lo hace distinto a otros. La misión última, aunque tiene que ver con promover el cine, es la continuación del compromiso que en sí mismo significa la educación.
¿Cómo abordar ideas tan extendidas como la de la homogeneidad del cine latinoamericano o la de ser un cine con fuertes carencias de producción?
Eso es justo para lo que yo trabajo, para romper esos estereotipos. Iberoamérica —porque incluimos a España y Portugal— tiene una amplia producción cinematográfica. Mi preocupación siempre es tratar de mostrar esa amplitud para que no nos vean como un gris raro.
¿No crees que el narcotráfico se ha convertido en cierta medida en un tema de esta naturaleza?
No lo sé. Ha habido muchas películas que lo han tomado desde el humor, desde la visión de niños o adolescentes. Creo que la única manera de exorcizar, de digerir lo que pasa, es contando estas historias. Imagino que el cazador que volvía y se sentaba en un fuego a contar lo que le había pasado, en parte lo hacía para sacarse el miedo y la angustia, pero al mismo tiempo para compartir la alegría de la sobrevivencia. El acto de contar una historia, muchas veces, es el que te permite seguir viviendo.
¿Buscas el punto medio?
Es mi trabajo permanente. Que el que abra el catálogo sienta que puede encontrar una opción de cada género, y aún del mismo género pero desde distintas perspectivas. El cine es un puente entre historias o entre realidades desde la ficción hasta el documental. Para mí FICG in LA es traer lo mejor de Guadalajara y, por añadidura, lo mejor de Iberoamérica —por ser uno de los festivales fundamentales de este tipo de cine— pero no hacer un gueto del tipo “cine latino para los latinos”, sino crear un puente para que unos y otros nos descubramos. A mí me gusta romper los mitos.
¿Entonces qué tipo de historias podríamos entender como iberoamericanas?
Lo que está ocurriendo como tendencia es esta fluidez en términos de historias y quiénes las cuentan. Hace unos años era más proclive el cine latino a contar sólo historias de latinos, pero ahora con la globalización y las permeabilidades, unas más dolorosas, otras más suaves, estamos viviendo un fenómeno de “ambiculturalismo”. Generaciones de nacidos en Estados Unidos con padres latinos y esta impronta cultural tan fuerte hace que busquen historias en inglés, quizás con rasgos latinos, pero en inglés. Sin embargo, la abuela que no es norteamericana se interesa por la misma historia en español. De donde somos o el idioma que hablamos no define ni dicta actualmente qué historias tenemos que contar.
¿Qué elementos fueron considerados para la convocatoria de FICG in LA?
La inscripción para competir estuvo abierta a latinos de primera, segunda o tercera generación o iberoamericanos que estuvieran viviendo en Estados Unidos y Canadá con cualquier historia, y contada en inglés si hiciera falta, porque ese cineasta independiente hijo de algún iberoamericano, también quiere contar historias y no recibe apoyo en su país por vivir fuera. Como contrapartida, abrimos también a estadounidenses y canadienses que se dedicaran a contar alguna historia que estuviera relacionada con algún contenido latino, para encontrar así ese espacio que surge de unir ambas directrices en las cuales converge lo latino en su más amplia acepción.
¿A dónde se dirige FICG in LA?
A tratar de recordar constantemente para qué, para quién y hasta dónde estamos yendo. Una diferencia en comparación con otros festivales es su hibridación. Somos creyentes de las buenas historias y eso implica apoyar el talento donde esté y en la lengua que hable, aunque con sabor latino, todo el tiempo buscando evitar limitaciones o estereotipos.