Entre las cintas producidas exclusivamente en México está La delgada línea amarilla (2015) escrita y dirigida por Celso García, que se erige como una alternativa a una marcada tendencia del cine nacional a rodar filmes de denuncia social y narcotráfico. En éste, su primer largometraje, Celso García vuelve la mirada a un subgénero de ficción poco abordado en nuestro cine durante los últimos años, el road movie.
¿Por qué abordar este tipo de historias de apariencia minimalista en el cine mexicano actual? Es una historia sobre cinco hombres que son contratados para pintar la línea amarilla de una pequeña carretera que une a dos pueblitos en México, una historia intimista, sencilla y honesta, aunque a pesar de ello nos ha implicado siete años de trabajo. Me parece importante que el cine mexicano hable de otras cosas, más allá de lo que está últimamente abordando en cuestiones de temas de violencia, inseguridad o narcotráfico. Está este otro cine que también se debe hacer, que es el de las historias sencillas, entrañables, de personajes que muestran la otra cara de México, el de la gente bondadosa y entregada, que también existe. Traté de hacer a mis personajes tridimensionales y lo más humano posible.
El tipo de historia se sustenta entonces casi exclusivamente en el trabajo actoral. ¿Qué piensas del reparto que conforma la película? Como director de mi primer largometraje me siento honrado de poder contar con estos actores que considero son los mejores que hay ahora en México. Escribí el guion y a los personajes pensando en ellos, aunque no estaba muy seguro de que íbamos a poder trabajar juntos.
Concretar la participación de Damián Alcázar, Joaquín Cosío, Gustavo Sánchez Parra, Silverio Palacios y Américo Hollander fue para mí tremendamente significativo. Además tuve la fortuna de ser apoyado por Guillermo del Toro como productor ejecutivo y consejero, al igual que por Bertha Navarro y Alejandro Springall, los productores. Los tres han estado muy involucrados.