Lo que se puede decir en el caso de Javier Darío Restrepo, es que el zumbido llega antes que el moscardón. Quienes lo esperan, en ese auditorio del CULagos, repiten un murmullo que termina por identificarlo como “el periodista”. Pero Javier Darío Restrepo es más que eso; es maestro de periodistas.
El comunicador colombiano y figura fundamental de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo (FNPI), participó en el II Encuentro Internacional de Periodistas, organizado por el Centro Universitario de los Lagos, como parte del cierre de la edición XII de la Universidad Internacional de Verano, donde dictó la conferencia magistral Libre de censura, frente a alumnos de periodismo y comunicación pública de la UdeG.
Vestido con pantalón y blazer color café otoño, y camisa de un fresa pálido, se abre camino con la sonrisa y la mano derecha que extiende como bandera a quien en su camino se topa. Antes de la conferencia, se adentra en un salón para brindar una rueda de prensa sobre la actividad profesional del periodismo y lo hace de la misma manera como si se adentrara al corazón de una redacción.
Todos se dirigen a él como maestro y Restrepo, sin actuar como uno, dice traer intérprete (por su sordera), pero prefiere que le hablen fuerte y claro, y explica: “Yo periodista debo contribuir a que la población reaccione pensando, no sintiendo. Explicar por qué suceden las cosas, cuáles son las consecuencias que puede tener un hecho, qué aporte puede dar un ciudadano. Entonces, se traslada de la sensibilidad de las personas a su pensamiento”.
En cuanto a la cobertura de la violencia, dice que hay que “tratar estos temas buscando propuestas, haciendo un periodismo que sea parte de la solución y no parte del problema”. Su pedagogía corporal es precisa: no mueve de más o de menos las manos, si no adecuándolas al sonido de las palabras: “El periodismo nunca debe permitir que la motivación comercial lo mueva, uno debe permitir que al periodismo lo mueva la motivación social”.
Libre de censura trató de todo lo contrario a lo que se esperaba. Restrepo cambió el chip de la ética periodística y habló de la nueva era, la cual calificó como “la crisis digital”, pero no cayó en lo apocalíptico, sino que, dijo, “aparece como la manera de cambiar al periodismo a una nueva estructura”, la cual permita desaparecer al periodismo del negocio y lo haga renacer como un servicio público.
“Las redes sociales nos tienen que volver más exigentes en la comprobación de lo que dice la gente. Compromiso con la verdad, independencia y responsabilidad con la sociedad, deben ser los valores del periodismo que no se han transformado con la llegada del internet”. Citó a Ignacio Ramonet y a Umberto Eco con respecto a la necesidad de dar contenido de interés y calidad para cada usuario, “contenidos relevantes, un regalo para la inteligencia y no sólo para la curiosidad y los sentidos, ése será el nuevo periodismo. La gente quiere más, mejor información y más contenidos”.
Sin embargo, a manera de precepto de vida, Javier Darío Restrepo sentencia, como verdadero testigo del ayer y del mañana: “Esta es una profesión que no termina de aprenderse, esta profesión no es teórica, es totalmente práctica —ya se acomoda los anteojos caídos a mitad de la nariz, se toca la boca para seguir hablando—, el periodismo como lo conocemos tendrá que desaparecer”, dice.
En su conferencia invitó a los estudiantes a tomar como ejemplo al diario digital The Huffington Post, al que describió como un ejemplo del nuevo modelo, pues es “un periodismo de análisis, con un diseño atractivo, que se ha convertido en una necesidad para quien quiera estar bien informado”.
Javier Darío Restrepo se abre camino por las brechas de la información que lo guían a su destino; se deja llevar. El moscardón avanza a paso lento, avizorando el mañana del periodismo y a su paso de nuevo se escuchan pequeños murmullos; se mueve como si se desplazara ligero en el aire, con ese ruido que lo sigue y que se vuelve una especie de eco sigiloso, casi como el de los insectos; pero más como el de los maestros.