Ciudadanos culturales

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A noventa años de la Refundación de la Universidad de Guadalajara, ésta no puede dejar de pensarse como un ente formativo y generador de conocimiento académico en los aspectos humanistas, científicos, políticos y sociales, pero también sin duda en los artísticos y culturales.

Ése es el deber de una institución educativa y el papel que tradicionalmente se espera que realice. Sin embargo, con la gran transformación que con el tiempo se ha hecho en la Universidad de Guadalajara, ya no puede entenderse sin el impulso que ha dado a las expresiones del arte y la cultura, más allá de los ámbitos de las aulas, a través de su difusión con actividades y eventos públicos que han incidido en el desarrollo de ese rubro de la ciudad y la región en las últimas tres décadas, y para lo que han sido fundamentales la FIL, el FICG, así como en años recientes la FIM, además de todas las propuestas musicales que en sus diferentes recintos ha promovido.

Así, en este sentido se tiene en primera instancia la Feria Internacional del Libro, en la que se han dado cita en su casi treinta ediciones un sinnúmero de literatos y pensadores del mundo, y un enorme variedad de las mejores editoriales, y sobre la que se han volcado millones de personas de todas las edades y estratos.

Respecto a ello, en entrevista la directora de la FIL, Marisol Schulz Manaut, dice que “una de las grandes virtudes de la feria es que no podía haber sido pensada sin que se haya creado en una universidad, porque es de las pocas a nivel internacional que está sustentada por una, y que en este caso además es pública y mexicana. Eso ya la hace diferente”.

La otra virtud —continúa Schulz— es que “después de casi tres décadas de la primera edición, no se puede entender la ciudad sin la FIL, sin su aporte cultural, editorial y económico que deja a la ZMG, pero también al estado y al país. Se ha consolidado como el mayor festival literario del mundo, y tiene mucho sentido que sea una universidad como la UdeG la que la promueve y erige”.

Pero fuera del aspecto puramente literario —ya de por sí importante y formador de lectores— Schulz destaca que la FIL también tiene importancia educativa porque “también existe un programa académico donde convergen todas las ideas y se dirimen todos los puntos de vista”.

De los noventa años de la refundación de la Universidad, treinta han sido con la FIL, así que aquélla se nutre de ésta, dice Schulz, por lo que se ha hecho “una simbiosis, y no podría pensarse una sin la otra”.

En cuanto al Festival Internacional del Cine en Guadalajara, su director Iván Trujillo ha dicho que Guadalajara y su festival “se convirtieron en un punto de encuentro de una comunidad desunida en su momento y que funcionó además como un espacio de creación de proyectos, de flujo de información y de desarrollo de iniciativas que se transformarían en políticas que han hecho que nuestro cine esté en un muy buen momento como el que experimenta ahora. Puso en el mapa a Guadalajara. Creó un público a nivel interno específico y un espacio de introspección que sirvió para generar políticas que dieron en gran medida la buena etapa por la que atraviesa el cine mexicano. Pero también las posibilidades que hubiera en Jalisco una producción cinematográfica propia”.

Trujillo dice que de igual manera el FICG se ha vuelto en punto de encuentro para América Latina, que logra además del desarrollo artístico, el económico. Y destaca que la responsabilidad que la Universidad de Guadalajara ha asumido en la difusión y administración de la cultura es determinante, es una función sustantiva de sus actividades, en la formación de individuos integrales, y no podría comprenderse en su aniversario sin estos aspectos.

Sobre la Feria Internacional de la Música, los diferentes eventos musicales que giran en torno a ella u otros que organiza la Universidad, y el cómo estos influyen en el desarrollo interior de la institución, el secretario de Vinculación y Difusión Cultural de esta Casa de Estudio, Igor Lozada Rivera Melo, dijo en entrevista que “desde que la Universidad de Guadalajara se convirtió en una red cambió el paradigma de cómo una universidad se involucra con una ciudad. Porque al ser pública y estar en red, cualquier decisión que se tome impacta directamente a la sociedad”.

Para Lozada, con ello se “capta a los creadores, desde los emergentes a los consagrados, pasando de lo muy cultural a lo comercial, haciendo que convivan, porque la sociedad es heterodoxa, y así saber cómo se relaciona con sus músicos, los géneros y los gustos de la gente”.

Respecto a la formación educativa que tales eventos puedan generar en la comunidad universitaria, Lozada dice que los grandes músicos que se presentan “crean una gran expectativa de un horizonte muy amplio al cual acceder, y así las exigencias se vuelven mayores para los estudiantes a quienes se impacta con ello. Este fenómeno que ha hecho la Universidad como proyecto cultural, inevitablemente te confronta a la realidad”.

Y de la huella que los espectáculos musicales han dejado en la entidad, Lozada dice que “la Universidad tuvo la capacidad de tener la visión, de saber que algo de entretenimiento podía poner a la ciudad en el mapa mundial, además del cine y los libros. Pero se dio cuenta de que no teníamos la infraestructura; los contenidos siempre los hemos tenido. Así que se empezaron a revivir espacios, y con la creación del Teatro Diana se marcó un ejemplo de la concepción de la difusión cultural, porque se convirtió en la frontera del antes y el después, y regeneró socialmente esa zona de la ciudad que estaba deprimida. Se volvió así un referente local y nacional, para que luego vinieran otros espacios como el Auditorio Telmex y el Centro Cultural Universitario”.

Así que para Lozada, este proyecto “está creando una marca de Jalisco como capital cultural a nivel mundial, y la infraestructura universitaria ha creado el Jalisco del siglo XXI.

Lo que viene es la profesionalización del sector artístico para saber cómo convocar a la sociedad en general, y que la comunidad madure. Porque la parte del entretenimiento va corriendo más rápido que la cultural, porque nuestros artistas y las políticas culturales no han evolucionado a la velocidad que la universidad sí”.

Igor Lozada no cree que haya posibilidad de que este panorama cultural y su infraestructura se estanquen, ya que “el único riesgo es no estar dispuestos al cambio que se está generando. Estos proyectos universitarios tienen un cauce tan grande que no se puede frenar, pero hay que darle dirección a esta cosa vertiginosa en la que estamos viviendo. Tales actividades deben verse con un nuevo discurso, no son extra clase, son una extensión, parte de lo que nos hace seres humanos. Por eso el proyecto de la Red Universitaria es tan exitoso, innovador y revolucionario en América Latina, porque no es que nuestros inmuebles estén dentro de un campus, vivimos inmersos en la sociedad. Lo que tiene que cambiar es nuestro paradigma de ciudadanos”.

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