Miguel Miramontes Carmona

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    Escultor al que Guadalajara adoptó y de quien recibió aportaciones significativas en su escultura urbana; una veintena de obras que retratan personajes de la historia, figuras gallardas que conviven en plazas y rotondas con ancianos e infantes en tardes sosegadas o asumidas plenamente en el ajetreo diario de quien ya las ubica como una referencia más en su circunstancia.

    Conocedor del oficio, formó en su taller varias generaciones de escultores, que han seguido sus pasos sobre las bases solidas que de él recibieron en el consejo acertado o el cotidiano compartir experiencias que dan el taller y la forja, la talla directa, el barro y el cincel.

    Aunque es autor de monumentos, en el medio y pequeño formato muestra la calidad de unas manos que sienten el material, conoce y respeta sus posibilidades para dominarlo con cariño y cuidado, paciencia y sapiencia, pero con el toque de quien sabe lograr el fin que busca.

    Circunstancias de la vida, plantearon en mi juventud como estudiante de arquitectura la posibilidad de ser profesor en la desaparecida Escuela de Artes Plásticas, responsabilidad que acepté con cierto temor que nació al leer en mi primer nombramiento: “en sustitución del maestro Miguel Miramontes”.

    Con afecto y apego a sus enseñanzas traté de cumplir mi responsabilidad.

    Descanse en paz Maestro Miguel Miramontes.

    *Texto tomado del libro Gente grande que conocí de Sergio Zepeda, prologo de Hugo Gutiérrez Vega, Editorial Ágata 2004.

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