La poesía para Reina María Rodríguez —como para muchos otros— “es un tipo de sensibilidad, y como cualquier tipo de artesanía y trabajo”; pero si para ella se distingue en algo es porque “en mí viene porque siempre tuve una impotencia con el cuerpo. Yo estudié baile muchos años, tenía la columna desviada, tenía que hacer reposo, y entonces venían las cajas de libros. Esto fue suplantando la vida de una persona con muchos problemas de salud, tenía un corset de yeso. Todo eso me llevó al plano de lo pasivo. Y he sido una gran lectora. Me he pasado la vida leyendo. He comido mucho lenguaje, y a falta de muchas otras cosas, el lenguaje me fue abriendo camino”.
Es así que las barreras del cuerpo forjaron la vocación de esta poeta cubana que vio la luz en La Habana en 1950, y que esta semana ofrece la Conferencia Magistral “Prendida con alfileres”, como invitada a la Cátedra Julio Cortázar, en el Paraninfo Enrique Díaz de León de la Universidad de Guadalajara. Además, previo a ello brinda un curso en tres sesiones que llevan por nombre “Apuntes de un poeta cubano”, “Tres generaciones y nacidos en los 70”, y “Drapeados magníficos sobre el neobarroco y el neobarroco cubano”, en el CUCSH.
Para la autora de Cuando una mujer no duerme (1980), pensadores como Roland Barthes y Maurice Blanchot han sido importantes en la biblioteca que conforma su trayectoria, y de la cual no teme decir modestamente que “es muy pobre, porque los libros leídos casi siempre fueron prestados”. Pero en ese ánimo de compartir, también reconoce que cuando va a otros países obtiene fotocopias o impresiones de todos los textos que puede para llevarlos a la gente.
Rodríguez —quien ha ganado diferentes premios, entre los que destacan el Casa de las Américas en 1984 y 1998, así como el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2014— dice que “uno escribe y no sabe qué sentido tiene ni para dónde va, pero éste no son las distinciones realmente, sino un texto tras otro, en los que uno cada vez trata de ver qué forma humana tiene, y qué es lo que ha hecho con la vida”.
Aunque a ella se le define por poseer una poesía profunda, ligada a la tradición poética cubana, y admite que la literatura de su tierra es “fundamentalmente de poetas”, no deja de señalar lo obvio: “La poesía no es territorial, puede estar en cualquier parte”.
En cuanto a la relación de los poetas cubanos con su isla, Rodríguez decía en una entrevista a Página 12 sobre el éxodo que hubo de éstos en una generación posterior a ella, que “casi todos se han ido a vivir a Barcelona o a México, y eso provocó una ruptura y al mismo tiempo un gran vacío porque se fueron poetas muy experimentales, a pesar de que la poesía cubana no se ha caracterizado por ser experimental. Ha sido más bien conservadora”.
Pero de las diferencias entre quienes se quedan y se van, Reina María Rodríguez cree que “el problema es que los que se fueron, con compromisos muy diversos, tienen que probar cómo llevar esa literatura que han hecho, en algunos casos con un uso muy experimental, a un mundo que está comercializándose. Adentro, salvo algunos nombres, sigue habiendo demasiada retórica, y me molesta mucho cuando la poesía se manosea, como cuando se manosea cualquier oficio”.
A pesar de las carencias que se han vivido en Cuba, Rodríguez dice que ha tenido un lujo y ése ha sido el tiempo: “Por más precario que sea el nivel de vida, fue mi opción para poder leer y escribir. A lo mejor en otro lugar no hubiera podido hacerlo. Cuando viajaba tenía que decidir: esto es para comprar leche y esto es para comprarme un libro. Y eso es también una lección, en el gran catálogo de todas las cosas que tiene el mundo: que tú has tenido una medida para elegir, para poder trazarte una ruta de lo que realmente te va a servir y funcionar”, dijo entrevista a la revista chilena The Clinic.