Una de las zonas más vivas e icónicas en Guadalajara es sin duda el área de Chapultepec, lugar que desde hace más de tres décadas convoca a los jóvenes gracias a una oferta muy diversa formada por cafés, bares, librerías, galerías y espacios culturales que se complementan con actividades artísticas y recreativas que diversos colectivos ofrecen y el municipio coordina.
En esta zona nacieron El Rojo Café y Microteatro, dos importantes proyectos culturales cuyo reciente cierre se suma a la lista de los que no consiguen sobrevivir. Como ha ocurrido con La Casa Suspendida y el Foro 323, los responsables de estos espacios señalan que una de las principales razones que los obligó al cierre fue la falta de apoyo por parte de las instituciones encargadas de la cultura, que están lejos de comprender la complejidad de estos proyectos. Para la comunidad escénica local estos cierres son un nuevo golpe que reduce las opciones de lugares para la exhibición de su trabajo, obligándolos a formarse en las filas de los foros institucionales que, debido a la demanda, programan temporadas cada vez más cortas que pueden alcanzar apenas cuatro funciones, con las que naturalmente es imposible recuperar la inversión, ni hablar de la obtención de ganancias.
Mientras Rojo Café consiguió hacer historia en la cultura de la ciudad programando durante catorce años actividades artísticas que comprendían presentaciones musicales, dancísticas y escénicas, Microteatro replicó la estrategia española de teatro en pequeño formato para un público reducido, apenas durante trece meses. Ambos proyectos estaban ubicados sobre la calle José Guadalupe Zuno y fueron testigos de la contrastante dinámica de consumo cultural que se da en la zona. Mientras los bares y las calles del área lucen llenos cada fin de semana, Alfredo Saras, responsable de Rojo Café, confiesa que el proyecto no consiguió adaptarse a un nuevo público. Sin embargo es cierto que la naturaleza del espacio es otra y por ello demanda de las autoridades un estatus distinto que permita apoyar las tareas de promoción y difusión de las artes que “El Rojo” realizaba con su programación.
Para Felipe Curiel, quien encabeza Microteatro GDL, el cierre responde a que “no hay apoyo de la Secretaría de Cultura. Ellos dicen crear o difundir acciones en beneficio de centros culturales, que en ningún caso responden a nuestras necesidades. No hay compromiso de los funcionarios para sanar la industria artística en la ciudad. La falta de criterios adecuados para la reglamentación y vigilancia nos trajo muchos problemas al intentar conseguir una licencia de funcionamiento, hay muchas barreras como las tributarias y de índole laboral que imposibilitan el éxito de una empresa cultural. Tener una dirección con nombre bonito para ‘cubrir’ las necesidades de todo el sector no es cumplir los objetivos y menos si vemos que se cierran más espacios de los que se abren”.
Si bien tanto Alfredo Saras como Felipe Curiel consideran este cierre una pausa para replantear las dinámicas de funcionamiento de cada proyecto, lo cierto es que mientras no se creen políticas macro que consigan la inclusión de opciones culturales como éstas con todas sus particularidades, el cierre de foros independientes continuará. Hacer política cultural no sólo consiste en abrir foros y programar festivales, implica la generación de condiciones administrativas y de operación justas para proyectos que brindan una oferta muy distinta a la de un bar o restaurante. Es necesario que la estructura que permite la operación de estos espacios reconozca sus particularidades y genere condiciones que faciliten su permanencia.