Los de Guadalajara hablamos “cantadito”

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Catedral de Guadalajara. Fotografía Iván Serrano Jauregui

Cuando Rosario García Alvarado, quien nació en Ciudad Valles, llegó de intercambio a Guadalajara para estudiar la licenciatura en Administración en la Universidad de Guadalajara, identificó que sus compañeros de clase la saludaban con un “hola” que sonaba más prolongado, algo diferente: “Un poco más cantado”.

Su compañero Édgar Frías Ortega (también de Ciudad Valles), detectó además que los tapatíos suenan más optimistas que los de la capital de San Luis Potosí. Y a Karen Colchado, recién llegada de la Universidad de Piura, Perú, le pareció interesante que pronunciaran la palabra “güey” de una forma más larga que en la Ciudad de México, la primera ciudad mexicana que conoció.

Estos tres estudiantes foráneos identificaron algunas características del habla de los tapatíos que son estudiadas por Patricia Córdova Abundis, jefa del Departamento de Letras del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).

La prosodia de los tapatíos
Con el estudio denominado Corpus lingüístico, que pretende analizar el habla espontánea de los habitantes de la capital de Jalisco a partir de una muestra de conversaciones grabadas, Córdova Abundis y su equipo han encontrado tendencias en las expresiones cotidianas, aunque todavía no cuenten con resultados finales.

La académica dice que lo cantadito de los tapatíos se debe “a una tendencia en subir la curva prosódica detrás de cada enunciado o segmento del habla”. La prosodia es la entonación que se utiliza cuando se dice una frase o palabra para dar significación a lo dicho; son los tonos que logran que algo suene con seguridad, enojo, felicidad o ironía.

Otra de las características en el habla de Guadalajara es que “se dan muchos rodeos”, que sus habitantes son muy redundantes, ceremoniosos, y en muchos casos se apoyan con diminutivos.

“En términos generales, en Latinoamérica somos más proclives a la atenuación”, que es poner elementos lingüísticos que suavizan la comunicación. “Hay quienes explican la fuerte incidencia de diminutivos en el español mexicano gracias al náhuatl”, pues en esta lengua es frecuente el sufijo tzin, que significa pequeño, comparte Córdova.

Hay quienes dicen que las culturas que utilizan diminutivos son por sentimientos de inferioridad, al igual que expresiones como “mande usted”, que es recurrente en la Perla Tapatía y que en España, por ejemplo, se interpreta negativamente.

Sin embargo, la investigadora sostiene que se debe entender que el español en Latinoamérica, y sobre todo en México, se ha desarrollado con la aportación de lenguas originarias, por lo que el contexto cultural, aunque sea parecido al de España, es diferente.

Con respecto a que los tapatíos revisten las frases con más palabras para con ellas suavizar las peticiones, la doctora Córdova explica que esto es una costumbre heredada de las cortes de la Nueva España, que se distinguían de las formas de conversar en la península ibérica, donde los habitantes eran más directos.

“Durante la época Colonial se usaban fórmulas de cortesía mucho más marcadas, por eso los mexicanos somos más ceremoniosos al hablar. En el Occidente, en Jalisco, se suma el hecho de que hemos sido más conservadores”.

A partir de esto, los de la capital jalisciense tienden a proteger la imagen de su interlocutor, por lo que al pedir algo se hace con mucho cuidado. “De tal manera que cuando vamos a una oficina, donde la personas tienen la obligación de hacer ciertas cosas, o a un restaurante, usamos formas de atenuación como: ‘Podrías traerme un vaso de agua’, ‘Sería tan amable de enviarme por correo el archivo…’”.

Un patrimonio para reconocerse
No es que sólo los tapatíos hablen cantado, ni tampoco que esta forma de hablar sea la normal, como mucho de ellos aseguran; cada región del país tiene peculiaridades específicas que pueden parecerse o diferenciarse entre ellas.

Según Córdova, el análisis fonético prosódico de distintas zonas del mundo es algo que se está estudiando muy frecuentemente a través la sociolingüística, y cuyos resultados deben darse a conocer, pues al reconocer el habla de un lugar se afianza una identidad que trasciende como un patrimonio cultural.

“Por más que estemos en un mundo globalizado, una región o un individuo necesitan parámetros que los conecte con sus raíces, que también incluyen la lengua. La manera en que nos saludamos, despedimos o reconocemos, es en donde estamos construyendo la aceptación o el rechazo de nuestro lugar en nuestra comunidad”.

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