El Estanquillo revive las pasiones y manías de Carlos Monsiváis

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Carlos Monsiváis, Premio Fil de Literatura 2006, es uno de nuestros más relevantes cronistas y autor de obras esenciales como Días de guardar (1970), Amor perdido (1977), Entrada libre. Crónicas de la sociedad que se organiza (1987) y Escenas de pudor y liviandad (1988), que ayudan a entender la realidad del México contemporáneo. Sus pasiones y manías tienen como receptáculo al Museo del Estanquillo, donde desde hace unas semanas está abierta la exposición “Monsiváis y sus contemporáneos”, que se montó para celebrar el décimo aniversario de la apertura de este recinto en la Ciudad de México, y en la que se muestran los momentos más significativos de la vida del periodista.

Allí se pueden observar objetos que Monsiváis coleccionó durante toda su vida, y libros con dedicatorias, como las siguientes: “Para Carlos Monsiváis, de su admirador y amigo. Con toda seriedad: Gabriel García Márquez”. Así se lee, firmada del puño y letra del Premio Nobel colombiano, una página dedicada en un ejemplar del libro La hojarasca, de 1955.

En las vitrinas del Museo, ubicado en el centro de la Ciudad de México y en el que se conserva la colección personal de este escritor que alcanza las veinte mil piezas, se pueden leer otras frases de cariño para Monsi. En la página cinco de una copia de Cien años de soledad se puede leer: “Para Carlos, desde entonces; con todo el corazón”, también de puño y letra del narrador colombiano. El volumen fue impreso en 1967, pero la nota está fechada en 1973.

 “A Carlos Monsiváis, con un saludo de su amigo, al iniciar la tarea que nos espera. Juan José Arreola”, dice un ejemplar de Confabulario. Y en un tomo de Los trabajos del mar, está plasmada la siguiente frase: “A Carlos, en uno de nuestros habituales naufragios periodísticos: José Emilio (Pacheco) 1984”,

Monsiváis, nació en el barrio de La Merced (1938-2010), y es reconocido como el cronista por excelencia de la Ciudad de México. Le dedicaron con cariño sus libros dos premios Nobel de Literatura (Octavio Paz, Gabriel García Márquez) y cuatro Premio Cervantes (Pacheco, Poniatowska, Pitol y Fuentes), además de Rulfo y Arreola. 

El reconocimiento casi unánime de los grandes autores, no lo alejó jamás del pueblo y a diferencia de otros intelectuales que menosprecian a las expresiones culturales que consideran “inferiores”, él no tenía empacho de convivir y dejarse fotografiar con ídolos como Paquita la del barrio, Gloria Trevi y Juan Gabriel.

Todo eso, se hace patente en la exposición.

En el recinto suelen programarse exposiciones temáticas que son pretexto para poder presentar, de una forma más o menos coherente, las pinturas, fotografías, revistas, grabados, dibujos, música, películas, esculturas y todo el material que Monsiváis adquiría en La Lagunilla, en la Plaza del Ángel  u en galerías y bazares de la Zona Rosa.

“Monsiváis y sus contemporáneos”, presenta además fotografías del autor con otros escritores o artistas, piezas de arte que recibió como obsequio o que compró a los creadores.

José Luis Cuevas, José Saramago, Margo Su, Iván Restrepo, Héctor Aguilar Camín, Hugo Gutiérrez Vega, Rubén Blades, Vicente Leñero, y hasta Raúl Velasco y Jacobo Zabludovsky, aparecen con el protagonista de la exposición.

Además, en el recinto se pueden escuchar las canciones que Monsiváis escribió en su faceta poco conocida como letrista del grupo de rock Los Tepetatles, concepto acuñado por Alfonso Arau. Y hay disponibles equipos con audífonos para revivir aquellos programas de radio que conducía en Radio UNAM, sobre crítica de cine.

En esta sección sobre la época dorada del celuloide en México, aparecen sus fotos con figuras como María Félix, mujer de “elegancia” por excelencia, como la describió. Y hasta se expone un brasier exclusivo diseñado por la mismísima actriz.

Están disponibles también, distintas publicaciones como La Jornada, Proceso, Nexos, Vuelta, Unomásuno, la Revista de la Universidad, así como los suplementos México en la Cultura, y La cultura en México, fundados por Fernando Benítez.  También se exponen los cuatro libros que escribió con Julio Scherer García, sobre Tlatelolco y la guerra sucia de los años setenta.

La cultura popular, hechizaba a Monsiváis. Más aún los símbolos que reivindicaban las luchas del feminismo o de la diversidad sexual —aunque no fuera de forma explícita—. Por ello, el escritor luce más sonriente que de costumbre en su foto con Juan Gabriel, o en las imágenes con Paquita la del Barrio y Gloria Trevi. Y tampoco tuvo empacho en dejarse retratar con las plásticas Flans, aquel producto plástico-pop de la frivolidad ochentera.

Pocas veces, la misma exposición regala una frase digna de hurtarse para cerrar un texto. Y al final de la muestra en El Estanquillo, en una pared, está impresa un párrafo que Elena Poniatowska regaló a Monsi, el cuál sintetiza el legado del escritor, y lo que el visitante puede encontrar en esta galería: “A Carlos Monsiváis, debería declarársele patrimonio cultural de la humanidad, porque más que un hombre, es una escuela, una casa, una asamblea, una plaza arbolada, una galería de arte, un bar gay, una biblioteca, un aula, una taquería, una flauta, unos frijoles, un San Simón, un gato con siete vidas. No le alcanzaron las siete vidas para hacer todo lo que quería, pero lo que logró resulta asombroso”.

Suscribo la moción.

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