El hombre que cambió de butaca

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En 1985 José Carlos Ruiz ya era un actor sólido, tenía 49 años de edad y recibía un premio Ariel como mejor actor por la película Vidas errantes, dirigida por Juan Antonio de la Riva. Aquel filme concentraba mucho del espíritu que había llevado a Ruiz a la actuación. La película, que también recibió premios internacionales como el del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana y el del Festival de Bogotá como mejor ópera prima, cuenta la historia de Francisco (interpretado por Ruiz) un hombre maduro y Guillermo, su ayudante, quienes se ganan la vida proyectando viejas películas mexicanas en pequeñas poblaciones de la Sierra de Durango.

La vida errante de los personajes se vuelve aún más excitante gracias a los descubrimientos que aventura les ofrece en cada pueblo y la forma indirecta en la que aquellas películas viejas se convertían en una especie de acompañantes omnipresentes para ayudarles a decidir su propio camino.

En esta edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, José Carlos Ruiz regresa al cine para recibir el Mayahuel de Plata que reconoce su trayectoria en nuestro cine. Ruiz vuelve al universo que desde muy temprana edad lo atrapó y le llevó a dejar la butaca escolar para mudarse a la sala de proyección. 

Ruiz es un actor que conoce las distintas plataformas de comunicación de la escena. Formado como actor en el Instituto de Bellas Artes, José Carlos Ruiz inició su carrera en el teatro y en 1965 pudo ser parte de la magia del cine que lo cautivara desde muy niño. Viento negro (1965), El escapulario (1968), La muerte de Pancho Villa (1974), son algunos de los filmes en los que participó inicialmente. Después llegaron importantes películas como Los albañiles (1976), Cananea (1978), Los hijos de Sánchez (1978) y La Guerra Santa (1979), para reiterarle que el cine era su lugar.

La televisión también ha sido un espacio importante en su carrera, en donde destaca su participación en novelas históricas. Sin embargo, Ruiz es un hombre de cine. En cada uno de los trabajos que ha desempeñado en este arte, consigue acentuar el carácter de sus personajes. Revisar su filmografía es, incluso, un camino viable para estudiar la presencia del acontecer nacional en el cine mexicano. En el recorrido de sus producciones está la historia de México, la lucha independentista, la Reforma, la Revolución y sus fracasos, la pobreza como la condición normalizada en la que la cultura mexicana se ha desarrollado.

La literatura mexicana, gran venero del cine, también ha marcado su carrera como actor. El apando (1976) y Oficio de tinieblas (1981), adaptaciones fílmicas de novelas de José Revueltas y Rosario Castellanos, respectivamente, son trabajos que revelan el peso de su capacidad actoral.

Bajo la metralla (1983), del director Felipe Cazals, es también una película importante en la filmografía de José Carlos Ruiz. La historia aborda el tema de las guerrillas urbanas que aparecieron durante esa década y la anterior en varias ciudades del país, fue en muchos sentidos un manifiesto que visibilizó una problemática fundamental que los gobiernos estatales y federales de entonces se afanaron en esconder y negar.

El FICG en su edición 2018 coloca a José Carlos Ruiz en un lugar de privilegio más que merecido. Su larga trayectoria da cuenta de su capacidad como intérprete y creador. A lo largo de su filmografía podemos también encontrar las variantes en las formas de producción, las apuestas de guionistas y directores y sus poéticas, los relevos generacionales de las direcciones artísticas y, en todo este trayecto, Ruiz nos enseña cómo la permanencia de un artista es resultado de su trabajo sólido y comprometido.

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