La Muestra estatal y los premios

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El teatro en México ha tenido una notable diversificación durante este nuevo siglo. La multiplicidad de formas en las que se manifiesta, así como la emergencia permanente en la que se desarrolla esta actividad artística y económica, han construido polos de observación que generan opiniones encontradas en varios asuntos. Uno de ellos son las muestras estatales, así como la nacional.

En nuestra ciudad se celebró la edición veintidós de la Muestra Estatal de Teatro (MET), con la participación de dieciocho producciones jaliscienses de entre las cuales sólo tres no son de factura tapatía: Usted está aquí del Colectivo Alfa, de Lagos de Moreno, Ella 2.0 de Boa Viagem Teatro, de Puerto Vallarta, y De amores y desamores de Cervantes, proveniente de Ciudad Guzmán. 

Pocos días antes de arrancar el evento, la Secretaría de Cultura Jalisco emitió un comunicado para dar a conocer que las compañías participantes en esta Muestra decidieron “que este año no se otorguen premios por categorías en la MET debido a la dificultad que representa estandarizar bajo una misma mirada la amplia gama de poéticas, modelos de producción, condiciones de creación y demás diferencias y complejidades de cada montaje; y por considerarlo un modelo anacrónico de reconocimiento. Por lo que en esta edición sólo se mantendrá la selección del representante de Jalisco para participar en la Muestra Regional de Teatro Centro Occidente.” En este mismo documento se aclara que existe el interés por rediseñar un modelo de reconocimiento que sea congruente con el teatro contemporáneo para que se aplique en ediciones posteriores de la MET.

Ante esta decisión las respuestas se polarizan entre quienes consideran que la estandarización de las estéticas resulta injusta en un concurso que pretende premiar la mejor obra y a los mejores ejecutantes y entre quienes creen que el formato de concurso despierta el interés de los medios y del público, además de enriquecer el currículum y experiencia de los creadores.

En el recorrido histórico de las premiaciones de la MET, hay escenas escandalosas de participantes inconformes que a gritos interpelaron a jueces y a colegas, también se cuentan momentos emotivos y conmovedores. Lo que aún no ocurre es que el público, ese grupo anónimo de ciudadanos que poco o nada tienen que ver con el pequeño mundo de la escena, se reúna frente a los creadores para compartir y disfrutar de su trabajo. Si bien las butacas suelen ocuparse totalmente durante las funciones de la MET, ocurre lo mismo que el resto del año: los asistentes en su mayoría son gente de teatro y estudiantes de artes escénicas. En un ejercicio de honestidad se debe aceptar que la teatral ha sido una comunidad endogámica que —con notables excepciones— ha conseguido convocar al público, ese desconocido que sigue sin acercarse a las producciones locales.

Con premios o sin ellos, la comunidad de creadores deberá discutir y dar respuesta formal a las preguntas: ¿cuál es el sentido de la Muestra?, ¿qué se muestra, a quiénes y para qué?, ¿se trata acaso de una fiesta de teatro hecha exclusivamente por y para los creadores?, ¿es sólo un espacio de legitimación gremial que poco o nada dice al público? 

La discusión que ahora surge habrá de enriquecerse durante y después de la MET, revisando, entre otras cosas, el perfil económico que posee la actividad teatral. Lo que todos deseamos son salas llenas de jaliscienses que participen activamente del trabajo artístico de creadores que tengan acceso a una vida digna; ¿lo haremos posible?

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