A ciertas especies de colibríes les gusta el fuego. Algunas de estas diminutas aves disfrutan llegar a los bosques después de que hubo un incendio porque crecen unos tipos de flores especiales a los que a ellos les gusta extraer el néctar para pasar mejor el invierno.
Sarahy Contreras Martínez, investigadora del Departamento de Ecología y Recursos Naturales del Centro Universitario de la Costa Sur, es parte de una investigación en la que diversos especialistas estudian cómo hacer un mejor manejo de las zonas forestales en la Reserva de la Biosfera de Manantlán.
Gracias a este conocimiento, la universitaria ha emprendido un proyecto para crear hábitats especiales para los colibríes a los que les favorecen las zonas incendiadas, como la “aforus rufus”, un ave de larga migración que cada año vuela desde el norte de Estados Unidos hasta la Sierra de Manantlán, y también a los que prefieren zonas recuperadas o en buen estado.
Se trata de hacer quemas controladas de una parte del bosque para atraer a esa y otras especies y también de mantener otras en las que haya menos grados de perturbación, para que otros colibríes puedan acudir.
“Ahorita estamos haciendo monitoreo de varias poblaciones de estas aves en zonas que ya fueron incendiadas para luego aplicar el plan de manejo, que puede consistir en una quema controlada, en una restauración de suelo o apilamiento de la flora para que dejemos que pase la regeneración del bosque”, explicó la universitaria.
Estos hábitats estarían dentro de la Reserva de la Biósfera de la Sierra de Manantlán y en la zona de amortiguamiento de la reserva, ubicada en el poblado de Ahuacapán, un sitio privilegiado porque ahí hay 24 de las 25 diferentes especies de colibrí que viven en la región Occidente del país.
La investigación es parte de las estrategias de estudio, manejo, conservación y protección de esta aves que Contreras Martínez y otros académicos realizan desde hace 30 años en la zona, especialmente en la Estación Científica “Las Joyas”, de la UdeG.
En tres décadas la especialista ha identificado 14 mil individuos de 24 especies de colibríes tanto endémicas como las que llegan desde Alaska y Estados Unidos.
“Existen otras zonas en el sur del país con mayor número de especies, pero nosotros tenemos una combinación de especies, por un lado las que hacen una migración de larga distancia y que vienen desde Alaska y su límite sureño, y las endémicas del Occidente de México que son residentes de esta zona, además de Nayarit y Colima”, explicó.
La académica trabaja de la mano de la Western Hummingbird Partnership, una organización internacional que trabaja en la conservación de colibríes en el occidente de América del Norte.
Con su apoyo y la vinculación con la comunidad de Ahuacapán, Contreras Martínez ha logrado que se conserven las 24 especies de colibríes y que los pobladores generen proyectos de turismo ecológico que propician su desarrollo económico a la vez que les permiten proteger a estas aves.
Sin embargo, a los especialistas aún les preocupa la conservación del “selasforos rufus”, una especie migratoria de la que cada individuo pesa apenas 3 gramos y de la que quedan pocos en el planeta.
“Tenemos una gran preocupación por la selasforos rufus, que es una especie migratoria de larga distancia, estamos interesados porque a nivel internacional las poblaciones han disminuido 50 por ciento, por lo pronto queremos estudiarla para saber cuáles son esas afectaciones desde la parte local, regional hasta una escala continental”, adelantó.