Hay pozos, pocos, que se hunden al cielo henchidos de azul.
El sol los inunda de un albor suave, tierno,
conocido como la madrugada.
Pasan las horas. Esos pozos se vuelven
un nido de luces líquidas, claras:
cantos brotados de un temblor de agua.
A las doce, con el sol en lo alto,
bien se puede jurar que de esos pozos
florecen los ángeles mensajeros para partir el día.
Llega la tarde y el azul convierte
la oquedad en un corazón tranquilo,
pleno: concierto gozoso de paz.
De noche, serenos, los pozos duermen,
esperando la llegada del día.
ACERCA DEL AUTOR
Hasta cuando esta nublado se pueden ver las estrellas
Esperando el amanecer, un nuevo día, con esa alegria de ver que nuevamente seguimos vivos y lleganda la noche, las estrellas y la noche velan nuestros sueños para que al dia siguiente esa cálida caricia del primer rayo de sol, nos despierte para contemplar la belleza de la naturaleza.