Lupita Lías, cuando se apaga la luz de la oficina

La trabajadora del piso 6 recién fallecida, en sus recorridos por el edificio de Rectoría, dejaba tras de sí una estela de abrazos, calidez y buen humor que será difícil de borrar de la memoria de quienes trabajaron con ella y de los innumerables amigos que la recuerdan con tristeza y amor

4410

No conozco a alguien que diga lo contrario: Lupita Lias era la luz de la oficina de Comunicación Social de la Universidad de Guadalajara.

Llegaba desde temprano, lista para armar la carpeta informativa en el Área de Monitoreo, pero también para romper prejuicios y malhumores con un abrazo, un saludo y el interés legítimo de saber cómo estaba el prójimo en ese momento.

Práctica, ordenada y con un sentido de responsabilidad, se encargaba de hacer un trabajo que en la dinámica del mundo de la información suele ser invisible: el monitoreo de medios.

Sin embargo, a quienes la encontrábamos en los pasillos, su presencia no era indiferente: botas, falda y cabellos largos, siempre acompañada de una sensación de felicidad.

Un abrazo cálido, honesto, lleno de paz, «un golpe de energía en cada abrazo»; ése era el sello de María Guadalupe Teresita Lías González, la mujer que incansablemente –por tres décadas– se encargó de conciliar, querer y brindar un consejo a los demás en el edificio de Rectoría de la UdeG.

“Cuando yo llegué a la Universidad como reportera, hace 25 años, ella me recibió; pues la asignaron a que me diera el recorrido por la oficina; y me recibió con mucho cariño”, recuerda Margarita Alegría, quien hoy es la jefa de Atención a Medios y era entrañable amiga de Lupita.

Esos breves momentos fueron contundentes, pues a decir de Margarita pronto se sintió en casa. De a poco, esa amistad detonó cuando Lupita y ella solían repartir los ejemplares de La gaceta de la UdeG por la ciudad.

“Nos íbamos en una combi que yo manejaba y hacíamos 15 o 16 rutas de entrega, íbamos a consulados, medios de comunicación, museos; nos divertíamos mucho, cantábamos, era todo el día de repartición. Un día nos paramos en los cruceros a entregar La gaceta a los automovilistas”.

Estos recuerdos llegan a la memoria de Margarita como si hubieran sucedido ayer. “Ella siempre fue cálida, muy amiga, siempre ofrecía su amistad, su corazón, su inocencia, su ternura; todo lo que era ella”.

La gran cómplice

Mucho de lo que se recuerda de Lupita Lías era su gran capacidad de ser amiga de las niñas y los niños que llegaban a la oficina de Comunicación. Les llevaba dulces, los hacía reír, como cómplice de sus travesuras.

“Ayudaba más allá de lo que podía dar. Recuerdo cuando una compañera y yo teníamos hijos pequeños y en aquel entonces no dejaban que entraran a las instalaciones”.

“En el turno de la tarde yo escondía a mis dos hijos debajo de los escritorios y los ponía a dibujar, entonces Lupita traía colores, más hojas, dulces y nos ayudaba a cuidarlos”, detalla Margarita.

Hoy, varios de esos niños son adultos que la recuerdan como la mujer que siempre los acompañó cuando esperaban a sus mamás en el trabajo.

“Mis hijos la recuerdan muy tierna, la recuerdan como Lupita ‘la de las botitas’”, explica Margarita Alegría.

La última jefa que tuvo Lupita fue Alicia Trujillo Sandoval, quien dirige el Área de Monitoreo de Comunicación Social, pero su historia inició muchos años antes.

Cuando era una niña de 10 años, Alicia Trujillo la conoció porque ella era compañera de su mamá en la oficina (Alicia Sandoval, QEPD).

«Yo era una niña y ella me trataba divino: me agarraba de las mejillas, me compraba dulces. Ella fue a mi fiesta de XV, luego entré a trabajar aquí, fue a mi baby shower, al cumpleaños de mis hijas. Lupita se convirtió en parte de mi familia«.

Las hijas de Alicia Trujillo también recuerdan con amor a Lupita, porque «siempre les daba cosas que las estimulaba, libros, rompecabezas».

Lo mismo ocurrió con Sofía, hija de la diseñadora de La gaceta Miriam Mairena. Ella recuerda que Lupita la procuraba. «Desde chiquita siempre la entretenía, en la computadora les ponía algo, les arreglaba el cabello».

«Ella todo ese amor maternal nato, lo tenía con sus sobrinos, con nuestros hijos, ella tenía un don», refirió Miriam.

Se sabe que era gran amiga de las pequeñas y los pequeños, e incluso era la tía preferida, que no sólo acompañaba, también escuchaba y ayudaba cuando había problemas.

“Agradecí su amistad, el que viera por mis hijos, su gran disposición a sacarme de tristezas y apuros, su capacidad de siempre estar en el momento en que uno necesitaba una mano amiga», añadió Margarita Alegría.

Como una hermana

Los años las distanciaron, pero el trabajo las reunió; pero no sólo eso, también fortaleció su cariño.

Adriana González, fotógrafa de Gaceta UdeG, es prima de Lupita Lías, a quien recuerda con cariño no sólo por ser parientes, sino porque Lupita y sus papás apoyaron a su familia cuando ella cuando era pequeña.

«El papá de Lupita era primo de mi mamá, y su esposa, la mamá de Lupita, era igual que ella, muy amorosa y buena gente, ayudaron mucho a mi mamá».

En 1997, se presentó la oportunidad para Adriana de trabajar a la oficina de Comunicación, donde su prima la recibió con el mismo cariño y afecto que cuando eran menores.

Ese abrazo y afán por procurar a los compañeros, ya sea con un saludo o aportando con una conversación casual, en aras de fomentar la paz, nunca faltó en en todo el tiempo en que trabajó en la oficina.

«Era mi compañera de trabajo, era mi prima, si yo necesitaba algo le iba a pedir ayuda, con ella yo sabía que tenía un apoyo fraternal a un lado. Era mi refugio realmente», dijo Adriana.

«Me sentía cuidada y protegida, pero yo también la protegía y cuidaba a ella, aunque no necesitaba porque mucha gente la quería, pero si algo necesitaba ahí estaba yo».

Compañera intachable

Este año, Lupita Lías cumplía 30 años de labor en la Universidad de Guadalajara. Alicia Trujillo Sandoval destaca que su presencia era algo fundamental en la dinámica diaria; pues su sentido del orden y responsabilidad agilizaba los procesos.

«Parte de su trabajo era recopilar todos los periódicos de quienes hacen el monitoreo de medios a diario y los subía al portal y hacer el envío por correo electrónico», menciona Alicia Trujillo.

«Llevaba toda la parte de hemeroteca, porque era muy organizada, fechaba los periódicos cuando se llevaba la versión impresa y cada determinado tiempo mudarlo a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco Juan José Arreola».

El ímpetu de aprender siempre la llevó a preguntar, a ser paciente y a querer actualizarse en temas de tecnología para lograr su trabajo.

«Siempre fue una gran compañera, nunca escuchabas que tuviera problemas de nada con nadie», expresó Alicia.

Parte de su labor consistía en ir por los ejemplares de los diarios a la planta baja del Edificio de Rectoría, y en ese recorrido, ella dejaba una estela de agradecimientos que a la larga derivó en amistades en distintas áreas.

«Era muy organizada, procuraba nunca faltar a trabajar, tenía un gran sentido de responsabilidad», recuerda Adriana González.

¿Qué quedó de Lupita Lías en el Piso 6 de Rectoría General?

El dolor es el precio que se paga cuando se quiere tanto a una persona. En la Coordinación General de Comunicación Social de la UdeG quedó un vacío que pesa mucho, pero que tiene una contraparte de alivio: el recuerdo y enseñanzas que Lupita Lías dejó en la gente.

Esto es lo que consideran sus amigas que ella legó en el Piso 6 de la Rectoría General de la UdeG.

Margarita Alegría:

«Su gran capacidad de decir sí, sí ayudo, sí estoy, sí puedo, sí lo intento y con una sonrisa y una gran entrega. Lupita se fue en paz».

«Ella se llevó muchos amigos, muchísimos amigos; su calidez, su humanidad, sería muy difícil encontrar a alguien como ella. Ella se adecuaba a la necesidad de cada uno, si alguien quería hablar de café, que si de libros, y si alguien quería ir al museo, de comida».

Adriana González:

«Me quedo con mucho de ella, su manera espontánea de que aunque no te conozca te ofrece su apoyo y amistad de forma muy abierta, pese a que era muy reservada, siempre estuvo muy abierta a dar la mano a quien sea».

Alicia Trujillo:

«Gracias, Lupita, porque desde que te conocí, cuando era niña, siempre me hiciste sentir querida. Fuiste importante para mí, así como para mis hijas».

Miriam Mairena:

«Es la persona más pura que he conocido, jamás la vi enojada, siempre te recibía con una sonrisa y abrazo, siempre tratando de ayudar».

«Lo más valioso fue lo que nos enseñó: a ser compañeros; se empeñaba en juntarnos, en querernos, que no tuviéramos broncas, siempre tenía un consejo y siempre llena de mucho amor».

«Gracias a ella y a Dios por haberme permitido conocerla».

***

No se sabe a cuántas personas Lupita Lías acompañó, aconsejó, abrazó durante 30 años, eso sólo ella lo supo.

Lo que sí sabemos es que ella seguirá existiendo en la memoria de cientos de seres humanos que han transitado por el Piso 6 de la Rectoría General de la UdeG y que seguramente sintieron la calidez y cariño que ella siempre tuvo.

¡Buen viaje, querida Lupita!

Artículo anterior“Manifiestos estéticos”, la plástica a lo largo de las corrientes artísticas
Artículo siguienteEstudios de Anticuerpos no necesariamente indican si hay protección contra COVID- 19