La Lengua de Señas Mexicana (LSM) está reconocida como una lengua minoritaria que forma parte del multilingüismo que compone la diversidad que tiene el país, al integrar también a las lenguas indígenas y el español. Esta lengua tiene su propia gramática, compuesta por signos visuales con una estructura lingüística propia, mediante la cual la población sorda se comunica.
Los datos del INEGI 2020 muestran que de los 6.1 millones de personas con alguna discapacidad en nuestro país, casi 1.4 millones tiene problemas auditivos, aún con aparatos. Esto es una situación que amerita atenderse sobre todo por las implicaciones de exclusión a las que se enfrentan y que con la pandemia se acentuaron, porque no se tenía una estrategia de acceso a la información para transmitir todo lo referente a la mitigación de la misma.
Esto llevó a que esta comunidad promoviera un amparo para obligar a las instituciones federales a compartir la comunicación oficial por el lenguaje de señas, lo cual permitió que a partir del mes de marzo de 2020 en las conferencias oficiales vespertinas del gobierno federal incorporaran dicho lenguaje.
Una demanda más que solicitaron era garantizar personal certificado en lengua de señas en las instituciones de salud, para garantizar la atención adecuada. En la Ciudad de México les proporcionaron una lista de hospitales con este servicio.
A lo anterior, se suma que el uso del cubrebocas como medida de protección para evitar el contagio del SARS-CoV-2 invisibilizó la lengua y la cultura de esta comunidad. Tal como lo señala Cruz-Aldrete (2020), se trata de una lengua visogestual que usa las manos, la cabeza, el cuerpo o los gestos de alguna parte del rostro, como elementos fundamentales en la gramática de esta lengua. Para la población silente fruncir la nariz, inflar o sumir las mejillas, el redondear o distender los labios, abrir la boca o incluso enseñar la lengua aportan significados precisos al mensaje que se produce, así como para aquellos que se basan en la lectura labio facial para comprender los textos orales que se emiten. Por tanto, cubrir una parte del rostro dificulta la comunicación efectiva en su entorno.
El desconocimiento de la estructura gramatical de la Lengua de Señas Mexicana impide tomar decisiones adecuadas para la atención de las personas sordas en todos los ámbitos laboral, educativo y de salud. En este sentido, las instituciones de educación superior tienen un área de oportunidad para la formación de intérpretes de la comunidad sorda y atender una necesidad que implica no solamente a dicha comunidad, sino al entorno en el que conviven.
La Universidad de Guadalajara ha dado pasos para la inclusión de ésta comunidad en sus aulas, desde el año 2012 se abrió el Programa para la Atención de Alumnos Sordos en la Escuela Preparatoria No. 7, el cual ha sido exitoso y poco a poco han transitado hacia la continuación de sus estudios a nivel superior.
Actualmente el Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías tiene un estudiante sordo en el tercer semestre de la carrera de Ingeniería Topografía Geomática. Esto representa un esfuerzo para contribuir no solamente en la formación de los futuros profesionistas, sino para caminar hacia una sociedad incluyente que valore y reconozca las virtudes de un lenguaje al cual todos podemos acercarnos.