Pellicer en Zapotlán

Una poética contienda, que "no estuvo exenta de hoyancos ni de tachuelas", fue la ocasión para que el bardo tabasqueño visitara esta ciudad del Sur de Jalisco. De ese evento, quedan algunos documentos, unas citas de Juan José Arreola y el libro "Los sonetos de Zapotlán"

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Calle Federico del Toro, centro. Ciudad Guzmán, Jalisco (1955). Foto: J.R.G. Archivo: Fernando G. Castolo

La visita del poeta Carlos Pellicer a Ciudad Guzmán en el año 1951 está ligada a los Juegos Florales que se convocan en octubre en esa ciudad. Unos dicen que acudió como jurado, otros que como invitado de honor y un solitario importante lo ubica como mantenedor de los Juegos [1].

La revista Arquitrabe (15 de septiembre de 1951) de Ciudad Guzmán, dio a conocer esta noticia: “… Juan José Arreola (…) formará parte, según lo manifestó él mismo, del Jurado Calificador…”. El periódico Vigía (7 de octubre de 1951) registra cinco jurados y ninguno es Pellicer ni Arreola. Y notifica el nombre de los ganadores: “… PRIMER PREMIO, otorgado a la ‘Oda a Zapotlán el Grande con un Canto para José Clemente Orozco’, cuyo autor es el Sr. Juan José Arreola. DOS SEGUNDOS PREMIOS: uno, al poema ‘A Zapotlán’ de la Srta. María Cristina Vizcaíno otro al ‘Poema de la Esposa y el Tiempo’, del Sr. J. Félix Torres Milanés”.

Se desprende de la nota que Arreola declinó ser parte del jurado y se presentó como participante.

En el libro Los días que fueron míos, su autor Félix Torres Milanés y concursante en los Juegos, escribe que Arreola, miembro del jurado, le confió: “Es bueno tu poema. Ganaste el primer premio”. Agrega líneas más delante que en presencia suya, Don Alfredo Velasco, uno de los jurados, invitó a Arreola a escribir y que renunciara al jurado.

El 25 de diciembre de ese año, Arquitrabe publicó los poemas ganadores de los Juegos Florales. En la nota introductoria, Alfredo Velasco escribió: “El camino que tuvo que recorrer el Sub-Comité encargado de conducir la poética contienda, no estuvo exento de hoyancos ni de tachuelas”.

¿Y Pellicer? Vicente Preciado Zacarías recogió un su libro Apuntes de Arreola en Zapotlán un comentario de Juan José al respecto: «Pellicer vino a Zapotlán en 1951 como jurado de los Juegos Florales. (…) Lo invitamos a que se quedara por cuenta del municipio a los festejos del 12 de octubre. Pellicer declinó la invitación y con su vocerrón dijo: “no puedo quedarme a celebrar a Colón, un marinero que andaba navegando con bandera de pendejo”».

El periódico El Informador publicó que Carlos Pellicer llegó, vía aérea, el día 19 y regresó a la Ciudad de México el 24 de octubre. La presencia en Zapotlán de Pellicer quedó registrada en el libro de visitas del Comité Pro-Museo Histórico: “Este museo temporal, da idea de lo que podría hacerse en forma permanente en esta noble y linda ciudad, con materiales arqueológicos y de otro carácter, sobre todo contando con la espléndida colección de ‘Orozco’ que la viuda de tan grande artista donó a Zapotlán. CARLOS PELLICER. – Zapotlán, a 20 de octubre de 1951” (Vigía. 28 de octubre de 1951).

Tanto El Informador como el libro de visitas coinciden en las fechas. Se puede concluir que Carlos Pellicer no estuvo para el día del fallo de los Juegos Florales. Torres Milanés lo ubica en su libro como el mantenedor.

La premiación fue, tal parece, antes del inicio de un baile. Héctor González Ochoa sostiene en su libro El siglo XX en la historia de Zapotlán: “…Carlos Pellicer que hace la salutación a la reina y sus princesas, y poco antes del baile en el foro que había en la Escuela Benito Juárez ofrece una brillante disertación poética…”. El Vigía opinó amargamente: «…una de las tantas cosas censurables del Comité de Feria, fue el haber juntado (…) un acto puramente literario con una orgía de electrizados ‘bailantes'».

Después de la visita, Carlos Pellicer publicó «Los sonetos de Zapotlán” que están incluidos en Práctica de vuelo (1956). En 1960, la revista Presencia del grupo cultural Arquitrabe de Ciudad Guzmán, republicó los poemas.

Juan José Arreola leía en voz alta “Los sonetos de Zapotlán” en su taller literario de Ciudad Guzmán. De su pecho salían unas notas graves, casi violonchelo, en las que fluían los versos: “Entre rumores y amistad campea/ mi esperanza. Un volcán sus líneas sube/ y el valle con la tarde se ladea”. Presumía que él fue editor del Material Poético (1962); una recopilación de la obra de Pellicer publicada por la UNAM. En su librero tenía un ejemplar con dos sonetos escritos a mano por Pellicer en la hoja de guarda. Arreola lo mostraba a dos manos y como atril, iniciaba: “Tú, que dices las cosas desde el vaso/ donde se bebe el día entre diamantes:/ las islas son para vivir errantes/ llenos de desnudez y paso a paso”.

Eran momentos escénicos: la voz de Arreola, el poema a mano de Pellicer y el seguimiento de la lectura.

Han pasado setenta años de esos Juegos Florales. Sólo quedan algunos documentos y quizá, algunos zapotlenses de aquella época. A la entrada del valle, sobre una loma, está un restaurante. En el cristal que se orienta hacia el nevado tiene inscrito uno de «Los sonetos de Zapotlán». Transcribo el último terceto: “¿Vendrás, oh Primavera, la Esperada?/ Y al cuello del volcán, plácida nube,/ divide en dos la roca apasionada”.

[1] Agradezco a los cronistas Adrián Gil Pérez de Tamazula y Fernando G. Castolo de Zapotlán el Grande por el préstamo de sus archivos.

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